“La inclusión muchas veces se asocia de manera muy restrictiva a las personas en situación de discapacidad o de marginación social o de pobreza, pero la inclusión se refiere a la diversidad: todos y todas somos diversos a la hora de aprender”, explicó Rosa Blanco, directora en Chile de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) para la Educación, la Ciencia y la Cultura este jueves 27 de julio en su participación como conferencista del “Seminario de Experiencias de Innovación Docente: aprendizajes y reflexiones para una docencia inclusiva”, realizado en el marco de la Semana de la Docencia.
Una charla magistral, talleres y mesas de diálogo fueron parte de la jornada, comenzando con la ponencia “Hacia una educación superior inclusiva”, dictada por Rosa Blanco y Pamela Díaz-Romero, directora de Bienestar Estudiantil, Universidad de Chile, inauguración que contó con la participación de la Vicerrectora de Asuntos Académicos Rosa Devés.
En el encuentro los asistentes dialogaron respecto al rol de una formación innovadora y de las nuevas propuestas docentes para mejorar la enseñanza-aprendizaje, en el marco de un contexto cada vez más diverso en las aulas universitarias. Sobre este punto, la vicerrectora Devés se refirió a que la apuesta por las innovaciones constituye un compromiso “que requiere de mucho trabajo y que es realmente una vocación política. Volvernos mejores docentes no es simplemente preocuparnos de nuestra práctica: tiene que ver también con movilizar a otro, con un compromiso no sólo administrativo, sino que afectivo”.
Los fundamentos de una educación inclusiva
Ético - políticos, socioculturales, sociopolíticos y pedagógicos. Esos son los fundamentos que enumeró Rosa Blanco en su ponencia respecto a la educación inclusiva, donde señaló que “la inclusión no es una moda, sino que es una gran necesidad”.
Respecto al primero, la académica explicó que este fundamento apunta a “que la inclusión no es un privilegio, no es un favor, sino que es un componente fundamental del derecho a la educación y por lo tanto este es el punto de partida”. Luego, sobre el sociocultural, explicó que tiene que ver con que la “diversidad es consustancial a la naturaleza humana”.
Sobre el fundamento sociopolítico, manifestó que “la educación inclusiva es un imperativo ético, es un proyecto político en sociedades que sistemáticamente han excluido a grupos en grandes niveles de desigualdad. Por tanto, la inclusión también es un medio para avanzar hacia sociedades más justas e igualitarias”, finalizando el listado con que “frente a la creencia de que grupos homogéneos favorecen el aprendizaje, la evidencia demuestra todo lo contrario. Lo que favorece el aprendizaje es la heterogeneidad y es una de las características de una escuela inclusiva”.
Un tema que va más allá del acceso
Una dimensión de la inclusión sobre la que ahondó Pamela Díaz-Romero fue que esta va más allá del acceso a la Educación Superior. Sobre ello, la directora de Bienestar Estudiantil contextualizó que en Chile y en Latinoamérica, si bien creció exponencialmente la matrícula, este crecimiento vino de la mano de “una conceptualización de la educación en el contexto sociopolítico que la plantea no tanto como un fin en sí mismo, sino que como un bien de consumo, como una manera de contribuir a la movilidad social y a los procesos productivos, y de ser instrumento para el crecimiento económico”.
Sin embargo, advirtió, “masificación y democratización del sistema no es lo mismo”, dado que esta ampliación de la matrícula ha ido “acompañada de un proceso importante de segmentación de la Educación Superior”.
Por ello, explicó, que el tema de la inclusión va más allá del acceso igualitario. “La trampa de la igualdad de oportunidades es devolverle al sujeto la responsabilidad de desandar el camino de las discriminaciones, romper las barreras estructurales y alcanzar la posición que para quienes están en situaciones de ventaja es natural. Termina transmitiendo la desigualdad a un problema actitudinal de los individuos: los que no lo logran, es por falta de esfuerzo”, detalló Díaz-Romero aludiendo que el problema es más complejo y merece un cambio institucional que atienda a la diversidad de personas que están ingresando a las instituciones.
En definitiva, como planteó la profesora Rosa Devés, “cada uno de nosotros es y debe convertirse en un agente de cambio”.