El 12 de mayo el gobierno presentó un proyecto de ley para la formación en ciudadanía en establecimientos educacionales reconocidos por el Estado. El entonces ministro de la cartera, Nicolás Eyzaguirre, planteó a la comisión de Educación de la Cámara de Diputados que el objetivo de esta iniciativa es garantizar que los colegios cuenten con un plan explícito para abordar estos temas, de forma transversal en el proceso formativo.
Es en esa dirección que el viernes 31 de julio la U. de Chile y el ministerio de Educación firmaron un convenio para impartir el Plan de Formación Ciudadana y Derechos Humanos, a cargo de los académicos del DEP de la Facultad de Filosofía y Humanidades, programa que se impartirá a 500 establecimientos públicos de todo Chile.
El académico Luis Osandón, cuyo trabajo se concentra en el DEP y quien es parte de la formulación de este Plan, explica los lineamientos y visiones que hay en el diseño de este proyecto.
¿Por qué el fortalecimiento de la educación pública debe ir de la mano de un plan de formación ciudadana?
Entendiendo que las reformas aprobadas en enero dan cuenta de una reforma estructural del sistema, y que la dependencia de lo público de las escuelas debería tener un fortalecimiento, la pregunta que surge es qué se va a hacer adentro de esa escuela pública, que característica va a tener. Es en ese instante que el tema de la formación ciudadana tiene bastante sentido, orientado a la idea de que uno de los propósitos centrales en la escuela pública es formar ciudadanos.
¿Cómo debe ser la formación en este ámbito?
Cuando se habla de formación ciudadana suele vincularse el tema con una asignatura como educación cívica, pero eso no resuelve el tema de la ciudadanía entendida como un concepto más amplio. Nosotros la hemos planteado como una experiencia más que un aprendizaje.
La educación cívica suele asociarse al ámbito normativo, cómo funciona el Estado y los mecanismos de regulación de sus poderes, de cuáles son los deberes y derechos de los ciudadanos frente a eso. Si bien es necesario, esta mirada se reduce a lo que se le llama alfabetización constitucional, la que tiene límites en la medida en que es transmitida a los jóvenes de un modo bastante limitado.
En ese sentido, ¿cómo está planteado el Plan?
Como Universidad de Chile impartiremos un curso de formación ciudadana dirigida a tres miembros de la escuela: a directores, jefes de UTP y un profesor, para impactar en la vida de las escuelas y ampliar el horizonte de comprensión en torno a cómo se forman ciudadanos en las escuelas.
Esta idea de la ciudadanía al interior de la escuela va al corazón de su quehacer, más allá de lo que se hace en una sala de clases en torno a una signatura. Por eso es que hablamos de experiencia ciudadana. De hecho el curso tiene como uno de sus elementos fundamentales cómo se gestiona una escuela de cara a la formación de ciudadanos. Con esto se busca que la escuela adquiera una coherencia en torno al tema, que empiece a agrupar un conjunto de iniciativas que circulan, como programas de sexualidad, de convivencia, antidrogas, etc. Si uno lo mira desde la perspectiva de la ciudadanía, todas esas iniciativas tienen sentido en la lógica que estamos formando a los jóvenes para la vida, y por lo tanto todo lo que acontezca en esa escuela tiene conexión.
¿Por qué en ese marco debe incluirse el tema de los derechos humanos?
También ahí hay una comprensión más amplia por parte nuestra, no asociándolos exclusivamente, -sin negarlo-, a los temas de memoria. Tiene que ver también con la idea de derechos de los seres humanos y por lo tanto la ciudadanía también tiene relación con la idea de derechos.
¿Cómo se ha abordado este tema en los últimos años?
La educación cívica en Chile ha estado presente desde larga data en el siglo XX y bajo otras fórmulas en el siglo XIX. Lo que tuvimos como experiencia durante la dictadura fue una versión muy restrictiva, centrada básicamente en los deberes del sujeto ciudadano al ordenamiento político institucional.
Eso fue objeto de crítica en los años noventa cuando se formuló el nuevo currículum que declara la idea de aprendizaje transversal, que tiene que ver con temas que van desde el conocimiento en sí mismo, pasando por medioambiente, habilidades de pensamiento, valores éticos y respeto de los derechos humanos.
Lo que ha sido muy difícil de lograr en el tiempo es posicionar que la clase de matemáticas y física también tienen que ver con ciudadanía. Ahí tenemos una tarea pendiente. Por ejemplo, en biología, todos los problemas bioéticos contemporáneos, también son parte de la deliberación ciudadana.
¿Cómo esta formación puede impactar en un contexto de crisis de legitimidad de la política?
Uno de los problemas centrales hoy día es la credibilidad en la clase política. Aún así no podríamos decir que las personas están en una actitud apática, indiferente frente a los asuntos públicos. Al contrario, uno lo que ve en los últimos 10 años, y particularmente por parte de los jóvenes es un remezón y una inquietud tremenda sobre el tema. Todo el movimiento estudiantil desde el 2006, por ejemplo, lo que revela es que tenemos ciudadanos súper activos. Podemos discutir si saben más o menos de la normativa jurídica que rige el juego democrático, pero no podríamos decir que tenemos ciudadanos a los que no les importa la política.
El tema de “los tiempos de la politización” como señala el informe del PNUD viene desde una trayectoria creciente del descontento con la clase política que al parecer no termina de entender que se debe a los ciudadanos. Lo que viene es pensar cómo se transforma toda esta energía que está dando vueltas en la sociedad en una energía constructiva.
En ese sentido, acciones como las de este plan pueden ayudar, no a moderar, sino que darle más herramientas a la ciudadanía a través de estos profesores respecto de qué son los mecanismos concretos con los cuales uno puede operar para esta vida en común; porque detrás de esto hay un tema que es muy importante, que tiene que ver con la idea de que esta vida en común se construye a partir también de una lógica de reconocimiento del otro, y cuando estamos en etapas más convulsas como país, claro, da la impresión de que el otro no importa, por lo tanto, esta idea de reconocimiento debiera ser uno de los elementos fundamentales para apuntar a cómo somos capaces de resolver conflictos con toda la agudeza de la contradicción.