Contrabandistas de Imágenes
[versión completa]
Contrabandistas de Imágenes / Territorio
Libre del Arte*
Alfons Hug, Curador General
* Extractos del texto original
de la curatoría
Los desiertos del Golfo Pérsico son el escenário
del video "Pasaje" de Shirin Neshat, cuyo tema es ese
estado indefinido entre la vida y la muerte que sólo el arte
y la religión logran aprehender. Por un lado, esta tierra
de nadie, en la que se unen el tiempo y el espacio, aparece como
una mancha blanca en el mapa, fuera del alcance del mundo conquistado
y por el otro, se muestra como un campo de fuerzas espirituales
que irradia más allá del mundo terrenal. En este ritual
fúnebre lleno de seductora belleza, la artista iraní
celebra un gran momento de pérdida, pero también de
redención.
La tierra de nadie, el objeto de las reflexiones
subsiguientes, tiene tres dimensiones: una dimensión físico-geográfica,
una dimensión político-social y, finalmente, una dimensión
estética. La primera no se refiere sólo a los míticos
espacios naturales, deshabitados por el hombre, como cordilleras,
bosques nativos y desiertos, sino también a los sitios eriazos
y sin dueño en nuestras metrópolis, sea la "Zona
Cero" en Nueva York o la Plaza Potsdam en Berlin, aquel clásico
vacío de la Guerra Fría, ahora ocupado por un bosque
de grúas. A eso se agregan zonas dificílmente definibles
y controvertidas de todo tipo: escenarios de guerra, campos de refugiados,
emisoras piratas, paraísos tributarios, empresas fantasma,
clínicas de aborto en altamar y senderos de contrabando en
regiones fronterizas.
El 70 % del área urbana de Caracas está
ocupada por asentamientos ilegales y el 80% de los niños
venezolanos nacen de relaciones extramatrimoniales. Barrios enteros
de Rio de Janeiro son zonas extraterritoriales, sustraídas
al control del poder público. Curiosamente, lo mismo ocurre
también en muchas cárceles. El número de habitantes
de la mayoría de las megalópolis es una incógnita
incluso para los alcaldes; y los mapas de la ciudad, cuando existen,
se vuelven obsoletos en el curso de un año.
En la lucha por la sobrevivencia en las metrópolis
se constituyen 'sociótopos' peculiares en los lugares más
inverosímiles: en edificios abandonados o debajo de puentes
y viaductos, donde - para citar un ejemplo de São Paulo -
se ha instalado un grupo de artesanos seminómades. Por un
lado, estas zonas inestables se caracterizan por la pobreza y la
exclusión; por el otro, por una productividad y creatividad
extraordinarias.
En el plano político-social la tierra de
nadie significa que en muchos países del Tercer Mundo, el
llamado sector informal comprende más de la mitad de la población
económicamente activa, pero también significa que
la así llamada globalización se alimenta de flujos
financieros invisibles y del a-tópico Internet. Al mismo
tiempo continentes enteros, como, por ejemplo, África, son
desacoplados del resto del mundo y abandonados a su suerte. Los
sistemas sociales deficitarios y las relaciones políticas
poco transparentes en amplias regiones del planeta también
son tierras de nadie. Entretanto, las relaciones interpersonales
son cada vez más informales y vagas, cuando no se asemejan
a un desierto. Incluso el lenguaje emigró a la tierra de
nadie de la cultura, fenómeno percebido por algunos como
empobrecimiento, por otros como señal de mayor riqueza. La
cacofonía de los medios de comunicación de masa conduce
a la estupefacción y al mutismo, la avalancha visual trae
consigo la pobreza de imágenes.
La falta de puntos de contacto entre civilizaciones
diferentes produce un peligroso vacío. Diferencias culturales
que, en el fondo, podrían ser productivas son establecidas
como absolutas y por consiguiente insalvables. ¿Podría
el Brasil, cuya población multiétnica se compone,
según una encuesta reciente, de 143 tonos de piel diferentes,
servir aquí de modelo positivo?
Los contrabandistas de imágenes
El territorio libre de la estética comienza donde el mundo
común termina. Los artistas son guardianes de la frontera
de un reino situado más allá de la realidad, fuera
del alcance de la soberanía interpretativa de la política
y la economía. Ellos descubren su material en el waste land.
A menudo se extraen imágenes fuertes de donde menos se esperan.
Las colonias del arte son espacios de retiro e islas de resistencia
en un mar de uniformidad. El arte revela aquellas capas internas
del mundo que necesariamente permanecen ocultas a las miradas superficiales,
sean estas de naturaleza política o sociológica. Muchos
indicios nos sugieren que el arte de nuestros tiempos ha relevado
a la filosofía en su función de gran intérprete
del mundo.
Los artistas crean un territorio libre de dominación
y, con él, un mundo opuesto al mundo real: un país
del vacío, del silencio, de la introspección, en el
cual el frenesí que nos rodea es detenido por un instante.
El arte no sabe de jerarquías. En el arte,
la pregunta por lo que es viejo o nuevo, periférico o central,
moderno o primitivo, se plantea en términos completamente
diferentes a los de la economía.
En este contexto la abstracción juega un
papel privilegiado, pues escapa a la verborrea del mundo moderno,
creando un sublime contrapunto. Sólo con ayuda de estos puntos
de sosiego del arte es posible traspasar el umbral de lo cotidiano
y contrarrestar la vorágine demoledora del drama urbano.
La tierra de nadie de la abstracción libera al mundo de todo
lastre, purifica y posibilita un nuevo comienzo.
Es probable que el arte no nos convierta en personas
mejores, escribe Harold Bloom en un ensayo sobre Shakespeare, pero
nos ayuda a soportarnos mejor a nosotros mismos y a nuestra soledad.
Hace surgir el deseo de ser otras personas y viajar a lugares inalcanzables
a través de un rayo del tiempo, donde nos espera un mundo
mejor.
La Bienal como Territorio Libre
La Bienal de São Paulo es una región extraterritorial,
en la que los artistas construyen sus colonias utópicas.
Es una reserva protegida, en la que se secan los flujos de mercancías
y fracasan las estrategias políticas. La Bienal se comprende
como un área de repliegue, donde se acumula la masa crítica
y la energía positiva, premisas indispensables de la transformación
de la sociedad y de la anticipación intuitiva de nuevas formas
de convivencia humana. Cada generación de artistas está
llamada a efectuar un nuevo levantamiento topográfico de
este territorio libre y diseñar sus contornos.
Solamente las artes disponen de una reserva universal
de signos y arquetipos, cuyo intercambio moviliza la memoria colectiva
de la humanidad. Entonces, si el artista es un contrabandista de
imágenes, la Bienal puede ser una plataforma de transacciones
en el reino de la estética, al cual, para acceder, basta
presentar la curiosidad, asociada al afán de conquistar otros
mundos como credencial, y una mente despierta como entrada; un lugar
donde se comercializan bienes preciosos, pero no se cobran impuestos.
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