Cuando el equipo que lidera la profesora Daniza Ivanovic culmine este proyecto el 2018, habrán investigado la trayectoria de estudiantes del país durante nueve años. Esto porque a partir de diferentes iniciativas han podido seguir desde una mirada multicausal diferentes factores que inciden y repercuten en el rendimiento escolar.
Esta vez, como explicó la académica, “nos interesa evaluar el comportamiento de factores educacionales, socioeconómicos, neurológicos, psicológicos, nutricionales y familiares que afectan el rendimiento en la PSU y en la posterior actividad ocupacional”.
Este estudio tiene como antecedente otro proyecto Fondecyt donde el equipo estudió entre el año 2010 y el 2013 a 1.353 escolares de la Región Metropolitana que estaban en quinto básico y en primero medio que rindieron el SIMCE 2009. Con los resultados de este examen estudiaron variables vinculadas a los niños como los factores socioeconómicos, socioculturales, familiares (estabilidad familiar, número de hermanos, hacinamiento), del sistema educativo (dependencia del establecimiento, preparación académica de los docentes, metodologías, infraestructura) y nutricionales (la historia nutricional y el estado nutricional actual).
Según los resultados, este último factor es una de las variables más decidoras. Como explicó la investigadora “dentro de los parámetros de estado nutricional del niño, el que mantiene una asociación más significativa con el rendimiento, tanto en el SIMCE como en la PSU, es el perímetro cefálico, que es indicador de desarrollo cerebral y de historia nutricional”.
En un estudio realizado por el equipo en el año 1996, investigaron a 32 niños de escasos recursos, de los cuales 16 habían tenido desnutrición severa el primer año de vida, a diferencia de los otros 16. “Los niños con desnutrición tenían un peso de nacimiento significativamente más bajo porque incluso ya venían desnutridos desde el útero, y se ubicaron bajo la media promedio del perímetro craneal”, explicó Ivanovic respecto a las diferencias del tamaño del cerebro, que en el caso de los hombres “poseían 1.358 cc. y los sin desnutrición 1.551 cc., teniendo 200 cc. de masa encefálica menos”. Otro aspecto que los diferenció fue el resultado de las pruebas de coeficiente intelectual, especialmente el verbal, y el resultado en la PSU.
A pesar de esto, la investigadora enfatiza que todos los factores cumplen un rol en los procesos de aprendizaje y de desarrollo de los niños, y no se trata de “relaciones de causa –efecto, sino que de asociaciones estadísticas, porque no siempre podemos hablar de que todos los niños inteligentes tienen cerebros grandes, pero a nivel epidemiológico sí, hay asociación significativa entre el volumen encefálico medido por resonancia magnética y el rendimiento de los niños”.
“El rendimiento escolar es como una torta en que puedo sacar pedazos de distinto tamaño de acuerdo a la responsabilidad que tienen las distintas variables, pero no quiere decir que una variable sea más importante que otra, porque todas están interrelacionadas. Por ejemplo, el niño que ha tenido una mala alimentación durante los primeros años de vida pudiera ser que viera menoscabada sus capacidades cerebrales, pero todo contribuye en un grado específico al rendimiento escolar de los niños".
Esta última premisa queda evidenciada además porque entre los resultados del estudio del año 2010 en los colegios evaluados como avanzados por sus resultados en el SIMCE existen niños que poseen resultados del rango inicial y/o intermedio. Sobre esto, la académica señala que se debe a que "las causas del mal rendimiento en un niño puede que no sean las mismas causas de mal rendimiento en otros niños".
Como advierte además la investigadora, “la inteligencia es modificable a través del proceso de enseñanza aprendizaje. Nosotros hemos repetido los test de inteligencia y hemos visto que los niños van mejorando su capacidad intelectual a lo largo del sistema educacional”. Para esto es fundamental, explica, “la estimulación que puedan recibir desde diferentes actores vinculados a los ámbitos investigados, entre ellos, la madre”.
Por esta razón, “hay que empezar por implementar acciones desde las edades más tempranas para proteger el capital humano desde antes del nacimiento”, agregó Ivanovic. Este tipo de estudios es fundamental para la formulación de políticas educacionales, pues es en el proceso educativo donde se debe implementar en los niños la valoración del autocuidado en salud.
Es así como este equipo, integrado además por Yasna Orellana, doctora en estadística del INTA; Rodrigo Valenzuela y Ana María Palomino, académicos del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina; los médicos de la Clínica Alemana, Cristián Larraín y Claudio Silva; el economista Víctor Martínez, de la Universidad del Desarrollo; la investigadora en educación de la PUC Violeta Arancibia y Atilio Almagia, profesor de la Universidad Católica de Valparaíso, continuará con esta investigación en la que realizarán un seguimiento de los niños del estudio del año 2010. Esta vez, serán 661 -330 hombres y 341 mujeres-, los cuales rindieron la PSU el año 2013. Éstos serán evaluados además con análisis de colesterol y glicemia con la finalidad de ver "también como se asocian determinados ácidos grasos, como el DHA con el desarrollo cerebral, con la inteligencia y con el rendimiento en la PSU".