Las inequidades sociales que existen en el país quedaron de manifiesto en los resultados de la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario, recientemente dada a conocer por el Subsecretario de Salud Pública, Jorge Díaz. El estudio fue realizado por el Departamento de Nutrición, la Escuela de Nutrición y la Escuela de Salud Pública de de la Facultad de Medicina, junto al Centro de Microdatos de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, bajo la coordinación técnica del Dr. Hugo Amigo, académico del Departamento de Nutrición.
Tras encuestar a 4.920 hogares a lo largo de todo el país, se detectó que los estratos socioeconómicos más bajos son los que consumen una menor proporción de lácteos, pescados, verduras y carnes. A la vez, en estos segmentos se encuentra el mayor consumo de alimentos altos en grasas, azúcares y carbohidratos. La clase media, por su parte, lidera el consumo de pan y carnes grasas.
Al comparar la ingesta efectiva de energía con las recomendaciones internacionales, se constata que el 31% de la población de estrato bajo sobrepasa el límite diario, cifra que llega al 15% en el NSE medio y a 12% en el nivel alto.
Asimismo, se observan diferencias significativas entre las áreas urbana y rural, mostrando esta última peores hábitos alimentarios, con un 28% de población que excede el consumo calórico. En el área rural se presenta también el mayor consumo de legumbres y papas, superando en un 43% la mediana de consumo del área urbana.
La encuesta revela un cambio en las tendencias de alimentación, en que los chilenos hemos incorporado los cereales al desayuno -especialmente en el NSE alto-, al tiempo que más del 90% de la población se alimenta tres veces al día y no cuatro, como ocurría décadas atrás. La cena parece estar en retirada, con presencia sólo en un 29% de los hogares y su reemplazo por la once comida, que implica un mayor consumo de pan y azúcares.
Problema de salud pública
El Director de la Escuela de Salud Pública, Dr. Oscar Arteaga, dijo que estas cifras dejan en evidencia las profundas inequidades sociales existentes en el país. Afirmó que estas brechas repercuten, entre otros ámbitos, en la salud de la población, perjudicando siempre a los sectores más vulnerables. En este sentido, dijo que las políticas públicas deben apuntar primeramente a reducir esas diferencias.
El Dr. Arteaga sostuvo que la malnutrición -que hoy en día se expresa en altos niveles de obesidad- es "un grave problema de salud pública", pero advirtió que las soluciones no son exclusivas del sector salud, sino que requieren un abordaje integral y multidisciplinario. "El que todas las personas, de cualquier nivel socioeconómico, puedan alimentarse bien y con ello asegurar una mejor calidad de vida, pasa por múltiples aspectos", señaló. Entre ellos, mencionó la educación y la entrega de conocimientos sobre los efectos de alimentarse bien y mal; el acceso equitativo a una alimentación saludable, pues actualmente los alimentos considerados como tales son más caros que aquellos ricos en grasa, sodio y azúcares; la regulación de la oferta y de la publicidad de alimentos; y la aplicación de estímulos a las buenas prácticas alimentarias en las escuelas, las empresas y también en las familias.