El estado actual de la educación chilena y de su gobernabilidad muestra una profunda crisis, eso nadie lo duda. Nos preocupa que esa crisis no sea abordada como debe ser en una democracia, con participación y construcción de proyectos colectivos, de debate fundado de opiniones y amplia discusión de las ideas. Nos preocupa también que las demandas por la recuperación de educación pública queden postergada a un segundo plano.
En este contexto se ha producido la toma de la Casa Central por un grupo de estudiantes, lo que motivó mi carta a la comunidad el pasado día lunes y que, entre otras consideraciones, hacía un llamado al inmediato desalojo pacífico de ella.
Los violentos enfrentamientos que tuvieron lugar el jueves y sábado de la semana pasada en la Casa Central, entre carabineros y personas que estaban en su interior, muchas con sus rostros cubiertos, han demostrado el riesgo en que se encuentra el edificio y el Archivo Central Andrés Bello. El peligro inminente es la posibilidad de destrucción del patrimonio y junto a él de todos los contenidos de libertad del pensamiento, de creatividad y de luchas por democratizar los saberes y las prácticas que han marcado a nuestra institución.
Tengo la convicción que la responsabilidad y obligación de preservar nuestro patrimonio es colectivo, de la comunidad universitaria entera, de estudiantes, funcionarios(as) y profesores(as). En el interior de la Casa Central y en su Archivo se resguardan colecciones que han sido declaradas Monumentos Históricos por el Consejo de Monumentos Nacionales. Es decir, nuestra comunidad y todos los chilenos y chilenas entienden que el edificio de la Casa Central, lo que representa y lo que custodia, deben ser estimados, cuidados y conservados. Ello puede no tener significado ante el avasallamiento de la cultura del desecho, de la rápida inutilidad y del recambio permanente de las mercancías, pero llama la atención que quienes luchan por una educación pública y de calidad no tengan en sus reflexiones que justamente es la Universidad de Chile la que hace posible ampliar los horizontes utópicos y la que permite el libre decurso de las nuevas ideas y el debate sobre la necesidad de los cambios sociales.
Por otra parte, la Casa Central debe representar un símbolo de la tolerancia y la pluralidad republicana, así como debe albergar la libertad de pensamiento y su expresión, debe ser un lugar de reflexión desde donde surjan nuestras visiones de la sociedad acogiendo la discusión amplia, en especial en tiempos de crisis. La toma no permite que ello sea posible ni convocar a la comunidad a una reflexión amplia y libre en estas condiciones. En particular, la violencia que se concentró en nuestra Casa Central la semana recién pasada impide que la comunidad desarrolle actividades universitarias oportunas en torno a la crítica situación de las políticas públicas en educación.
Ante estos hechos, manifiesto, en forma enfática, mi rechazo a la toma de la Casa Central y los violentos enfrentamientos que han tenido lugar en ella.
A la vez, hago un llamado a que las distintas instancias de nuestra comunidad universitaria manifiesten a los estudiantes la necesidad de deponer la toma de Casa Central, la que se torna día a día en un autoaniquilamiento de los valores que todavía pueden sostener la idea de una educación pública equitativa y de calidad, y a que se creen las condiciones para que el tema de la educación pública sea reasumido como una materia de la universidad en un formato de compromisos, participación e integración de la comunidad.
El Rector
Santiago, 27 de agosto de 2012