Las imágenes de miles de ciudadanos sirios arriesgando sus vidas en improvisadas balsas para llegar a Europa han llenado portadas durante los últimos meses, como una de las consecuencias más brutales de la guerra civil que desgarra ese país desde hace seis años, en el marco de la mayor crisis de refugiados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En febrero de este año 4,5 millones de ciudadanos sirios se encontraban refugiados en Líbano, Turquía, Irak, Egipto y Jordania, cifras mucho mayores a los alrededor de 500 mil personas que se han acercado a Europa buscando dejar atrás la guerra, y que han generado una importante crisis política en la Unión Europea, con países negándose a recibir refugiados y con atentados realizados por integrantes del Estado Islámico.
Con el objetivo de explorar los orígenes de la crisis en Siria, su relación con la llamada "Primavera árabe" y la situación de los refugiados, el Instituto de Estudios Internacionales y el Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile realizaron entre el 23 y el 25 de agosto el seminario “Siria y la crisis de los refugiados”, en el que participaron académicos y periodistas de nuestra institución junto a invitados de la Universidad Complutense de Madrid.
Dos tesis sobre los orígenes del conflicto
El Magíster en Ciencias Políticas de la Universidad Arcis, Nicolás Chadud, explicó que los regímenes árabes ya fueran repúblicas o monarquías, gozaban de buena salud hasta el inicio de las grandes protestas en el año 2011 en Túnez. Sin embargo, "la guerra en Irak y la caída de Saddam Hussein provocó un vacío de poder que generó un ambiente ideal de caldo de cultivo para grupos extremistas".
Así, movimientos como Jabhat al Nusra o el Estado Islámico "se alimentan de los vacíos de poder generados tras la caída de regímenes por intervenciones extranjeras que han producido zonas devastadas que se caracterizan por el hambre, la desazón y la desesperanza, con la complicidad de gobiernos regionales que buscan erradicar estados seculares o semi seculares".
De todas maneras Chadud aseguró que en Siria existían buenas condiciones para que el Estado mantuviera a raya las revueltas gracias a que contaba con unas sólidas Fuerzas Armadas, y con legitimidad y apoyo en los grandes centros urbanos, entre la clase media y la clase alta, y se encontraba realizando reformas económicas.
El problema habría sido en su opinión que "el gobierno optó por por una represión frontal, con bombardeos aéreos y el avance del ejército como en la revuelta de Hama en 1982, que se saldó con miles de muertos, en vez de dar cuenta de las muestras de descontento y aplicar medidas que atenuaran la crisis. Esto generó un ambiente propicio para que las protestas se radicalizaran y se militarizaran".
Una tesis completamente diferente fue la que planteó el académico de la Universidad Complutense de Madrid, Pablo Sapag, quien hizo hincapié en los factores internos y externos que confluyeron para provocar la actual guerra civil. El académico recordó que el islam político en Siria protagonizó diversas revueltas armadas, incluyendo la proclamación de un califato islámico en la ciudad de Hama en 1982, con el objetivo de instalar un gobierno que se rigiera por una visión extrema del islamismo suní lo que no fue aceptado por el Estado, en un país que cuenta con 18 confesiones religiosas diferentes. "A fines de 1973 se conformó el brazo armado de los HM, la Vanguardia Combatiente, que asesinó a cientos de funcionarios, profesores y policías en las calles", explicó el académico español, provocando la respuesta del Estado que reprimió duramente el alzamiento islamista.
Para Sapag el conflicto entre un sector de la sociedad ligado a políticas económicas socializantes y la defensa de un Estado aconfesional -vinculados a ideales panarabistas y pansirios-, y otro que buscaba imponer un Estado islámico según una lectura extremista del islamismo político suní tiene larga data en el país, y está en la génesis del actual conflicto.
A ello se sumaría una crisis económica que afectaba fundamentalmente al campo debido a la sequía que golpeaba al país desde 2007, la implementación de una política de apertura económica que buscaba la liberalización del país, con la retirada de subsidios clave para la agricultura, y los efectos producidos por la retirada de las tropas sirias de Líbano, donde resguardaban el cumplimiento de los acuerdos de paz de 1989, quienes eran acompañados por miles de trabajadores sirios que enviaban remesas a su país y que volvieron con las tropas en 2005.
Producto de esta crisis "muchos campesinos y pequeños agricultores perdieron su sustento económico, produciéndose un desplazamiento de población desde zonas del noreste y el sur del país hacia las grandes ciudades, asentándose en barrios periféricos y precarizados de ciudades como Hama, Homs y Damasco", aseguró Sapag, generándose un ambiente ideal para que estallara un conflicto que fue rápidamente aprovechado por potencias regionales y mundiales.
El rol de los medios de comunicación
La periodista Sofía Brinck, quien dedicó su memoria de título al entonces naciente conflicto en Siria, cuestionó la manera como los medios de comunicación han tratado la crisis en Medio Oriente y el Norte de África desde las primeras protestas en Túnez, aplicando conceptos y marcos propios de la realidad occidental a la hora de cubrir los acontecimientos en los países árabes.
Así, cuestionó el concepto de "primavera árabe" por ser un recurso que buscaba igualar los enfrentamientos en esos países con la lucha por la democracia liberal, en un eco de la Primavera de Praga de 1969, estableciéndose un relato que "debía pasar por peripecias antes de llegar al glorioso final. Las peripecias eran los enfrentamientos con las Fuerzas Armadas, los discursos de los dictadores negándose a renunciar y las miles de personas acampando en la Plaza Tharir de Egipto. El glorioso final debía ser la llegada a la democracia, el sistema de gobierno de los países desarrollados y el fin de las "miserias" causadas por los regímenes autoritarios".
En un país lejano del escenario en el que se desarrolla la noticia, Brinck problematizó dos desafíos que deben sortear los periodistas dedicados a materias internacionales: la falta de espacio para estas materias en los medios, conseguir fuentes confiables y la verificación de la información sin contar con corresponsales, citando de paso al periodista Patrick Cockburn, quien aseguró que no recordaba otra crisis en la que "fuentes propagandísticas, sesgadas o de segunda mano" hubiesen sido tan fácilmente aceptadas por los periodistas como proveedoras de hechos objetivos.