“Vedado estaba a la mujer chilena franquear el umbral sagrado del augusto templo de las ciencias. La ley se oponía a ello cerrándola el paso que conducía a las aulas oficiales, en las diversas gradaciones de la enseñanza secundaria y superior (…) Pero los tiempos cambian. Se declaró que la mujer chilena podía ser admitida a la prueba de opción de grados. Una barrera estaba franqueada, quedaba aun otra que salvar que no era menos penosa, menester era obtener el pase de la sociedad para que la niña pudiese salir del hogar y llegar, al santuario de las letras y de las ciencias para volar a él sin que se la mirase a su vuelta con recelo y de reojo”.
Estas palabras, escritas por Eloísa Díaz, son parte de la introducción de su memoria de título "Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y de las predisposiciones patolójicas propias del sexo", con la que obtuvo el grado de Licenciada en la Facultad de Medicina y Farmacia de la Universidad de Chile, institución que le otorgó su título universitario el 3 de enero de 1887.
Eloísa Díaz es una de las seis mujeres que se titularon como médicas-cirujanas durante el siglo XIX en nuestro país. Éstas fueron parte de las primeras estudiantes de sexo femenino en tener la posibilidad a educarse en la universidad, luego que en 1877 se dictara el Decreto Amunátegui, disposición que estableció que las mujeres “deben ser admitidas a rendir exámenes para obtener títulos profesionales, con tal que se sometan para ello, a las mismas disposiciones a que están sujetos los hombres”.
En 1881 y con solo 15 años, Díaz rindió con éxito el examen de Bachillerato en Humanidades, tras lo cual ingresó a la carrera de Medicina en la Universidad de Chile, programa desde el cual egresó con honores por su excelente desempeño.
Cecilia Sepúlveda, médica y profesora titular de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, quien escribió una reseña sobre Díaz en la Revista Anales de la Universidad de Chile en 2010, la califica como una mujer “muy valiente y adelantada para su época” y advierte que con su titulación “se abrió la puerta para que otras mujeres también se atrevieran a ingresar a Medicina. Es tremendamente relevante este acto de Eloísa Díaz, en tiempos en que se suponía que las mujeres debían ser buenas esposas, buenas madres y buenas hijas, pero nada más”.
Respecto a su rol en la medicina, la Dra. Sepúlveda destaca a Díaz como una profesional preocupada de los niños y de la salud infantil. “Ella impulsó la existencia de jardines infantiles, la creación de consultorios para personas de menos recursos, las colonias escolares y el servicio médico dental. Permanentemente le estaba haciendo sugerencias o propuestas al ministro de educación y sus propuestas muchas veces fueron acogidas porque tenían esta mirada, este enfoque de salud pública”, cuenta la académica.
En 1911, en medio de la medio de la llamada Cuestión Social, se creó el Servicio Médico Escolar de Chile, del cual Eloísa Díaz fue su primera directora. Desde este organismo la doctora promovió la obligatoriedad del desayuno escolar, propició la vacunación masiva de los niños y luchó contra el raquitismo y la tuberculosis. Dedicada a diversos ámbitos de la medicina social, durante toda su trayectoria Díaz participó de otras instituciones como la Asociación de señoras contra la tuberculosis, la Liga Chilena de Higiene Social, la Liga contra el Alcoholismo, el Consejo de Instrucción Primaria, la Sociedad Científica de Chile y el Consejo Nacional de Mujeres.
Sus diversos aportes a la medicina social la hicieron merecedora, durante el Congreso Científico Internacional de Medicina e Higiene, realizado en 1910 en la ciudad de Buenos Aires, del título de Mujer Ilustre de América.
A la edad de 60 años Eloísa Díaz cesó labor profesional, y en 1950, a los 84 años murió en el Hospital San Vicente de Pauls de Santiago.