Camilo Sepúlveda está estudiando arquitectura en la Universidad de Santiago, mientras que Rubén Riquelme cursa ingeniería civil industrial en la Universidad Tecnológica Metropolitana, pero hace un año atrás cada uno era un estudiante más de sus liceos y su vida era “relajada”. Acceder a la educación superior era una posibilidad, pero parecía lejana. Sin embargo estaban las ganas.
Ambos coinciden que entrar a la universidad implicó un cambio profundo para transformar hábitos y costumbres: “En el colegio estaba muy relajado, uno decía 'ah, no voy a clases porque hace frío', acá al contrario, pasan lista pero nadie está controlando que estés, y si faltas a una clase, la cosa se complica”, dice Camilo. “En la universidad puedes hacer prácticamente lo que quieras, pero siempre viendo las consecuencias de faltar a clases, porque no es fácil”, añade Rubén.
Si tuvieran que darle un consejo a los compañeros que hoy están en 3° o 4° medio, los dos jóvenes reconocen que estudiar es una prioridad, pero sobre todo hacerse un hábito. "Cambiar del colegio a la universidad fue un proceso muy duro, pero hay que acomodarse. Yo lo único que puedo recomendar es que estudien y que nunca dejen de estudiar, hay que hacerse el hábito y sacarse la mugre. Si quieren ser alguien, hay que ponerle empeño y esforzarse”, afirma Rubén.
Camilo reconoce que hay materias que en el colegio no tomaba en cuenta, pero que en la universidad son fundamentales, de ahí la importancia de adquirir esas fortalezas durante la vida escolar: “Lo más difícil hasta ahora ha sido geometría y física, y ahí uno se da cuenta de la importancia de tener una buena base en la enseñanza media, porque el cambio es fuerte. En el colegio no ponía mucha atención y al llegar a la universidad estas materias son clave”.
Oportunidad sin igual
Los liceos desde donde egresaron Rubén y Camilo son parte de los cinco centros educacionales con los que trabaja la Universidad de Chile como parte del Programa de Acompañamiento y Acceso a la Educación Superior (PACE) dependiente de la Oficina de Equidad e Inclusión de la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios, y que se suman a los 451 liceos a lo largo de todo el país seleccionados por Mineduc como beneficiarios de este programa que otorga acompañamiento y cupos en la Educación Superior a estudiantes de liceos de alta vulnerabilidad escolar.
Para Rubén y Camilo, el Programa PACE marcó una diferencia importante en el ingreso a la educación superior pues durante tercero y cuarto medio los acompañó con reforzamiento académico, pero también ampliando sus propias expectativas sobre qué hacer una vez finalizado el colegio: “Del programa recuerdo que nos visitaban, pero al principio yo no me acogí mucho. No estaba dentro de mis perspectivas, pero continuamente ellos nos iban reforzando y ahí empecé a entender un poco más el tema”, recuerda Camilo. “Yo doy las gracias al programa PACE porque sin ellos a lo mejor yo no estaría estudiando. Gracias a mi esfuerzo de enseñanza media y que el PACE lo supo valorar es que puedo ahora estar estudiando en la universidad y en una carrera que realmente me gusta”, afirma Camilo.
Para Rubén “El PACE UCH fue muy bueno, siempre nos llevaron a universidades, una vez hicimos un taller de programa de radio, hicimos cursos online, recuerdo todas las veces que nos llevaron al teatro, a ver obras, ellos siempre estuvieron acompañándonos en el proceso. El PACE te hace ver cómo será la universidad y te vas acostumbrando”.