"Cáncer". Esta palabra puede trastornar por completo la vida de una persona y la de su entorno familiar. Lo peor es que no se toma conciencia real de ella sino hasta vivir el diagnóstico de un cáncer, entre ellos el de piel. Los expertos advierten la importancia de "pre ocuparse" de la piel, antes que esperar que lleguen los síntomas de alarma y el desenlace sea inevitable. Hábitos de autocuidado y consulta precoz ante cualquier duda, pueden marcar la diferencia.
Así como procuramos alimentarnos, vestirnos, lavarnos los dientes, pocas son las personas que agregan a su rutina diaria el cuidado de la piel, tanto su hidratación como la protección de los rayos U.V.
El cáncer a la piel es un grupo de varias condiciones que incluyen principalmente a los carcinomas cutáneos (carcinoma epidermoide y carcinoma basocelular) y al melanoma.
Hay varios otros tumores malignos de la piel, pero estos 3 anteriores constituyen la gran mayoría. La radiación solar ha hecho de las suyas y hasta en días nublados, actúa en silencio acumulando su efecto dañino en la piel de todos. Adoptar el hábito de usar protector solar a diario en todos los integrantes de la familia, es la mejor forma de prevenir el futuro desarrollo de cáncer a la piel.
"El carcinoma basocelular es el tumor maligno más frecuente. Tiene un comportamiento de agresividad local, es decir, crece y destruye progresivamente los tejidos sobre los que se asienta. No produce metástasis y se ubica principalmente en zonas expuestas al sol, de preferencia en el rostro, donde a menudo compromete estructuras de relevancia funcional y estética, como la nariz, los párpados y los labios", asegura la Dra. Irene Araya, especialista del Departamento de Dermatología del HCUCH.
El cáncer a la piel se relaciona con la exposición solar acumulada a lo largo de la vida, así como al daño tóxico solar, es decir, la quemadura solar. La mayor parte del daño se acumula durante la infancia y la adolescencia, por ello la importancia de educar y proteger a este segmento. Un protector solar factor 30 otorga la protección adecuada siempre que sea bien aplicado, repitiendo cada 3 horas o en caso de contacto con el agua o secado con toallas. Es imprescindible el uso de protección física adecuada (sombrero, lentes de sol, ropa, entre otros) como medida complementaria.
Por su parte, el carcinoma epidermoide o espinocelular también se relaciona con la exposición solar, y se comporta de manera más agresiva, con daño local relevante y además del riesgo de metástasis linfáticas o viscerales. Su tratamiento es quirúrgico, al igual que los otros tipos de cáncer cutáneo.
Por último, el melanoma es el más agresivo y potencialmente letal de los tumores cutáneos malignos. También se relaciona con la exposición solar, aunque es muy relevante la historia familiar y la predisposición genética, que implica tipos de piel muy claros sin capacidad de reaccionar adaptativamente a la exposición solar.
Un melanoma detectado en fase inicial, antes de producir invasión a los tejidos, tiene un excelente pronóstico y bajo riesgo de metástasis, por ello la importancia de consultar precozmente a un médico especialista. En adelante, los pacientes que han tenido este tipo de cáncer, deben controlarse de por vida, del mismo modo que es necesario examinar a la familia directa del paciente, debido a que presentan un riesgo mayor de presentar la enfermedad. La exposición a fuentes de luz artificial, como el solárium también añade daño cutáneo, que puede manifestarse no sólo como cáncer a la piel, sino también como envejecimiento prematuro de la misma.
Los pacientes deben consultar al dermatólogo en el caso de presentar lesiones pigmentadas de la piel que hayan sufrido cambios de tamaño, forma, color, irregularidades de sus bordes o acompañadas de síntomas. También en el caso de lesiones, lunares o manchas, nuevas en crecimiento, o bien, heridas que no cicatrizan en tiempo prudente. El médico evaluará cada situación y determinará la naturaleza probable de la condición y de ser necesario realizará una biopsia para aclarar el diagnóstico.