Esta segunda selección de la Bienal de São
Paulo en Chile, reitera su condición de territorio abierto
en relación a las corrientes internacionales del arte actual,
en oposición a un pasado local todavía próximo,
donde el enclaustramiento favorecía un complaciente autoconformismo.
Pasado reciente que negaba el mismo significado fundacional de la
Academia (1849) y las acciones innovadoras de los movimientos allí
generados, desde Mocchi hasta el intento mismo de desmantelamiento
en el año 1973. Aportes a los que se suma el MAC desde su
fundación (1947) y, principalmente, el desaparecido Instituto
de Extensión de Artes Plásticas, más tarde
Instituto de Arte Latinoamericano, todos organismos creados por
la ex Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Así,
la muestra internacional más significativa por su proyección
en el plano artístico, De Manet a nuestros días, inaugurada
en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1952, se logró por
un acuerdo del Gobierno de Francia con el Instituto de Extensión
de Artes Plásticas. Por su parte, el MAC fue depositario
a lo largo del tiempo hasta 1973, de exposiciones que también
tuvieron gran trascendencia, como
las dos primeras exposiciones
de arte abstracto que se realizaron en Chile
los artistas
concretos argentinos en 1952 y luego en 1953, la del movimiento
de Arte Concreto de Milán1, y muy especialmente en los años
60 con la llegada de envíos que viajaban a la Bienal de São
Paulo, selecciones importantes de la Bienal de Córdoba, muestras
nacionales como la del Informalismo Español, acompañada
por el mismo Moreno Galván, o el haber sido sede de la Bienal
Internacional de Grabado. Ahora, desafiado por su historia y en
un contexto histórico distinto, en medio de públicas
dificultades económicas, pero realizando un esfuerzo extraordinario,
el MAC logra -gracias especialmente a Alfons Hug, curador general
de la Bienal de São Paulo-, presentar por segunda vez una
selección de este evento.
Trasladado en 1975 desde su sede original, el edificio
conocido como Partenón en la Quinta Normal, a su actual espacio
en el Parque Forestal, emplazamiento histórico de la Academia
de Bellas Artes y luego de la Escuela; sus actividades adquieren
el signo del enclaustramiento nacional hasta que, en 1985, un sismo
lo obliga a cerrar sus puertas. Reabierto a pesar de sus precarias
condiciones en el año 1990, sus actividades empiezan nuevamente
a señalar el paradigma de su historia fundacional, logrando
un reposicionamiento progresivo como centro cultural en un campo
minado por una competencia que visiblemente goza de mejores condiciones
materiales. Sin embargo, su presencia se ha caracterizado por una
intensa actividad que ha sabido identificarse con las generaciones
emergentes. Esto por la programación especial de exposiciones
cuyos componentes simbólicos operan como factores de reconocimiento
para fenómenos de actualidad en el plano local o internacional.
La identificación mencionada no puede sino ser considerada
como gratificante respecto a los resultados de las políticas
museales, que lógicamente ven en este tramo etario las generaciones
para el recambio cultural, con capacidad de superación de
una historia traumática y que exhiben simultáneamente
un positivo afán de ampliación de un imaginario de
reconocimiento de mundo.
La presentación actual en el MAC de muestras
internacionales, muchas de ellas de gran envergadura, imposibles
sin la colaboración de instituciones binacionales o de las
representaciones de sus países de origen, obedecen al ineludible
proyecto de un museo universitario, en donde el incremento del conocimiento
se produce gracias al enriquecimiento del imaginario colectivo;
se unen en este objetivo las muestras nacionales y la apertura de
un espacio necesario para una mirada crítica en la cual las
artes aportan fundamentalmente. Esta situación se encuentra
en medio de la sospecha que origina un proceso de globalización
cada día más expandido, pero que desde la producción
de arte podemos pensar que aparece ya en las profundidades iniciales
del proceso moderno, en y con las relaciones que las comunicaciones
interculturales establecen, convirtiendo justa e inversamente en
sospechosas las defensas de lo propio. Así como el acento
en el habla, nuestra mirada también se instala en la fisura
que una particular historia importa. Por la misma razón podemos
sostener que en la confrontación con las tendencias internacionales,
operan simétricamente fisuras de todo autoconformismo.
Las selecciones de la Bienal de São Paulo
se constituyen, y no sólo en estos últimos años,
en los eventos internacionales de mayor relevancia en nuestro medio
al ofrecer -y aquí la segunda vez resulta determinante por
su composición-, la posibilidad de asistir a un estado de
situación de la producción internacional del arte
actual. Estado de situación que naturalmente vemos desde
la convergencia en el encuadre de la mirada, de un curador. En la
actualidad el mundo se inunda de bienales, con lo cual surge la
duda ineludible sobre la posibilidad -por la multiplicación
infinita de un mismo origen-, de su disolución como institución.
Todas provienen de su fundadora, la Bienal de Venecia, y desde luego,
de su primera seguidora, la de São Paulo, compartiendo en
la actualidad con la Documenta el punto central donde todas las
miradas atienden. Para ellas, este estado de situación es
siempre su razón fundamental, y por ello, su necesidad de
comparecencia parece de pronto identificarse con la misma actualidad
absoluta de nuestro cotidiano.
Pero el hecho de esta multiplicación infinita,
que en un momento alcanzó a Valparaíso, no puede dejar
de instalar la pregunta sobre la relevancia del acontecer actual
de la producción contemporánea de Arte. Esto necesariamente
nos conduce al capital simbólico que le es propio, más
allá del diletantismo que mueve gran parte de su comercio,
o cualquier otra disquisición, sino especialmente por la
agudeza de su interacción con el momento que habitamos. Esta
sería la apuesta de riesgo de cada curatoría que nos
obliga a se-guir con atención el discurso de su ejercicio.
La 25ª Bienal de São Paulo tuvo, entre
sus características originales, la de ser dirigida por un
curador extranjero, lo que suscitó más de una suspicacia.
Finalmente se reconoció que su convocatoria aparecía
como una renovación en la historia de la bienal, siendo justamente
uno de sus elementos más polémicos el interrumpir
las muestras de homenaje y situar su propuesta en una indagación
sobre una producción muy actual, instalando el símbolo
del Aleph como una convergencia simultánea de todos los otros
puntos de la producción de arte. Para la versión actual,
Alfons Hug es nuevamente su curador general. Formula, para esta
26ª versión, una inquietante pregunta (ya presente en
la versión anterior por su defensa de la abstracción)
sobre la autonomía del arte como argumento fundamental y
polémico, llevándonos hacia el pensamiento de Adorno
con una clara coincidencia que recuerda sentencias como: Las obras
de arte se salen del mundo empírico y crean otro mundo con
esencia propia y contrapuesto al primero2. Observando un exceso
de documentalismo y afán sociológico, presente en
los actuales eventos internacionales, Hug se interroga justamente
por las condiciones propias de la obra, y además, sostenido
en el hecho de la misma selección, con otra correspondencia
adorniana: El arte es para si y si no lo es, pierde su autonomía
si pierde lo que le es heterogéneo3. De esta manera, la exposición
nos ofrece una diversidad de operaciones que hacen imposible cualquier
fácil reducción como respuesta, sin intentar mínimamente
una lectura al interior de las obras presentes, especialmente las
invitadas por la curatoría.
En un momento como el actual, donde la relación
arte-vida ha recuperado en amplios sectores su valor, esta propuesta,
a pesar de la inclusión de artistas como Santiago Sierra,
no dejó indiferentes a una serie de contradictores, abriéndose
una polémica que hasta el momento cruza las páginas
de diversas publicaciones. En realidad, esta polémica abarca
también otros aspectos derivados de la propuesta de Hug,
entre ellos y principalmente, el que atiende a una recuperación
de la pintura, constatada por él como una práctica
relevante en diversos puntos del mundo, y a la que le asigna un
lugar importante en la muestra. Siguiendo la coherencia de su discurso,
este género tendría el privilegio de ser un ejercicio
reservado y reflexivo, propio de la autonomía ya planteada.
Consideramos sin duda alguna, que todo este aspecto polémico
es de gran interés para la muestra en Chile, donde el debate
teórico ha ocupado por momentos un lugar destacado. No se
trata sólo de ofrecer una mirada del acontecer internacional,
si no también de instalar el debate de una muestra que no
ha provocado indiferencia y que no es posible administrar desde
lo previsible.
En todo caso nos parece atender, justamente en
relación a lo anterior, a las condiciones de nuestro propio
espacio productivo; y precisamente en el tramo de actualidad que
la bienal reclama, donde nos resulta de interés su correspondencia
con la generación emergente, su zona de calce de mayor incidencia.
Con esto nos referimos concretamente a la relación con obras
producidas principalmente en los post 90, durante la llamada transición
hacia la democracia. Hablamos entonces de artistas formados íntegramente
bajo la dictadura, o cuyas vidas transcurrieron bajo ese signo más
allá de ella, no pudiendo evitar transparentar esas huellas
y proyecciones. Debemos recordar que en las primeras declaraciones
de la junta militar se expresó la voluntad de un cambio generacional
para la conducción del país, poniendo en evidencia
su afán fundacional por medio de un corte cultural profundo.
El sistema educacional, en todos sus estratos, fue brutalmente intervenido
con rigurosos procedimientos de vigilancia sobre sus contenidos
programáticos. Chile se convirtió en un laboratorio
de política antiprogresista y la educación fue su
campo privilegiado de acción. Simultáneamente toda
la sociedad civil fue -bajo la sombra del terror así como
frecuentemente de su misma evidencia-, víctima de una fuerte
represión. La educación pública, pluriclasista
y de excelencia reconocida fue prácticamente destruida, estableciéndose
en reemplazo una fuerte estratificación, haciéndose
muy difícil para un egresado de la enseñanza no privada,
por su nivel de conocimientos y costos, el acceso a la educación
superior; educación que fue perdiendo su carácter
público y gratuito, integrándose actualmente a una
gran cantidad de instituciones privadas, muchas de ellas propiedad
de ex ministros del régimen dictatorial o de órdenes
religiosas de claro corte conservador. Los debates generados en
el plano social o político sobre cuestiones como el aborto
o el divorcio, hablan claramente de cómo el control ciudadano
se realiza aún por el signo de la impronta de 17 años.
La mayor radicalidad del proceso queda expuesta en su efecto social
sobre la conformación de un imaginario y de una memoria colectiva,
afectando principalmente la capacidad de reconstrucción histórica,
y favoreciendo vacíos culturales que se ofrecen al más
vasto mercado de oportunismos.
En el campo del arte, una generación se
reconoció durante los años 80 (con claridad desde
1983) con un discurso antirreflexivo, radicado principalmente en
el ejercicio de la pintura con claras referencias del neo-expresionismo
o la trans-vanguardia, instalando una distancia con las formas experimentales
que desde una inercia anterior inician su mayor emergencia en 1977.
Sin embargo, estas formas experimentales si aparecen como antecedentes
de la generación post 90, la cual se reconocerá en
su origen por la utilización de formas neo-objetuales, apareciendo
obras que cruzan distintos géneros, y que si lo hacen al
interior de la pintura lo harán desde una reflexión
crítica de sus soportes. Se trata de una producción
donde es frecuente el humor y en donde generalmente se presenta
como resultado paradojas de valor simbólico que se demuestran
en sus operaciones en el plano social a nivel de metonimias y metáforas.
Se reconoce así un territorio irónico que nos habla
de un paisaje en búsqueda de expansión, caracterizado
también por una alta productividad y un afán de presencia
pública que en algunos casos puede ser hasta peligrosamente
excesiva por la sobreexposición de muchos de sus integrantes.
Se puede ejemplificar también esta expansión a través
de la importancia alcanzada por el Fondart y su gran demanda, así
como el nacimiento progresivo de escuelas de arte. Podríamos
decir que este afán expansivo opera como deseo de superación
de la contradicción, aún presente, generada por una
contracción represiva o, inconscientemente, auto-represiva.
En una reciente muestra colectiva de jóvenes artistas (TRANSFORMER,
Matucana 100, curador Mario Navarro) se distribuye profusamente
un volante donde se lee: "
han vivido más en Transición
que en Dictadura
" Los puntos suspensivos parecen corresponderse
a un paréntesis de ambigüedad, lo que aumenta cuando
su autoría corresponde a una agrupación que se reconoce
en la sigla F.R.A.P., traducida como Frente Revolucionario de Artistas
Populares, pues esta denominación identificó por años,
antecediendo a la Unidad Popular, a la unión de partidos
de izquierda (Frente Acción Popular). Trayéndose así
el recuerdo de un hecho obliterado por la memoria que se complementa
con la obra presentada donde se
mezcla la imaginería
de la Brigada Ramona Parra con la gráfica hiphopera. (Texto
presentación TRANSFORMER, Mario Navarro)
Las obras de arte de esta generación, ricas
en heterogeneidad y dado su característico rigor en relación
a los procedimientos de producción, pueden constituir un
espacio de diálogo o reflexión para la propuesta curatorial
que ya en su título Contrabandistas de Imágenes se
ofrece muy sugestivamente. Así este sería el territorio
donde la polémica de su contenido puede ser mejor atendido;
con esto, el MAC no aspira a instalar un paradigma, sino como ya
hemos dicho, instalar un debate o reflexión, que como tales
no puedan dejar de generar fisuras u opciones.
El MAC ha declarado y demostrado una vocación,
que también otros han seguido, por este movimiento que resulta
imposible de cosificar, lo que demostraría también
su afán expansivo.
Para el MAC, el logro de mostrar otra selección
de la Bienal de São Paulo ha entrañado numerosas dificultades,
pero el poder inaugurar conjuntamente a la muestra su Espacio Quinta
Normal conlleva una enorme satisfacción. El impulso que generó
el apoyo del gobierno, en especial del Presidente Ricardo Lagos
para la restauración del edificio del Parque Forestal, nos
motivó a solicitar este edificio a la Universidad, habilitado
principalmente gracias a su apoyo, como también el del Fondart
y que ahora presentamos insertándonos de alguna manera en
la metáfora de Alfons Hug: sin territorio hemos creado una
nueva territorialidad.
Finalmente como director del MAC, deseo manifestar
todos nuestros agradecimientos a instituciones, embajadas, empresas
y personas y, especialmente, a alguien sin cuya colaboración
y sincera amistad este proyecto no habría sido posible. Me
refiero a Hartmut Becher, quien ha actuado como representante de
Alfons Hug, y también como alguien muy comprometido con las
actividades culturales de nuestro país. También nuestros
agradecimientos a Alfons Hug, a quien su gran generosidad y su vocación
le permitieran hace tres años atrás formularnos la
pregunta y el desafío ¿por qué no una selección
de la Bienal en Chile? dando origen a nuestra muestra anterior,
que constituye, en toda la historia de la Bienal de São Paulo,
la primera vez que una selección sale del Parque Ibirapuera
y ahora, esta vez, cuya relevante mayor presencia de artistas prácticamente
la duplica.
FRANCISCO BRUGNOLI
Director del MAC
1 Ivelic, Milan y Galaz Gaspar: Chile Arte
Actual. Editorial Universitaria de Valparaíso. Universidad
Católica de Valparaíso, 2ª edición año
1992, p.37.
2 Adorno, Teodoro W. Teoría Estética, Ediciones Orbis
S.A., 1983, Madrid p.10.
3 Op. cit. p. 16.
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