Oración del Rector de la Universidad de Chile, don Juan Gómez Millas en funerales de Gabriela Mistral
Esta que aquí yace tras el cristal de un féretro, llamó a su carne Lucila Godoy; el nombre de su espíritu fue Gabriela Mistral.
Señor: Los dones que concedes a tus elegidos son temibles: exiges de ellos más de lo que les das; si los regalas con dolores, les pides belleza que supere la resignación; si labras el vaso del cuerpo en frágil cristal, reclamas del espíritu fortaleza diamantina que sabreviva al tiempo y quieres que las cosas por él creadas tengan valor de eternidad; a aquel que es capaz de sublimar su propio dolor lo haces asumir el dolor de su pueblo y sobre sus débiles hombros cargas el peso de sus culpas; exaltas al justo haciéndolo pagar por el pecador y quieres que el cáliz se vacie en sus labios hasta la última gota.
Esta que aquí está, de acuerdo con la tradición, revestida para su último viaje con sus últimas prendas, recibió pobres cosas de la vida; pero ella, porque era, Señor, tu elegida, convirtió la escasez en abundancia, como Tú lo hacías, bien lo recuerdas, Señor, cuando vivías en Galilea. Sus palabras dulces y armoniosas mecieron las cunas de los niños de su pueblo; pero fueron tan dulces que también arrullaron a las madres en el amor de sus hijos. No tuvo hijos; pero se hizo madre en sus cantos maternales para los hijos de todas las madres y, de su vientre fecundo, renació su valle y, a nueva vida, los campesinos de aquel valle y de todas las tierras del mundo. Alguna vez cualquiera dirá en extranjero lugar: ''¿Quién es ésta que desde lejano país nos envía su canción?" Y como ella también besará a la muerte sin temerla. No pudo ser devorada por las llamas porque ella era el fuego purificador: la poesía.
Lo que nos dio la naturaleza: desiertos, valles, montañas agrestes, procelosos mares, porque eran el hogar de su pueblo, convirtiólos en tierras de promisión sobre las que, si creemos en su mensaje, el viento traerá para siempre la suave melodía de sus canciones mientras inclinados sobre el surco, trabajemos.
Como buen alfarero que crea modelos de arcilla, ésta que aquí reposa, creó en la palabra formas que tienen vida propia, germinante poder de desarrollar otras vidas en la tradición cultural de nuestro pueblo. Nos ha legado un hogar más hermoso que aquel en que pació y nacimos.
Luchó con un coraje invencible con la vida; había pedido las cosas sencillas que todos obtienen; en respuesta recibió dolores repetidos y profundos que transformó en sublimes expresiones de belleza; lo que la vida no le dio, ella se lo dio a sí misma y lo entregó a su pueblo para consuelo y purificación de todos los que sufren como enseñaza suprema.
Hace poco tiempo esta Casa escuchó su mensaje de poetisa y maestra; en silencio recogido, volaron sus palabras y por su elevado amor a los niños y a los campesinos, le otorgamos la más alta distinción que nos permiten nuestras leyes: doctora honoris causa. Hoy al despedir su cuerpo la llamaremos, porque era sabia en la virtud, en el amor y en la belleza:
d o c t o r a a n g é l i c a .
(*) Gómez Millas, Juan. Oración del Rector de la Universidad de Chile. En Anales de la Universidad de Chile, N° 106 (Segundo trimestre de 1957). Santiago, Chile. P. 8-9.