Dos miradas sobre la histórica apertura de Trabajo Social y Pedagogía en Educación Parvularia

Dos miradas desde la Universidad

Reapertura de dos carreras: dos historias que se cruzaron en el tiempo.

Mónica Manhey Moreno
Académica del Departamento de Educación
Facultad de Ciencias Sociales

Desde el año 1944 se crea la Escuela de Educadoras de Párvulos en la Universidad de Chile, pionera en América Latina. Estuvo a cargo de destacadas mujeres feministas de la época, pertenecientes a la Asociación de Mujeres Universitarias la chilena Amanda Labarca y la exiliada española Matilde Huicci. Ellas, sus estudiantes y la Universidad, hicieron historia que quedó en las páginas de la Educación Parvularia Chilena. Ya en aquel entonces se relevó este nivel educativo y su saber pedagógico especializado, empezando por el nombre de Educadoras de Párvulos y no parvularias, demostrando que debieran ser profesionales de la educación.

Así, en agosto de 1946, egresa la primera generación de Educadoras de Párvulos, quienes tuvieron gran protagonismo y liderazgo en el país aportando a iniciativas con respecto a los párvulos, como la Ley de Jardines Infantiles y la instalación de jardines en empresas estatales y privadas, la creación en nuestro país del Comité Chileno de la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP) y la Asociación Chilena de Educadoras de Párvulos. Además de la creación del Currículo Integral, modalidad de trabajo para los niños y niñas menores de seis años, la cual se utiliza en la mayoría de centros educativos que trabajan con este tramo etario.

Todo fue glorioso, hasta que el desarrollo de la Carrera en la Universidad de Chile, fuera impactado por la nueva institucionalidad del Sistema de Educación Superior establecido por el gobierno militar, con la Ley de Universidades de 1981, quedando excluida de las funciones académicas de esta Casa de Estudios la formación de Educadores/as de Párvulos y circunscrita al Instituto Pedagógico, que posteriormente pasa a ser parte de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE).

Tuvieron que pasar muchos años, hasta que con el proceso de recuperación democrática, y conscientes de la importancia de la educación infantil y como una forma de aportar al mejoramiento de la calidad de la educación, en el Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Sociales se abre una nueva carrera en el año 2001: Educación Parvularia y Básica Inicial, concretando ideales como es la transición entre la Educación Parvularia y Básica Inicial.

Este proyecto es también innovador en el país y América Latina, destinado a favorecer la transición y articulación entre ambos niveles educativos; problema que hasta hoy perdura en muchos países. Así se han formado desde ese año a la fecha profesionales que puedan trabajar con niños y niñas desde el nacimiento hasta los 8 años.

Hoy se siguen formando educadoras y educadores en la Facultad de Ciencias Sociales dentro de esta carrera, educadoras/es con un sello público, innovadoras/es, líderes, que reflexionen en torno a sus prácticas y propicien tanto en ellas como en las comunidades donde se inserten a la reflexión y generación de conocimiento.

Sin embargo, después de una evaluación referida al campo laboral y las necesidades específicas de la formación, se ha decidido abrir la formación en profundidad para cada nivel educativo.

Se impartirá la carrera de Educación Parvularia en la Facultad de Ciencias Sociales y la de Educación Básica en la Facultad de Filosofía, estrechando puentes entre ambas.

Después de treinta y tres años podemos decir: No nos cerraron las puertas, seguiremos formando Educadoras y Educadores de Párvulos que propicien oportunidades de aprendizajes para los niños y niñas de nuestro país, profesionales comprometidas/os, con sello social, que innoven y que continúen el legado de las antiguas generaciones.

Trabajo Social en la Chile: Una carrera con una herencia  histórica

Teresa Matus Sepúlveda
Directora Trabajo Social
Facultad de Ciencias Sociales


Reabrir Trabajo Social en la Universidad de Chile después de 41 años de su decreto de cierre por la Dictadura en 1973 ha sido una tarea impulsada por distintas generaciones. Walter Benjamin sostenía que vivimos de la herencia, que en ese espíritu nos situamos en el presente sin olvidar las expectativas del pasado, que hay un lazo secreto entre las generaciones. Y el espíritu que impulsó la Escuela de Trabajo Social Alejandro del Río, primera escuela latinoamericana de la disciplina creada en la Universidad de Chile en 1925, fue realizar uno de los primeros diagnósticos sociales de Chile para mostrar y transformar las condiciones de injusticia social, análisis insertos plenamente en la emergencia de la cuestión social en ese despertar del siglo XX.

Esas pioneras fueron mujeres fuertes, que con decisión ingresaron a la esfera pública, en ese tiempo de la Universidad en que, como señala Sonia Montecino, ellas escuchaban la clase detrás de un biombo. En este sentido también innovaron, introduciendo un tipo de pedagogía de análisis que conllevaba una constante vinculación con el contexto social, con los barrios obreros, comprometiéndose a divulgar las condiciones deplorables de las viviendas, las situaciones de explotación del trabajo, la relación indisociable entre enfermedad y escenarios de hacinamiento y desprotección social. 

Ese espíritu de empuje, de dignificación de las personas y denuncia de las condiciones de pauperismo y desigualdad fue el que se desarrolló durante casi cincuenta años, interrumpidos por el cierre a partir de 1973. Testimonio de su valentía, de su defensa irrestricta de los derechos humanos son sus diecisiete detenidos desaparecidos.Entonces, de esa herencia vivimos, y es con sus sueños, con su espíritu, con sus expectativas no cumplidas que hoy al re abrir decimos: presente.

En esa memoria, en esos lazos que nos exigen y comprometen con dar lo mejor de cada uno, es que con respeto y agradecimiento re abrimos Trabajo Social, en esta Universidad pública. Para enfrentar una vez más, con renovados saberes, la desigualdad que nos habita y abrir paso a mejores formas de redistribución social y de reconocimiento público de legítimas y plurales formas de vida. Trabajar académicamente mediante núcleos de investigaciones desde las cuales se desarrollen propuestas de programas sociales, de intervenciones sociales innovadoras es uno de nuestros ejes formativos. Esta es una tarea colaborativa, a la que invitamos a las Ciencias Sociales, a las Humanidades, a Filosofía, a Derecho, Ingeniería, a Matemática, a Medicina, a Arquitectura, a las artes. 

Trabajar juntos para mostrar, entre otras líneas, que en la región metropolitana, tenemos comunas con 28 mt. de área verde por habitante, otras con apenas 80 cm, comunas donde se reúnen todas las externalidades positivas y otras con el Kino acumulado de los peores servicios. Estas últimas no se encuentran faltas de intervención, muchas veces han sido sobre intervenidas. Apostar al desarrollo de territorios extremos no significa solamente ir a los bordes de nuestra geografía, sino también asumir los territorios extremos de nuestras ciudades: en Valparaíso son sus cerros, en Santiago sin duda eso se llama Bajos de Mena, la Legua emergencia, el Castillo. Los nombres además son simbólicos: Volcan I, Volcán II, es imposible pensar que no erupcionen.

Trabajar en serio lo social implica entender la fragmentación presupuestaria, la falta de expertos instalados en esos lugares. Significa no pensar en un modelo centralizado de administración, pero tampoco en una fragmentación local dejada a la suerte de su propio contexto. Descentralizar, es innovar en otras lógicas de coordinación funcional. Requerimos protocolos y estándares internacionales comparados, no sólo aunque también para las emergencias, pero además para la atención de niños, de mujeres que sufren de violencia doméstica, de jóvenes, de adultos mayores. Requerimos de otros mecanismos de evaluación de nuestros programas y políticas sociales, no sólo centrados en la demanda, sino también observados desde la oferta.

Porque hemos avanzado pero hay espacio para mucho más. Porque en este afán contamos con nuestra herencia, con una memoria extendida de siglos y convocamos a nuestros muertos y a los que estamos aquí. Por ello es que en marzo del 2015 y después de casi cuarenta y dos años, se reabre la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Chile. Para entrar en ella es que convocamos a nuestros jóvenes, a los de espíritu inquieto, a los entusiastas de esta herencia. Vengan con nosotros, refundemos lo social, hagamos posible lo que todavía no existe en Chile. Y transitemos esos caminos con una sabiduría antigua, con esa de Andrés Bello. Apostemos hoy, de nuevo, y otra vez, a esa gramática republicana de la libertad.