Según la última Encuesta Nacional de Salud 2009, existen 9.600.000 personas mayores de 15 años con sobrepeso u obesidad y 1.200.000 diabéticos. De acuerdo al aumento que han tenido en los últimos años, lo más probable es que el año 2015 lleguemos a tener 9.600.000 adultos con sobrepeso u obesidad -sin contar los niños- y 1.650.000 diabéticos. Esto significa una carga insostenible para nuestra sociedad y para el sistema público de salud, considerando que los más afectados son los pobres, donde la obesidad y la diabetes son el doble que en los sectores de mejores ingresos. Esta situación daña directamente nuestro principal recurso para seguir desarrollándonos, que son las personas, y puede llegar a ser un impedimento grave para nuestro crecimiento económico y social. Así como en la década del 70 existía la desnutrición como amenaza para nuestro desarrollo, lo que fue superado con políticas de Estado, la obesidad debe ser enfrentada como un problema país en el cual todos debemos colaborar.
En el caso de la obesidad, las soluciones son más complejas que para la desnutrición. En definitiva, se trata de decisiones personales sobre hábitos muy arraigados en la población, que son como nos alimentamos y si hacemos actividad física. En alimentación, nuestros hábitos son tomar un desayuno rápido, liviano; almorzar un plato de comida, sándwich o empanada, pero al regresar al hogar, más del 90 por ciento de los chilenos no comemos un plato de comida, sino que tomamos té u once con gran cantidad de pan y agregados muy poco saludables. De hecho, somos los segundos consumidores de pan por persona en el mundo; los terceros en bebidas gaseosas; los primeros en helados en América del Sur, y a pesar de tener una larga costa y estar entre los 15 primeros países productores y exportadores de frutas en el mundo, casi no consumimos productos vegetales ni del mar, que son tan saludables. En actividad física, nueve de cada diez chilenos no nos movemos por hábito, pero también por las largas jornadas de trabajo de diez horas diarias o más y por los traslados, que en la Región Metropolitana demoran dos a tres horas al día, para después llegar a la casa a mirar dos a tres horas de televisión.
Frente a esta situación, no ha existido una política de Estado coherente ni continua en el tiempo, como fue el caso de la desnutrición. Existió el Consejo Nacional para la Promoción de Salud o VIDA CHILE que funcionó a nivel nacional, regional y en 341 comunas del país con planes comunales de promoción de salud, pero dejó de ser prioridad, desplazada por el Plan AUGE el año 2005. Se creó la Estrategia Global de la Obesidad (EGO Chile) con acciones en 1000 escuelas a lo largo del país y el programa NutriRSE de Acción Responsabilidad Social Empresarial, financiado por empresas privadas para trabajar en la prevención de la obesidad en escuelas y lugares de trabajo. Existe el programa "5 al día Chile" para promover la alimentación saludable, en particular el consumo de frutas y verduras, junto a otras iniciativas que promueven la actividad física. Al inicio de este Gobierno se creó el Programa "Elige Vivir Sano", dependiente de la Primera Dama, con el objeto de promover la alimentación saludable, la actividad física, vivir en familia y al aire libre, con un fuerte componente comunicacional que debería ir acompañado de acciones sectoriales en terreno. Para ello, este Programa debe institucionalizarse, para que tenga poder de coordinación y acción sobre los Ministerios y reparticiones públicas que tienen relación con estos temas, obligándolos a que desarrollen actividades coordinadas en alimentación, nutrición y actividad física.
Además, tenemos la Ley de Composición de Alimentos y su publicidad, aprobada en el Congreso, la cual debería tener un fuerte componente educativo hacia la población, para que ésta sepa los alimentos que debe consumir sin perjuicio para su salud, evitando aquellos con alto contenido de grasas, azúcar y sal. Existe la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB), que entrega 2.200.000 raciones de desayuno y almuerzo diarios, los cuales deberían mejorar su calidad y acompañarse de educación nutricional para crear hábitos de alimentación saludable en los niños, lo cual no ocurre actualmente. Recientemente, el Ministerio de Educación se comprometió a aumentar de 2 a 4 las horas de educación física, para lo cual es imprescindible dotar a las escuelas de infraestructura e implementos deportivos, mayor número de horas de profesores de educación física y materiales educativos para mejorar las clases, que hoy no se hacen, o se hacen con muy poca exigencia para los niños.
En obesidad, estamos en una situación crítica, que no sólo afecta la salud de la población, sino nuestro desarrollo futuro como país. Así como nuestro crecimiento económico desde fines de los 80 hasta el presente fue posible gracias a que no teníamos desnutrición, debemos cuidar de no hipotecar nuestro futuro con una población mayoritariamente obesa, con gran número de personas enfermas debido a sus consecuencias. Para ello, debemos actuar con políticas claras, en especial formando hábitos saludables desde la primera infancia e impactando en nuestros adultos para que cambien sus hábitos actuales.