Elvirita Guillén Guillén tenía 14 años de edad, era huérfana, sus padres habían muerto cuando ella era aún muy pequeña. Fue entregada al Hogar de Huérfanos de Limache. De este centro la sacaron don Angel García Agra y su esposa doña Pilar García, el día 25 de enero de 1937. La niña era agraciada, su cabellera era negra, sus ojos castaños y su nariz aguileña. A la vez tenía muy buen carácter. Trasladada con sus benefactores a la ciudad de Antofagasta, pasa a vivir en el nuevo hogar, ubicado en la calle General Velásquez esquina Matías Rojas. A los dos meses de desempeñarse en casa, Miguel Díaz Díaz, hombre de cuarenta años de edad que realizaba labores de jardinero en la residencia, la convidó por tercera vez a su casa a jugar una partida de naipes y, con el consentimiento de su patrón, la niña aceptó y llevó a Alvaro, el niño menor de la familia. En las dos ocasiones anteriores la trataron con amabilidad, tanto la mujer de Díaz, Margarita Vega Anacona, el cabo 1º del Regimiento Esmeralda, Francisco Cañas González y María Vega Díaz, con quien hacía vida marital. Los cuatro estaban en casa cuando ella y el pequeño llegaron. Saludos afectuosos, muchos cumplimientos. De pronto, Díaz le ofreció una copa, que le dijo ser de vermouth. Después de mucha insistencia ella la bebió y casi inmediatamente todo empezó a dar vueltas en su cabeza. Fue entonces cuando el cabo Cañas la tomó a viva fuerza, y con la complicidad de su conviviente y del matrimonio dueño de casa, abusó de Elvira a pesar de que dentro de su estado semi inconsciente producido por el narcótico, ella realizó toda clase de esfuerzos por evitarlo. Elvirita regresó a la casa pasadas las siete de la tarde. Sufría los efectos del narcótico y su excitación nerviosa era muy fuerte. La acompañaba el pequeño Alvaro, de sólo dos años, y entre llantos entrecortados narró su desgracia. Una hora después los agentes de Investigaciones, que recibieron la denuncia del señor García Agra, fueron en busca de los individuos y sus mujeres. Mientras tanto la niña era trasladada al hospital, donde el doctor don Raúl Ibaceta le prestó las primeras atenciones, después de lo cual regresó a casa. Cerca de las diez de la noche fueron detenidos Cañas y Díaz y las mujeres María y Margarita Vega. Todos quedaron incomunicados en Investigaciones. Los inculpados negaron terminantemente los cargos que les formulaban. Los agentes reiniciaron al día siguiente diligencias tendientes a esclarecer el asunto y a pesar que el estado de ánimo de la niña era normal, practicaron la reconstitución de la escena en casa de Díaz y luego un careo que se prolongó y en el que Elvira mantuvo todas sus declaraciones, mientras los acusados se decían inocentes. La víctima les gritaba, casi fuera de sí ¡ustedes son unos criminales!, mientras los dos hombres y sus mujeres demostraban una indiferencia rayana en el cinismo. Y luego Elvira repetía todos los detalles del acto, que revelaba la degeneración de los acusados. "Primero abusaste tú decía refiriéndose a Cañas, y luego tú se refería a Miguel, y en ambas ocasiones ustedes dos señalaba a las dos mujeres me sujetaron fuertemente por las manos y piernas". Mientras la pequeña conmovía con su dolor y su sinceridad a los demás testigos de la escena, los cuatro acusados continuaban impasibles. Terminada la reconstitución del crimen, la familia García se retiró a su hogar con la desafortunada niña. Comenzaban su preocupación por el almuerzo, estaban en el comedor, cerca de las tres de la tarde, cuando sintieron un disparo; por momentos se miraron intranquilos. Instantes después se escuchó un segundo impacto. "Es Elvira", dijo la señora García. Y era ella, estaba tendida en su cama boca abajo, con una pistola en su mano derecha a la altura del pecho y, a un lado, un trozo de papel, una hoja de cuaderno, en la que había escrito esta frase trunca: "Hago esto ya que todo el mundo..." De temperamento sentimental y con un alto concepto del honor, desesperada por el atropello de que fue víctima, resolvió poner fin a sus días. El arma, marca "Sauer", era de propiedad del señor García, el que la mantenía descargada en su dormitorio, en el cajón del velador. La niña, le puso cinco balas. De los dos disparos, uno fue el fatal. Trasladada a la morgue se le certificaron demostraciones de violencia y se comprobó la acusación de violación. En su pecho y manchados con sangre emanada de sus heridas, se encontraron tres retratos, uno de don Angel García Agra, otro de su esposa, señora Pilar de García y un tercero de un marinero de Valparaíso. Este último tenía al reverso una dedicatoria: "Amor mío: aunque me creas loca voy a dejar de existir". Su protector se hizo cargo de los funerales, y solitario sepelio tuvo la niña-mártir. Sólo siete personas la acompañaron hasta el Cementerio Nº1, el 17 de marzo de 1937, en el viaje a su última morada; los siete componentes del cortejo llevaron a pulso el ataúd. Entre éstos iba su patrón, los agentes de Investigaciones Pedro Rojas, Gustavo Segura y José Aedo y los periodistas Ricardo Sepúlveda, Alfonso Jeria y Raúl Herrera. Al lado caminaba un sepulturero con una pala y un pico. Media hora demoraron en llegar a la sepultura temporal, situada a los pies del cerro. El ataúd quedó totalmente cubierto por la tierra que le lanzaba el panteonero y sobre el túmulo un ramo de flores depositado por los periodistas de "El Mercurio" de Antofagasta. Animita Cuando sólo habían pasado algunos días de su trágica muerte, tres estudiantes, dos del Colegio Alemán y una de la Escuela Nº 6, lanzaron la idea de hacer una colecta pública para adquirir una sepultura perpetua a la menor Elvirita Guillén. Enviaron una carta a "El Mercurio" de Antofagasta, con quince pesos para iniciar la campaña. El diario los ayudó y fue publicando largas listas de donaciones para lograr la sepultura perpetua. El llamado encontró generosa respuesta. Los estudiantes fueron los más apasionados en esta misión humanitaria. Se reunieron $ 3.286.300 en total para los fines deseados. "El Mercurio" de Antofagasta nombró una comisión compuesta por obreros y estudiantes para que acordara la inversión que se daría a este dinero. A los nueve meses de su muerte, el 2 de noviembre de 1937, fue comprada la tumba con el dinero recolectado. Los antofagastinos, enternecidos por el terrible drama, la transformaron en Santuario. Para sus devotos, la justicia fue extremadamente compasiva. El cabo Cañas fue condenado a seis meses de cárcel; el jardinero Díaz a tres meses y las mujeres cumplieron condenas entre dos y tres meses. Este final del juicio abrió un interrogante. En el proceso se descubrió que el jardinero Díaz era hombre de prontuario, alias el "Quirquincho", que en su casa mantenía una pieza que daba a la calle, que explotaba para citas amorosas. En las noches se dedicaba a negocios ilícitos. La creencia popular le atribuyó poderes milagrosos. La "Santa Laica", como la llamaron, era capaz de conceder todos los favores solicitados. Cientos de hombres y de mujeres, de distintas edades, empezaron a llegar para solicitarle su ayuda en caso de enfermedades, problemas sentimentales o crisis socioeconómicas. Un culto mítico se desató en la ciudad. Y aun de otras ciudades de la pampa salitrera y del cobre llegaban los fieles con el solo objetivo de pedirle favores. El cariño de los estudiantes, de las sencillas dueñas de casa y de los hombres conmovidos por el fallo de la justicia no se detuvo aquí. Tanta era la fe de sus cultores, que en 1956 comenzó la construcción de un Mausoleo para Elvirita Guillén, ubicado en el Cementerio Nº 2. La "Sociedad Elvirita Guillén" se encargó de reunir los fondos, mediante actividades sociales. El culto de la animita de Elvirita Guillén había llegado al extranjero, de donde los cultores requieren sus favores. El Mausoleo se convirtió en una verdadera Capilla, altar, santos, reclinatorios y asientos. Velas en candeleros, flores, estampas religiosas, cartas con petitorios, placas en las paredes, en las que van dejando agradecimientos los miles que solicitaron y fueron oídos. Una desdichada que recuperó a su amado, una familia con un pariente gravemente enfermo que se alivió. Los días lunes es muy visitada y una Congregación de mujeres reza el rosario el día viernes. Y las puertas del Mausoleo están permanentemente abiertas para recibir una respetabilidad que se inició el año 1937.
Créditos: Visita: Informante: Documentación gráfica: Diarios: "El Mercurio". Donaciones para la sepultura perpetua de Elvira Guillén. s/f Antofagasta, Chile, domingo 28-III-1937. "El Mercurio". Donaciones para la sepultura perpetua de Elvira Guillén. s/f Antofagasta, Chile, lunes 29-III-1937. "El Mercurio". $3.286.300, se reunieron en total para la sepultura perpetua de Elvira Guillén. s/f Antofagasta, Chile, miércoles 31-III-1937. "El Mercurio". Andrés Sabella, "Las Animitas", Antofagasta, Chile, 15-XI-1970. "El Mercurio". Juan Floreal Recabarren Rojas, "Antofagasta con animitas", Santiago de Chile, 16-IV-1978. |