Dedicada principalmente a promover la equidad en la educación superior, al empoderar a distintos actores de la comunidad universitaria para que sean agentes transformadores de cambio en sus áreas de influencia, la doctora en Liderazgo en Educación Superior, Sumun L. Pendakur, en su primera visita a Latinoamérica, viene a la U. de Chile a compartir con docentes, estudiantes y profesionales universitarios del país, en una semana que invita a reflexionar en torno a los diferentes desafíos que tensionan la práctica docente en la educación superior y en particular sobre los retos que implica la diversidad en el aula para la docencia universitaria. En este sentido, la Dra. Pendakur aboga por la necesaria consideración, por parte de las instituciones, de “la identidad de sus estudiantes, considerando el cruce de todos sus ejes identitarios posibles, en interseccionalidad”.
“La educación superior fue diseñada en gran medida pensando en un tipo particular de estudiante”, expresa por correo desde Los Ángeles (California), la experta. “Un estudiante con ciertas características: de clase media o alta, con altos niveles de capital social y cultural, generalmente varón (y, en el caso de Estados Unidos, blanco) (...). En el caso de los y las estudiantes que proceden de la clase trabajadora o de grupos empobrecidos, de minorías étnicas, que son primera generación universitaria en sus familias, estudiantes LGBTIQ y otros muchos, la educación superior no fue diseñada teniéndolos en mente”, puntualiza. En este contexto “tradicionalmente, las instituciones de educación superior han operado bajo la premisa de ´invisibilidad de la identidad` del estudiante, es decir, suponiendo que el rasgo ´estudiante` reemplaza a todos los demás rasgos de su identidad como persona”
Es importante considerar la identidad de los estudiantes por dos razones fundamentales, enfatiza Pendakur, “en primer lugar, las instituciones de educación superior suelen desarrollar prácticas basadas en la idea de déficit, esto es, prácticas que culpan al propio estudiante cuando este no tiene éxito en la universidad. Estas prácticas se reflejan en el discurso con frases como (...) “no deberíamos haber dejado entrar a este tipo de estudiantes que no tienen la base necesaria”. Este tipo de discurso va permeando sin mayor análisis del ambiente universitario (...). En segundo lugar, cuando nosotros, como educadores, consideramos de verdad las identidades y las trayectorias vitales de nuestros estudiantes, empezamos a darnos cuenta de los activos, los valores y los recursos que traen consigo a la universidad. Estos activos pueden servir como recurso para aumentar el éxito de estos estudiantes, para quienes no fue pensada inicialmente la educación superior. Por otra parte, las instituciones que no consideran la identidad integral de sus estudiantes y sus trayectorias de vida, siguen contribuyendo al patrón establecido en la educación superior, manteniendo el statu quo (particularmente, las universidades de élite, altamente selectivas), pues siguen siendo instancias de reproducción de clase que contribuyen al aumento de la estratificación social”.
Empoderamiento estudiantil y rol docente
En algunas de sus publicaciones, Sumun L. Pendakur hace referencia al empoderamiento de estudiantes procedentes de comunidades y grupos tradicionalmente excluidos. En este sentido, la autora aclara que “el empoderamiento no es algo que se pueda ´dar` a otros. Debe ser co-construido por quienes experimentan la marginalización o la exclusión y por quienes pueden proporcionar el acceso, mediante recursos, oportunidades y redes de capital social. (...) Desde mi punto de vista, el empoderamiento está estrechamente vinculado al trabajo de Paulo Freire (1970, 1974) sobre la conciencia crítica (conscientização). (...) No es una teoría sin práctica, ni tampoco al revés. No basta con comprender que las prácticas opresivas existen; debo actuar y, preferiblemente, actuar con (no para) las comunidades que viven la exclusión”, expresa Pendakur, quien agrega que las y los docentes que busquen ser un agente de empoderamiento para sus estudiantes lo primero que necesitan “es una visión política del mundo, porque el proceso de hacer que las instituciones de educación superior sean más equitativas y menos estratificadas es un acto político”.
“Los académicos y docentes universitarios tienen que cuestionar sus propios puntos ciegos, lo cual requiere de un autoexamen de las muchas facetas de la propia identidad y de los aspectos donde individualmente se accede al poder y al privilegio (¡que suele ser, además, donde más puntos ciegos se encuentran!). Una vez localizados esos puntos ciegos, debemos abordarlos como problemas relacionados con nuestra práctica. Además del trabajo personal y político, es fundamental ser explícitos al hablar de las dinámicas dentro de la universidad y de la historia institucional para hacer visible lo que hasta ahora era invisible. Por último, para poder efectuar un cambio real, es necesario que los académicos sean capaces de compaginar esa mentalidad crítica con el desarrollo de sus habilidades organizacionales, estratégicas y relacionales –y todo esto requiere práctica. Por tanto, ser un agente de empoderamiento se dice rápido, pero no lo es. Académicos y docentes tienen un enorme poder para ayudar a sus estudiantes a verse a sí mismos como verdaderos aprendices y agentes de cambio”, señala la también directora de Aprendizaje y de los Institutos de Equidad de la USC, anticipando algo de lo que será su participación en la Semana de la Docencia de Pregrado, que se realizará entre el 22 y 25 de julio próximo.