Cuando en 1922 el Secretario de Educación de México, José Vasconcelos, invitó a Gabriela Mistral a colaborar en las reformas educativas de su país, el presidente chileno Arturo Alessandri dijo que “había otras chilenas más inteligentes y dignas de ser invitadas a semejante labor”. Vasconcelos, en un telegrama que emitió después de su visita a Chile a fines de ese año, respondió: “Más convencido que nunca de que lo mejor de Chile está en México”.
Mistral, nacida en Vicuña en 1889, se había trasladado en 1911 a Traiguén, en la IX región, donde comenzó su recorrido de once años dedicada a la enseñanza en escuelas de diversas ciudades del país, como Antofagasta, Los Andes, Punta Arenas, Temuco y Santiago.
Fabio Moraga, investigador asociado del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuenta que cuando Mistral llegó a México, lo hizo precedida de una gran fama y un enorme ascendiente intelectual. "La poetisa chilena anduvo por gran parte del país para llevar su mensaje que buscaba redimir a las clases populares, en especial al campesino y al indígena, para integrarlos a la nación por medio de la educación; elaboró libros de texto y contribuyó en la formación de las Misiones Culturales -grupos de profesionales e intelectuales que capacitaban a profesores de comunidades rurales y aisladas- en la Campaña de Alfabetización, y en congresos de maestros normalistas y profesores- dice Moraga.
En México Mistral puso en marcha las escuelas al aire libre, método en que venía trabajando desde los años en que fue profesora en Chile. “Iba a lugares bien apartados de la sociedad y les decía ‘lleven los niños tal día y tal hora a este lugar’, y ahí educaba abiertamente. Esto lo hace principalmente en Chiapas, pero en el resto del país se aplica una teoría similar y es un éxito”, asegura Diego Del Pozo, especialista en la obra de Mistral y autor del volumen “Por la humanidad futura, Antología política de Gabriela Mistral”.
El paso de la poetisa por México se extendió hasta 1924. Tras este primer viaje al extranjero el contacto de la Mistral con Chile fue escaso y distante. Volvió al país solo en tres oportunidades: en 1925 por algunos meses, en 1938 por semanas y en 1954 por apenas unos días.
Redibujando a Mistral
“Lo que comúnmente se sabe de Mistral es que fue una maestra rural abnegada y que se le dio el Premio Nobel, pero se sabe poco de su historia como pensadora, militante y gestora de una educación pública y democrática”, dice Leonora Reyes, académica del Departamento de Estudios Pedagógicos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de nuestro plantel.
Para Diego del Pozo la imagen que masivamente tenemos de Mistral en Chile es parte de una refundación de nuestras identidades culturales ocurrida en la dictadura de Augusto Pinochet. “Hay una relectura de la Mistral que se moldea en ese período de tal modo en que no sea incómoda para la discusión social. Entonces Gabriela Mistral pasa a ser fundamentalmente la profesora rural que escribe piececitos de niños y toda esta otra historia alrededor queda en segundo plano”, dice del Pozo.
Grinor Rojo, especialista en literatura latinoamericana y profesor del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades, explica que la Premio Nobel pertenecía al Chile nacional y popular instaurado por Pedro Aguirre Cerda, presidente de Chile entre 1938-1941, colega y amigo de Mistral. “Ese fue el Chile que fue cortado de raíz durante la dictadura, por eso que lo que luego se recupera de ella es la figura más tradicional de todas, la figura de la madre”.
Para 1945, cuando Mistral gana el Premio Nobel de Literatura, tiene a su haber tres libros de poesía y un volumen de prosa que alcanza los 300 o 400 textos publicados en diversos países del mundo, muchos de ellos dedicados a problematizar sobre el rol de la educación pública y el Estado, los profesores, la pedagogía y la niñez.
Poco se conoce de la prosa de Mistral en nuestro país, como poco se sabe de algunos planteamientos que emergieron de ella y cambiaron la historia de la educación chilena, entre ellos su demanda por la existencia de vacaciones de invierno, su lucha por abrir las escuelas para todas las clases sociales y su abierta objeción por los bajos salarios de los profesores.
El legado mistraliano
Las ideas educativas de Gabriela Mistral, explica Fabio Moraga, provenían de sus lecturas de Rabindranath Tagore y León Tolstoi, “dos intelectuales más conocidos como escritores y artistas que como educadores”, quienes en distintos momentos habían fundado escuelas experimentales en sus propiedades feudales donde practicaban la igualdad social y la no discriminación; hacían clases al aire libre, elaboraban sus propios textos de estudio y aplicaban sus propias técnicas pedagógicas. En el bagaje cultural mistraliano, continúa el investigador de la UNAM, también habrían fundamentos del intelectual ilustrado Jean Jacques Rousseau y de la experiencia del creador de escuelas normales el argentino Domingo Faustino Sarmiento, además de otros pedagogos de la época como Ovideo Decroly, John Dewey y Johann Heinrich Peztalozzi.
"Con osadía y sin dogmas, Mistral alimentó una redefinición de educación pública en que primara la diversidad cultural, de ideas y pensamientos, con el protagonismo de los sujetos que la constituyen, superando las profundas desigualdades sociales que arrecian nuestra educación y sociedad", dice Leonora Reyes.
A casi sesenta años de su muerte, con el modelo educacional en crisis y una discutida reforma en curso, el actual contexto se levanta como un momento más que propicio para rescatar el legado educacional de la Mistral en sombras y hacerlo entrar en valor.
"La tarea hoy desde el punto de vista educacional es reconstituir sujetos plenos que sean capaces de mirar el mundo que tienen alrededor, de entenderlo y de actuar críticamente. Ahora se está abriendo un espacio para que reaparezca Mistral, para que reaparezca Neruda, para que reaparezcan las grandes figuras del pensamiento chileno", advierte Grinor Rojo.