El pasado 18 de septiembre el académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Florencio Utreras, marcó un hito al convertirse en el primer chileno en ingresar al Internet Hall of Fame. La distinción, entregada por la Internet Society en reconocimiento de su contribución al desarrollo de las redes académicas e internet en Chile y América Latina desde mediados de los 80, concitó el interés de distintos medios respecto a la obra de quien es considerado como el padre del internet en Chile. El profesor Utreras, en conversación con Prensa UChile, analizó en retrospectiva la revolución tecnológica de la que fue parte y planteó algunos de los desafíos que actualmente existen en torno al presente y futuro del internet.
Usted impulsó el desarrollo del internet en Chile y fue uno de sus principales en Latinoamérica desde mediados de los 80, ¿tenía en ese entonces alguna visión de lo que es hoy?
Nosotros lo que teníamos eran sueños. Creíamos que tenía un potencial tremendo para el desarrollo de servicios. Eso está en mucha de las presentaciones que hicimos en aquellos años. Ahora, cómo eso iba a cambiar el mundo, creo que nadie lo podía tener claro. Lo que sí sabíamos es que tenía el potencial de ser una herramienta de comunicación tremendamente importante y que podía transformarse en algo muy sencillo de usar.
¿Qué tendencias observa en cuanto a la evolución de esta tecnología que revolucionó las telecomunicaciones?
En el mundo de hoy vivimos y trabajamos en una telaraña de comunicaciones con requerimientos que han ido aumentando cada vez más. Una de las cosas que se proyecta en su desarrollo es la progresiva integración de máquinas dentro de esta red. Todo lo que hoy día se denomina como big data, la integración de servicios que utilizan los datos, la localización, las imágenes, usando elementos que faciliten la comunicación entre seres humanos, entre los seres humanos y las máquinas y de las máquinas entre sí. Esto está implicando requerimientos nuevos. Por ejemplo, sobre los artefactos que usamos, como aplicaciones, o en relación a exigencias sobre las redes de comunicación, que tienen que ser más resistentes.
¿Cómo observa actualmente a Chile en el marco del desarrollo de internet y frente a estos requerimientos?
Aquí en Chile, en particular, tenemos redes que circulan a través de nuestra longitud de norte a sur que cuando viene un terremoto se cortan. Tenemos que generar redes más fuertes que sean capaces de resistir esos fenómenos. Eso implica hacer nuevas inversiones, integrarse con los países vecinos, tener mecanismos de respaldo para cuando eso ocurra. Al mismo tiempo, no podemos dejar de ver que el internet de alta velocidad en Chile no es lo mismo que el internet de alta velocidad en Estados Unidos. De hecho, el precio de internet de cualquier velocidad de transmisión en Estados Unidos o en Europa es una décima parte de lo que cuesta -en promedio- en Latinoamérica. Eso ocurre por razones comerciales principalmente. Hay mercados más masivos, con más poder adquisitivo, en los cuales hay más inversión. El mundo desarrollado sigue 10 o 20 veces adelante en términos de capacidades de comunicación. La brecha no se ha acortado, más bien ha aumentado.
¿Qué medidas son necesarias para enfrentar y contrarrestar esa realidad?
Yo particularmente sostengo que eso no se va a resolver nunca sólo con políticas de mercado. Tiene que ser resuelto con política pública. Tenemos que buscar la forma en que la gente acceda con las mismas velocidades y no se siga manteniendo esta lógica del mercado, que es la lógica que hace más rico a los ricos y más pobres a los pobres. Esa lógica de mercado tenemos que cambiarla para avanzar hacia un internet del futuro. La única forma de contrarrestar eso es con políticas activas de parte de los países más desfavorecidos.
Pasan dos cosas. Primero, lo que se paga acá por 40 dólares no es lo mismo que allá. Tienes mejores velocidades allá que acá. Por otro lado, el PIB y la capacidad de compra de la gente es bastante mayor en Estados Unidos que en Chile. Es decir, podrías pagar lo mismo, pero eres más pobre acá. Estas pagando una proporción más grande de tus ingresos por algo que es más malo. Por otra parte, una cosa que estamos haciendo como América Latina para que nuestras comunicaciones sean fuertes, resistentes y no dependan de un sólo país, es la construcción de un cable submarino que conecta directamente a Latinoamérica con Europa. Esto es tremendamente importante, porque hoy todas nuestras comunicaciones dependen de un solo país. Necesitamos que nuestros cables submarinos en vez de pasar todos por Estados Unidos, también vayan a Europa, Africa y Asia, porque con ellos también tenemos relaciones muy importantes.
¿Cuáles son las implicancias de esta dependencia de Estados Unidos en términos de conectividad?
Por ejemplo, la mayor parte de nuestras comunicaciones pasan por Florida. Si hubiese un desastre sin precedentes, como casi lo que hubo con el reciente huracán Irma, podríamos haber quedado cortados comunicacionalmente. Pero más que eso, a mí me preocupa las consecuencias políticas. El depender de las decisiones de un solo país me parece equivocado, independiente de que país sea. Estados Unidos, en este caso, tiene el Acta Patriótica, que le permite bajo la jurisdicción de los tribunales norteamericanos tener acceso a la información que manejen las compañías norteamericanas, dentro o fuera de su territorio. Eso me parece arbitrario. Ahí existe un problema. Si el día de mañana uno tiene un desacuerdo profundo político o estratégico con ese país, podrían eventualmente cortar las comunicaciones.
Además del tema de la soberanía esto implica problemas de privacidad en relación a las poblaciones de otros países...
En temas de privacidad es preocupante la acumulación de información privada por parte de algunas empresas transnacionales, porque ciertamente tienen un poder que muchas veces no queremos dar al Estado, pero se lo damos a quienes no controlamos de ninguna forma. Al Estado nos cuesta controlarlo a veces, pero el Estado es nuestro. Sin embargo, esas compañías multinacionales no lo son. De hecho, hace poco el Ministerio del Interior quería impulsar un decreto que buscaba que las compañías almacenaran la información de lo que hacemos en la red. Se dio una reacción muy negativa de la gente aquí en Chile, con la que tiendo a coincidir, pero también hay que tener en cuenta que esa información ya se está obteniendo sin nuestro permiso. Incluso se ha visto que el Estado contrata servicios de compañías que almacenan los datos fuera de Chile y que están sujetas a legislaciones que nos son chilenas respecto a datos de chilenos en Chile.
¿Qué peligros concretos ve en relación a este fenómeno?
Existe gente que le entrega a las compañías información muy privada. Eso es un peligro y la gente tiene que estar consciente de ello. Por ejemplo, una persona puede buscar información sobre un medicamento y si esa información se almacena, probablemente la compañía puede saber que uno tiene una cierta enfermedad o una cierta inclinación que en algún momento puede ser usada en contra nuestra. Como frente a las preexistencias, por ejemplo. La acumulación de información privada es un problema. El 1984 de Orwell no era posible sin una red que acumulara información y eso es exactamente lo que está ocurriendo hoy día. Entonces, tenemos que tener mucho cuidado. Esto es parte de los desafíos concretos que tenemos hoy en día.