El pasado mes de junio, la aparición de la nueva versión digital de la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE-11 de la OMS -guía que incluye definiciones y criterios para todas las patologías y condiciones patológicas, y que se usa para diagnosticar, investigar y definir las enfermedades, tanto para los sistemas de salud como para los sistemas financieros- prendió las alarmas entre expertos e investigadores en vejez: por primera vez, la CIE incluía bajo el código MG2A -en la sección de “síntomas generales”- a la “vejez”, avanzando así hacia una definición del envejecimiento como una enfermedad.
Esta apuesta de la OMS, que cada año en el mes de enero actualiza la CIE, generó una ola no menor de rechazo internacional y preocupación ante este rótulo de patología que se le quiere dar al envejecimiento, cuestión que -no obstante- es celebrada por algunos científicos. El fundamento de quienes apoyan esta medida es que permitiría acelerar el proceso que llevaría a una “cura” de esta "enfermedad".
“Hay gente que trabaja en biología del envejecimiento que está empujando la idea de que el envejecimiento pueda ser considerado una enfermedad, y esto pasa porque si uno quisiera encontrar estrategias farmacológicas o terapéuticas para tratar la vejez, estos solo se pueden desarrollar para una condición que es considerada una enfermedad. Y parte de la lógica de la OMS clasificando a la vejez en este código tiene que ver con eso”, afirmó el doctor Christian González-Billault, director del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo, GERO, y quien también es parte de la Red Transdisciplinaria sobre Envejecimiento (RedEn) de nuestro plantel, instancia que por medio de una misiva manifestó su total rechazo a esta modificación de la OMS.
Aunque el profesor González-Billault es parte de los firmantes de esa declaración, que entre otras cosas apunta que “La vejez es una etapa natural y no patológica del curso de vida, tal como es la infancia o la adultez”, también advierte que estamos frente a un debate complejo, que tiene múltiples niveles de análisis y en el cual se confrontan definiciones que inevitablemente en algunos casos resultan contradictorias.
“El envejecimiento es un problema multifactorial, depende de la biología, de la medicina y también de variables sociales, culturales, económicas y ambientales. Por lo tanto, cuando uno quiere definir ciertos conceptos en un problema que tiene tantas definiciones, algunos pueden entrar en conflicto. Y este es un caso muy concreto porque cuando tú dices que el envejecimiento es una enfermedad, inmediatamente se está generando una estigmatización, que viene dada por la bajada que hace la gente de que los viejos están enfermos y los jóvenes, sanos. En estricto rigor, lo que se está definiendo es que si el proceso de envejecer es considerado algo patológico, ya no existen los que están sanos y los que están enfermos, porque todos envejecemos en el segundo que nacemos”, señaló el académico.
La antropóloga y académica de la Facultad de Ciencias Sociales, Paulina Osorio, advierte por su parte que la definición de vejez como enfermedad tiene un punto ciego. “No hay que dejar de mirar el impacto social que esto puede tener, y desde ese punto de vista el impacto social es muy negativo”. ¿Por qué? De acuerdo a la también doctora en Sociología, el asociar una etapa de la vida como es la vejez a una patología, por un lado, homogenizaría a la población, “señalando que todos envejecemos de igual forma y desconociendo el impacto que tienen determinadas características o determinantes sociales en la salud, que están en las trayectorias de vida de las personas. Hay quienes tienen a lo largo de su vida mayores capitales sociales, económicos, redes, conocimiento, que son discrecionales y que los llevan a envejecer de determinadas formas. Hay otras posiciones sociales que pueden ser más bien de inequidad y mayor vulnerabilidad, y puede haber un envejecimiento en términos biológicos más prematuros, más acentuados. Por eso, hay que tener en cuenta que hay determinados aspectos sociales que están presentes”.
Por otro lado, la doctora Osorio señala que “al generar un control sobre el envejecimiento celular o evitar el envejecimiento, este ideal de la eterna juventud también genera inequidades en las personas que están viviendo esa etapa de la vida, porque pareciera que es algo indeseable, y eso es complejo, porque la vejez es una etapa de la vida, es una construcción social que tiene ciertas características. Entonces, esto lo que hace es reforzarla en términos negativos, y la pone en conflicto con otras etapas, porque parece que es positivo ser joven, ser ágil, ser adulto. Y ser mayor también tiene determinadas características de ciertas trayectorias de vida, de aporte social que se puede hacer, experiencias, opiniones. No es que el individuo desaparece, se trata de construir que en esta etapa ya no se puede, ya no se es y hay que evitar eso, entonces, intervengo”.
Con todo, los doctores Osorio y Gónzaléz-Billault, reconocen que este vuelco de la OMS, puede generar efectivamente investigación en el campo celular, mayores recursos para la investigación, justificaciones para determinadas intervenciones y avances en esa línea. Por ello, “es una controversia difícil de zanjar de forma automática”, explica la doctora Osorio, quien no obstante duda respecto a la necesidad de establecer dicha definición para poder seguir avanzando en una mejora de las condiciones de vida de esta población. "El impacto social que esto tiene es complejo. Si hablamos de envejecimiento celular, hablemos de envejecimiento celular, pero no de los sujetos, de las subjetividades, de lo que significa la vejez", afirmó.
Vivir 120 años o más
David Sinclair, afamado genetista de Harvard dedicado a investigar por qué envejecemos, es uno de los férreos defensores por avanzar hacia una definición patologizante de la vejez. “El envejecimiento es una enfermedad. Resulta que es común, pero el hecho de que algo sea común y natural no lo hace aceptable. Eso no lo hace más aceptable que el cáncer. Estamos demostrando que es tratable, que puede ralentizarse y evitar que suceda”, ha dicho el científico.
En la actualidad, explicó el doctor González-Billault, se encuentran en pruebas clínicas dos moléculas que usualmente son utilizadas para el tratamiento de otras enfermedades: la Metformina y un derivado de la Rapamicina. Sin contar con la definición de enfermedad, el modo actual de encontrar ciertos tratamientos para detener su avance y con ello la aparición de enfermedades asociadas a la vejez es de rebote, buscando un nuevo propósito para moléculas que ya son aceptadas para tratar otras patologías.
“Creo que en este momento es más fácil eso que abordar la discusión respecto a considerar el envejecimiento una enfermedad y las consecuencias que tendría, que pueden ser muchas. Por muy buenas intenciones que haya detrás de eso, vivimos en un sistema en donde los seres humanos toman decisiones que se sustentan en ciertas premisas, por lo tanto, no es llegar y decir el envejecimiento es una enfermedad”, expresó el académico.
Respecto a las posibilidades médicas de tratar la vejez, la doctora Osorio afirmó que si bien “los avances en biomedicina son muy significativos para lo que estamos viviendo actualmente, de crecimiento demográfico, aumento de la esperanza de vida y mejores condiciones en la calidad de vida. Tenemos que ser capaces de lograr equilibrar esos avances, con la idea de que la vejez es un aporte y no una etapa que debe desaparecer, o que de ahí en adelante se viene el declive, porque eso no es así”.
Aunque hoy todavía no nos enfrentamos de forma cierta a la posibilidad de extender la vida más allá de los límites conocidos, eliminar la vejez o retrasarla, todo indica que el camino hacia allá está abierto, y aquello plantea no pocas interrogantes entre quienes estudian desde diversos frentes la vejez.
“Dentro de la gente que estudiamos envejecimiento, hay quienes creen que uno debería tratar de forzar que los hombres vivan más de 120 años, que es el límite actual, y los que creen que deberíamos vivir más o menos 100, 110 o 120, pero en buenas condiciones, que uno estuviese lúcido, sano, libre de enfermedades crónicas y neurodegenerativas. Pero ahí hay ciencia ficción, porque -entre otras cosas- es difícil que te mueras súbitamente estando súper bien. De todas formas, surgen otras preguntas, entre éstas: ¿De qué te sirve vivir 120 años si dejas de trabajar a los 70 y no tienes fondos para mantenerte los siguientes 50 años? No tiene ningún sentido. El problema del envejecimiento es un problema de Chile y del mundo que tiene diversas aristas. Una de ellas para nosotros, que es súper fascinante, es la biología del envejecimiento porque es un problema hermoso desde el punto de vista biológico, pero si uno hace un poco de zoom-out hay otra serie de cosas que se entroncan, y por eso tiene tanta pertinencia que exista en la Universidad de Chile una Red Transdisciplinaria de Envejecimiento, porque se requieren múltiples miradas para poder construir algo que sea significativo”, concluyó el doctor González-Billault.
Por su parte, la doctora Osorio advirtió: “Yo diría que dentro de los estudios gerontológicos y las investigaciones en envejecimiento siempre ha habido una tensión y controversias entre los abordajes más biologistas y los abordajes más sociales de la vejez. Pero esta situación que se vive ahora, y lo que ha emergido, lo que nos dice a los científicos sociales y básicos es que dialoguen un poco más, y logren dialogar en el sentido de identificar el impacto que puede tener, tanto positivo como negativo, esta serie de afirmaciones. Porque en el fondo lo que se está haciendo es construir socialmente la vejez, y se está haciendo desde bases muy discriminatorias”.