Prólogo a la Primera Edición (1) (pág. 9-19) Hoy, amable lector, tenéis un valioso trabajo convertido en libro. Su texto es pionero en el estudio del folklore de la zona minera del carbón de Lota y Coronel. Esta publicación muestra el modo de vida que se crearon numerosos chilenos que, llegados desde distintos puntos del país, se unieron en torno a la labor extractiva del carbón de piedra. Por estas plurales y variadas estampas se capta la visión de mundo que esos chilenos se formaron y que, hoy, con algunas variantes, aún mantienen. De este modo, Plath da a conocer la interioridad colectiva de un pueblo de Chile: Lota Alto. Así es como este trabajo constituye un universo vital y humano, de valor inestimable, que ninguna obra de las publicadas sobre Lota y Coronel consigue con la amplitud omni lateral que entrega este cúmulo de estampas de la vida minera del carbón. El juicio anterior pudiera parecer exagerado, pero no lo es. Para verificarlo basta revisar los trabajos más importantes que sobre estos centros mineros de Lota y Coronel se han escrito desde que, en esos lugares, se comenzó la explotación comercial de las minas. Esto ocurrió, para Lota, desde 1837 y, para Coronel, desde 1849. Los pioneros en ambas localidades fueron, en Lota, los penquistas José Antonio Alemparte (¿?-1866)* y su hijo Juan Alemparte Lastra(¿?-1895); en Coronel, en el sector de Puchoco (conocido hasta hoy como Puchoco Lo Rojas), el serenense Jorge Rojas Miranda (1824-1892). En 1852, Matías Cousiño Jorquera (1802-5-1863)** y su hijo Luis Cousiño Squella (1835-1873), entraron en posesión de los yacimientos lotinos y formaron la Compañía Minera Cousiño e Hijo. El período comprendido entre 1837 y 1850 fue muy mezquino por la falta de capitales, la precariedad técnica, la inexperiencia de la fuerza de trabajo y por la restricción del mercado, originada, fundamentalmente, por la desconfianza en la calidad de nuestro carbón. De esta etapa tenemos un juicio entregado, en enero de 1845, por el sabio polaco Ignacio Domeyko Anzduta (1802-1889) (2), fundador de los estudios mineralógicos en Chile: "El 9 de enero, por la mañana, dice Domeyko hice una excursión geológica a la mina de carbón de Lota. Hallé a su dueño quejándose de que el agua entró en las galerías y las anegó, y de que no había demanda de carbón, de cuya bondad no se fiaban todavía nuestros fundidores de cobre, quienes preferían emplear la hulla inglesa" (3). Por él sabemos, también, de la escasa población minera que había en el sector de Playa Negra y de la calidad del carbón de Lota, del rincón de Colcura. El verdadero crecimiento de la industria minera de Lota comenzó con Matías Cousiño y, por consecuencia, la formación e incremento del poblacho de Lota Alto, hacia el cerro de Los Caleros. Este lugar fue un recinto privado de propiedad de la Compañía (4), factor que va a determinar, junto con la unicidad de la propiedad de los yacimientos, el carácter e idiosincrasia del pueblo de Lota (5). El ambiente de Coronel, en cambio, fue más variado, más cosmopolita, porque los yacimientos pertenecieron a numerosos industriales y, por otra parte, por su condición de puerto mayor, su población accedió a otras fuentes laborales y a otro tipo de vida (6). La Compañía Minera Cousiño e Hijo, en una década de explotación, logró un crecimiento extraordinario, como se deduce de lo contado por Vicente Pérez Rosales (1807-1886) en A generoso, generoso y medio, último episodio del capítulo octavo de su Recuerdos del pasado y que, en parte, reproduce Oreste Plath (1907-1996) en la portada de su trabajo, bajo el epígrafe de En el umbral de la puerta sur. En dicho apartado leemos: "Corriendo el [año] de 1860 dice Pérez Rosales y estando yo firmando el despacho ordinario de la intendencia de Concepción, entre ruidos de pies, corridas de sillas y saludos reverenciales, mi secretario introduce en la sala al opulento señor don Matías Cousiño, a quien conocía por su espectable situación de industrial millonario" (7). En 1860, la Compañía inauguró el muelle más moderno de todo el litoral chileno. Con esta ocurrencia se comenzó a formar el otro sector del pueblo: Lota Bajo (8). Matías Cousiño murió en 1863. En aquel entonces, trabajaban en la mina 600 obreros y la producción media diaria era de 200 toneladas. Dos años más tarde, la población de la pequeña ciudad casi alcanzaba los cuatro mil habitantes. Una década más tarde, en 1875, al adquirir la calidad de ciudad, contaba con una población de 5.500 habitantes. La empresa había crecido considerablemente y tenía ya numerosas otras industrias anexas dependientes. En Coronel ocurría algo similar. El general Juan de Dios Rivera Freire (1787-1843), propietario del fundo Coronel (Domeyko se refiere a él en 1845) (9) e Intendente de Concepción, funda, extraoficialmente, en 1851, el villorrio de Coronel en consideración al creciente desarrollo que tomaba la explotación del carbón de piedra. Por decreto del gobierno de Manuel Montt Torres (1809-1880), el 14 de julio de 1854, se lo declaró puerto menor y por ley de 20 de agosto de 1861, puerto mayor. Acotemos que Lota y Coronel, como subdelegaciones, formaban parte del antiguo Departamento de Lautaro de la provincia de Concepción, que tenía por capital a la Villa Santa Juana. En 1865, la cabecera departamental fue trasladada a Coronel, por Decreto Supremo de 30 de agosto. En 1866, Lota y Coronel sumaban el 46% de la población del mencionado Departamento (10). Los datos anteriormente apuntados, los damos sólo para orientar al lector de este libro. Este período formacional de la industria y del pueblo, está descrito con gran viveza narrativa por el profesor Dr. Luis Ortega Martínez (1950), de la Universidad de Santiago de Chile, en su Historia de Lota. Con su trabajo el Dr. Ortega vino a suplir la carencia de información sistematizada del momento auroral de la industria explotadora del carbón de piedra; empero, y he aquí uno de los méritos del trabajo de Oreste Plath, Folklore minero del carbón, lo entrega a través de las estampas sucesivas que conforman el primer capítulo: La mina en el pasado. El estudio del profesor de la Universidad de Santiago de Chile, es de data reciente y, para su elaboración, no conoció la monografía del maestro Oreste Plath. El periodista de El Mercurio de Valparaíso, Martín Palma Díaz (1821-1886), en su reportaje, publicado como libro en 1864, bajo el título de Un paseo a Lota (11), no hace alusión a esta etapa de formación del trabajador minero por mutación del labriego campesino. Ilustrativa es, también, la Memoria presentada al Supremo Gobierno por el Intendente de Concepción don Rafael Sotomayor Baeza (1822-1880), en 1855 (12). En 1867, se publica en Alemania el primer tomo de El Capital, de Carl Marx (1818-1883) y, en él, este estudioso incluye información abundante, en notas a pie de páginas, sobre el trabajo en las minas de Lota y las condiciones de vida de los obreros y sus remuneraciones. En este mismo año, el 9 de enero, nació en Lota Alto, Baldomero Lillo (1867-1923). En 1903 se dio a conocer como narrador al ganar el concurso literario organizado por la Revista Católica de Santiago, con su leyenda titulada Juan Fariña; al año siguiente, en 1904, publicó Sub terra, obra que lo hizo famoso, en la cual incluyó doce cuentos y la leyenda antes mencionada. Estos cuentos de Lillo tuvieron la fuerza literaria suficiente para fijar en forma indeleble la imagen del minero del carbón. Un relato autobiográfico, afectivo y mesurado, contado en retrospectiva por un hombre que nació en Lota Alto y que fue minero, abarcando el período inmediato al de Lillo, lo constituye la novela de Juan Sánchez Guerrero, editada por Zig-Zag, en 1962, bajo el título de Hijo de las piedras (13). La etapa consecutiva la encontramos descrita episódicamente en la novela Carbón, de Diego Muñoz [Espinoza] (1903-1990), aparecida en 1954. En 1965, el dirigente sindical Guillerrno Pedreros antiguo trabajador de los Astilleros de Talcahuano y, posteriormente, minero y dirigente de la antigua CTCh y, más tarde, de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores) dio a la estampa su primera novela testimonial titulada Una huelga en el carbón, ambientada temporalmente entre los años '19 y '25; en ella se ve el papel de la mujer en las luchas obreras del mineral. Concretamente se refiere a la huelga larga de 1920. (Ver bibliografía de Plath). Otra obra capital para el conocimiento de la vida del mineral es Lota. Antecedentes históricos con una monografía de la Compañia Minera Industrial de Chile (14), escrita por el funcionario de la Compañía, Octavio Astorquiza Líbano (1878-¿?), y publicada en Concepción en 1929. Esta edición es hoy muy difícil de encontrar, sin embargo, puede ser consultada en la Sala Chile de la Biblioteca Central de la Universidad de Concepción y en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile. Astorquiza organizó su trabajo en siete capítulos, más lo que técnicamente podemos llamar introducción, que el autor rotula como Materias. Con ser copiosa la cantidad de información que encontramos con respecto al desarrollo de la empresa y de la población de Lota Alto, mezquina lo es, en lo referente a todos los aspectos que recoge el maestro Oreste Plath en su libro Foclor del carbón. Coronel es más pobre en este tipo de muestras; podemos anotar dos trabajos: una síntesis histórica publicada en 1954 como Reseña histórica del Puerto de Coronel, escrita por Raúl Sandoval Mora en colaboración con Luis Luvece Gutiérrez (15), y la novela autobiográfica Tiempo de arena, de Julio Aldebarán seudónimo del ingeniero civil Gustavo Possel Méndez (1922) (16) . Es la tibia resolana de un período de grandeza que entra en su declivio: 1914-1940. Tiempo de arena es, simplemente, una mirada desde la tarde hacia la mañana, es un recorrer con ojos cansados la patria de la infancia. Es mostrar "el ser en forma" que, sin saberlo, por efecto de dos hechos (la Guerra del '14 y la inauguración del canal de Panamá), entra en el resayo del "ser en ruina". El narrador, representado por Emilio Schmidt, se pregunta: "¿Sería tan hermoso como mis sueños lo que vi cuando era muchacho?", para apuntar como último suspiro: "Coronel se desmaya recostado en la lengua de arena que lo separa del mar, en silencio, mostrando el encantador y dramático abandono de las ruinas que con el tiempo se impregnan de romance". Lo que afectó casi de muerte a Coronel no tuvo iguales efectos en Lota. El tiempo de narración en esta novela es más breve que el que abarca Oreste Plath. Folclor del carbón, sin proponérselo, por supuesto, cubre un lapso de 127 años, desde 1837 a 1965. Varios son los trabajos publicados con posterioridad al punto de término de este estudio y distintos aspectos de la vida de los minerales de Lota y Coronel abordados en ellos. Para resaltar los méritos de Folclor del carbón, y que sirva de comparación a la vez, nombremos el excelente estudio El léxico de las minas del carbón de Lota, preparado por Enrique Parada Sepúlveda y Humberto Valdivieso, con la colaboración de cuatro profesores del antiguo Instituto Central de Lenguas de la Universidad de Concepción, publicado en 1976. Este vocabulario y las otras monografías, no hacen otra cosa que ratificar nuestro aserto inicial sobre la calidad de esta nueva obra de Oreste Plath. En conclusión, hemos hecho este recuento para certificar nuestra aserción anteriormente dicha: esta obra de Oreste Plath, tal como él lo ha estructurado, constituye un universo vital y humano, de valor inestimable que ninguna obra de las publicadas sobre Lota y Coronel consigue con la amplitud omnilateral que entrega este cúmulo de estampas de la vida minera del carbón. Contiene también algunos alcances de carácter regional como lo son los capítulos: Folklore alimentario, en el que se trata de la geografía zonal gastronómica; el de Religión, que muestra el mapa folklórico-religioso; y, asimismo, el titulado Toponimia regional, vocabulario geográfico. Creemos, también, que pasará a ser una obra de frecuente consulta por parte de los estudiantes; de igual modo será de gran ayuda y utilidad para los investigadores y estudiosos de la historia regional.
Fernando Kri Mornhinweg |