Nacido en Suecia, pero hijo de padres chilenos, Miguel Cornejo, encargado de proyectos y convenios con América Latina de la Universidad de Lund, no esconde su satisfacción personal por los resultados y avances concretos desarrollados en el marco de la plataforma de cooperación académica Chile-Suecia (ACCESS). A dos años del primer impulso a esta instancia de colaboración e intercambio entre las principales universidades de ambos países, el representante del plantel sueco -que celebra sus 350 años de existencia- visitó la Casa de Bello para participar en diversos espacios de transferencia de buenas prácticas de internacionalización. Durante su estadía en nuestro país, entregó además su visión respecto a temas como gratuidad de la educación, impulso a la investigación e internacionalización en la Universidad de Chile.
A dos años del primer impulso al Foro Chile-Suecia y tras la conformación de la plataforma de cooperación académica ACCESS, ¿cómo evalúa el desarrollo de esta iniciativa?
Este ha sido uno de los proyectos estratégicos más exitosos en los últimos años para la Universidad de Lund. Creo que en gran parte se debió a una necesidad y una voluntad muy fuerte de los profesores de colaborar con Chile. Siempre hubo lazos individuales y existen convenios de intercambio, pero faltaba algo más institucional de esta envergadura que permitiera abordar retos en común, aprovechando los lazos culturales tan fuertes que existen por la migración chilena a Suecia. En este marco, se están desarrollando líneas de cooperación concretas en diversas materias, entre las que figuran una publicación conjunta en el área de medio ambiente, cambio climático y resiliencia, además de encuentros y actividades en temas como cáncer, envejecimiento y resistencia de antibióticos, sólo por nombrar algunos.
¿Qué factores motivaron el impulso a esta cooperación con Chile desde la Universidad de Lund?
Para Lund la puerta de entrada a América Latina fue Brasil. Fue a partir de la segunda generación de Erasmus en el 2006, que se llamó Erasmus Mundus, donde gran parte del financiamiento que la Unión Europea puso en América Latina fue hacia Brasil. Eso fue un motor muy importante para abrir los ojos a mucha gente en la Universidad de Lund, investigadores, jefes de departamento y autoridades, de lo que estaba sucediendo en América Latina. Después, se hizo un análisis objetivo de la región y se decidió continuar con Chile como un país clave por su progreso económico y estabilidad política. En Chile se ve a un Estado comprometido y una sociedad bien preparada para las relaciones internacionales, donde hay un conocimiento alto del inglés en la juventud. Además, la Universidad de Chile siempre marca alto en los rankings por su producción científica sobresaliente a nivel regional y el país -en general- se ve desde afuera como un lugar seguro, con buena infraestructura, donde todo funciona, es cómodo y fácil. Para nuestros estudiantes, Chile siempre aparece en los primeros lugares de preferencia para movilidad estudiantil y Santiago, en particular, es una ciudad bien llamativa para ellos.
Actualmente la educación y la investigación en nuestro país están en el centro de la discusión política en torno a reformas en el ámbito de la educación superior y la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Desde la realidad sueca, ¿cuál es la percepción en torno a temas como la gratuidad o los bajos presupuestos para investigación?
Los contextos de ambos países son muy diferentes. Suecia invierte cerca del 3,3 por ciento de su PIB en investigación y desarrollo. Toda la educación superior es gratuita y no hay universidades privadas, todas son del Estado. Eso ya marca realidades muy distintas. En mi opinión, ahora Chile puede avanzar desde el progreso económico hacia un progreso social igualitario y justo. Pero es muy difícil hacer eso sin tener una educación superior verdaderamente gratuita, porque el sistema excluye a mucha gente que puede aportar y llevar la ciencia y la educación adelante. Por otra parte, también existe la necesidad de poder capitalizar ese conocimiento y, por ejemplo, no solamente ser un exportador de tierra con cobre. Para eso se requiere educación, investigación y recursos y Chile está en esa posición.
Desde afuera, se habla de este país como un ejemplo en América Latina y el progreso es innegable, pero siguen existiendo estructuras muy injustas y pienso que el sistema educativo es una de esas. En eso se diferencia mucho con Suecia, pero Suecia hace 120 años atrás era un país totalmente subdesarrollado y donde el 90 por ciento de la población dependía del trabajo agrícola. Hoy los países nórdicos han demostrado que es posible hacer un progreso económico y social a la vez, con un estándar de vida alto, pero también un Estado que asegura lo básico con una calidad muy alta.
La Universidad de Chile y la internacionalización
Desde su perspectiva, ¿cuál es la importancia de que la Universidad de Chile haya decidido impulsar una estrategia de internaciónalización con énfasis en la cooperación regional?
Yo aprecio un fenómeno muy similar a los impulsos que se vieron en la década de los 80 en Europa con el lanzamiento del programa Erasmus. La diferencia ahí fue que el Proyecto Erasmus era una iniciativa de varios Estados de la Unión Europea. La importancia de esta perspectiva Sur-Sur es que resulta muy lógico crear un fundamento con sus vecinos para desarrollar un buen trabajo internacional. Por ejemplo, siempre será mucho más fácil fomentar la movilidad académica con un país vecino que con países al otro lado del mundo. Además, hay factores que favorecen esta integración, como los idiomas, la cultura o la distancia.
¿Qué impresión tiene respecto a los avances que la Universidad de Chile busca dar en materia de internacionalización?
Creo que el Proyecto de Internacionalización de la Universidad de Chile está tomando pasos muy interesantes en el levantamiento de capacidades profesionales para gestionar el trabajo de internacionalización. Eso es necesario porque hay que armar mucha infraestructura, conocimiento y capacidad, especialmente en universidades tan complejas como las universidades de Chile y de Lund, que son bastante similares. Son universidades grandes, de más o menos el mismo tamaño, con alrededor de 40 mil estudiantes, con muchas facultades, donde la internacionalización es más o menos descentralizada. Eso crea muchos retos y es algo en lo que hemos identificado muchos puntos de colaboración. Para nosotros, además, es importante ver y aprender de lo que están haciendo acá, porque la internaionalización es un campo que está en un desarrollo constante.
¿Cuál es la importancia de impulsar la internacionalización y generar una mayor vinculación con otras instituciones en la región y el mundo?
Nosotros nos relacionarnos con esa pregunta todos los días, porque esta no es la prioridad número uno en educación superior. Las preocupaciones primarias son educar a un pueblo y crear investigación sobre retos que existen en una sociedad. Pero hoy, si uno quiere ser parte del mundo global, necesita compartir conocimiento, experiencias y poder resolver temas que ya no son solamente locales. Ahí llega la dimensión internacional a cumplir un papel imporante, que se refleja en temas como publicaciones conjuntas, en movilidad y en mercado laboral. En este sentido, una universidad que hoy día se queda al margen de las redes internacionales y solamente se queda hablando consigo misma, creo que en unos años más no se podrá llamar universidad, porque va a quedar demasiado desconectada del mundo, del conocimiento y de las discusiones que existen.