Así como 1842 es recordado como la fecha en que el Estado de Chile creó la Universidad de Chile, 1981 es recordado como la fecha en que la dictadura instaló una política de Estado tendiente a desmantelarla y destruirla por razones ideológicas y mercantiles: sus sedes regionales le fueron cercenadas, al igual que su Instituto Pedagógico, creado en 1889, y cuya evolución y desarrollo marcaron la educación en Chile y Latinoamérica durante buena parte del siglo XX. La actual crisis de la educación pública tiene ahí una de sus principales causas.
Durante los últimos veinte años, diferentes unidades de la Universidad de Chile han venido recuperando su presencia en el campo de la educación, impulsando innovaciones a través de la investigación y de programas de formación. Sin embargo, nuestra universidad puede y debe hacer mucho más para aportar a construir -desde su oficio académico- las respuestas que la actual etapa histórica de Chile espera para su sistema educativo.
Por esto, al iniciar nuestro segundo periodo rectoral en junio de 2010 dijimos que desarrollaríamos un proyecto institucional para recuperar nuestro liderazgo en educación. El justo reclamo ciudadano por una educación pública de calidad y equitativa, reiterado con fuerza en 2011, reforzó esta voluntad. En una primera etapa, con la participación de destacados académicos y académicas, nos abocamos a revisar nuestras fortalezas y debilidades, así como a vincularnos con la mejor experiencia internacional en formación docente e investigación en educación. A partir de los desafíos emanados de esa reflexión y con la emoción que representa empezar a sanar una de las heridas más profundas y brutales con la que la dictadura nos quiso matar el alma, hemos propuesto a la universidad la creación de una Facultad de Educación de carácter integrado y transversal.
La Universidad de Chile está y estará incompleta sin un área de educación situada en la más alta jerarquía nacional e internacional. Un área que se nutra desde las humanidades, el arte, y las ciencias sociales, exactas, naturales, biomédicas y tecnológicas, de modo que estas sinergias sean la base de una visión integral de la educación y de los procesos formativos; pero que al mismo tiempo posea su propia madurez, prestigio e independencia en el concierto de las áreas indispensables del quehacer universitario moderno. Este esfuerzo tendrá impacto sólo si somos capaces de realizarlo en una interacción fecunda con otras Universidades Estatales, basándonos en la excelencia y en la colaboración activa y no en la competencia.
Nos imaginamos la Facultad de Educación potenciando y coordinando su trabajo con diferentes Facultades e Institutos de la Universidad. Propiciando que académicos de diversas disciplinas participen en la investigación y la formación docente inicial y continua. Generando y garantizando la existencia de programas de formación pedagógica de excelencia en los niveles parvulario, básico y medio y bajo diferentes modalidades, conduciendo ese proceso con toda la universidad -y no de manera autocentrada o aislada- y con una alta vinculación y alianzas de desarrollo conjunto con establecimientos educacionales de diverso tipo y sus respectivas comunidades escolares. Realizando investigación original de valor universal, pero al mismo tiempo relevante a la realidad de la práctica pedagógica y del sistema educacional.
Queremos entregar al país un docente que ha elegido ser profesor por vocación, sólido en su disciplina, preparado para formar a cada niño o joven como un ser único y libre, y capaz de desarrollarse en interacción con otros y de aportar solidariamente a la construcción de una sociedad más humana. Que fomente en sus alumnos la autonomía y el pensamiento propio, la felicidad, el espíritu crítico, el respeto y la valoración de los otros, la convivencia armónica en la naturaleza y el medio social. Que sea capaz de trabajar en equipo y de investigar e innovar sobre su propia práctica, que no se conforme con recetas ni con discursos producidos por otros, y que sea capaz de enriquecerlos. Que tenga un compromiso ético acorde a la responsabilidad de la que es depositario.
Vamos a asumir este reto con decisión, otorgándoles a la educación y a los profesores y profesoras el respeto y dignidad que ellos y el oficio docente merecen.