El Santiago que se fue

LOS SABORES QUE SE FUERON DE UN TRAMO DE LA CALLE HUÉRFANOS

(Pág. 60-65)

Hasta el año 1920 se mantuvo el restaurante Santiago de la calle Huérfanos Nº 54, regentado por la sucesión de François Gage, famoso como Papá Gage. Este venía funcionando desde 1880, frecuentado por amigos de la buena mesa. Noche a noche se juntaba una gran clientela. Innegablemente era un centro social del viejo Santiago. Entre los asistentes se contaba el escritor Narciso Tondreau, autor del libro Asonantes, prologado por el poeta Rubén Darío. Se veía también al poeta Julio Vicuña Cifuentes. Se decía que fue el restaurante de la juventud dorada de la generación del Centenario. Los descendientes de Papá Gage, carnales o espirituales, mantuvieron la tradición gastronómica, cuyos blasones de nobleza fueron la langosta a la indiana, el vol au vent de ostras, los carapachos de jaiba, el arroz al curry, las salsas de alcaparra y la tortilla al ron.

El plato de resistencia para los parroquianos habituales era el bistec a lo pobre, que parece nació aquí y comenzó su marcha triunfal por los restaurantes. Sus vinos nacionales y extranjeros mantenían legítimamente su prestigio. Fue un establecimiento de fama. Su cocina: única en Santiago; la propaganda, decía que lo era de Sudamérica. Fue punto de reunión de turistas. Todo terminó con la muerte de Papá Gage acaecido en 1920. En una nota, sobre su desaparecimiento se leía: "Allí se juntaban como en una sucursal del club; allí todos se conocían, se espiaban un poco, ‘pelaban’ y comían todos con gran apetito, en la abundancia característica de nuestro país".

Club Alemán

En Huérfanos 713 octavo piso, esquina de Mac-Iver, en la galería Cohen, estaba el Club Alemán, o los Alemanes simplemente. Éste funcionaba como restaurante.

Su bar era pequeño, pero muy bien atendido por Enrique Müller, los schops y el surtido de sandwiches que servían de cecinas, pastas, y pepinos en salmuera, los convertían en exquisiteces alemanas. Los almuerzos en sus comedores, se distinguían por los perniles con chucrut o puré picante. Todos sentíamos saciados nuestros gustos.

Cuando el grupo, que conformábamos una mesa, llegó a mediodía a almorzar el ascensorista, nos comunicó: "Señores si van al restaurante, éste se cerró".

Hotel Victoria

El Hotel Victoria. Restaurante que se encontraba en Huérfanos 801, esquina de San Antonio, ocupaba el 4º y el 5º piso. El hotel tenía una capacidad de 45 habitaciones, además poseía amplios salones y comedores que destacaban por su estilo aristocrático antiguo, y sus muebles de gran valor. Cuando se fundó, tenía una espléndida terraza y jardines de invierno, contaba con restaurante de primer orden especializado en comida española. Fueron famosos sus jueves de arroz a la valenciana. En esos tiempos era atendido por don Guillermo Piola. Fue centro de reunión de destacados políticos y de grandes personajes de la época, artistas y hombres de letras.

El catalán don José Oller Valles, nacionalizado chileno, gran filatelista, que tenía una importante colección de sellos de la Guerra del Pacífico, quién estuvo al frente de él durante 30 años, contó que desfilaron figuras como la de don Agustín Edwards Mac Clure, conocedor de los secretos de la cocina y de la ciencia gastronómica; Vicente Blasco Ibáñez, el escritor que publicó numerosas novelas de poderosa imaginación y de estilo ágil, viril y extraordinaria riqueza de colorido y del que dicen era "buen diente".

Alojaron figuras del ambiente artístico internacional, como Josefina Baker, artista que está entre las creadoras de un guiso, o si no es inventora, pues se hablaba que había puesto su gastronómica rúbrica a un plato de comida. Esta artista debutó en el Teatro Victoria, a pocos metros de su residencia, el sábado 12 de octubre de 1929, en compañía de su troupe de negros cubanos y del humorista Bouonavoglia. Salió al escenario con una capa roja y recibió una gran ovación. Al quitarse la capa, sólo quedó cubierta con una gran ristra de plátanos. La presentación fue clausurada. Entre los comentarios poco gratos, estuvo uno de Daniel de la Vega. Días antes a esta presentación se había dado en el Teatro Imperio la película La sirena de los trópicos, con las danzas de la Baker y con la canción célebre Oh Pai tou. Pasado el tiempo, Josefina Baker bailaba desnuda casi a los ochenta años en el casino de París para vestir y alimentar a los niños huérfanos de varias nacionalidades que había adoptado.

Residentes del hotel por años fueron el periodista Raúl Morales Álvarez y su esposa Elena Wilson. Raúl Morales vivió la bohemia como amigo y periodista de grandes campañas. Su compañera, cuyo matrimonio fue mirarse amarse y casarse, realizaba esculturas, cerámicas, hierro forjado y esmalte sobre metal, para terminar haciendo periodismo, cuyo seudónimo La Huasa, la hizo conocida. Morales, también Sherlock Holmes, tenía en el diario Las Últimas Noticias una columna literaria: "Un libro para hoy", la que al pie decía: "Quienes se interesen en estos comentarios deben dirigirse a Raúl Morales Álvarez, Hotel Victoria. Huérfanos 801 Santiago".

El 16 de enero de 1981, el hotel, después de cincuenta y siete años de prestar servicio a la capital, salió a remate y los anticuarios se llevaron valiosos muebles, loza fina y también un capítulo de la historia hotelera de Santiago. El edificio fue renovado en su arquitectura interior y exterior. Así el edificio donde se encontraba el Teatro Victoria y que conserva una estatua de mármol que adornaba el foyer, se unió a la galería España, la que se abrió hacia la calle San Antonio.

La Tasca

En la calle Huérfanos, frente al teatro Rex, estaba La Tasca. Su dueño, un joven español, ofrecía los gazpachos a la andaluza, la paella a la valenciana, el puchero a la española, el pollo a la vasca, la corvina a la vasca y la fabada asturiana. El dueño sentía pasión por la tauromaquia y los comedores estaban adornados con carteles de anuncios de corridas de las distintas plazas de España. Éramos clientes asiduos con el poeta y periodista Manuel Lagos del Solar, cuando era gerente de Radio Chilena. Después los almuerzos eran mejores cuando fue nombrado gerente de la Polla Chilena.

Lagos era un conversador y amigo de los escritores. No entregó libro alguno pero fue antologado en Los Grandes Poetas, por Francisco Galano. Un día partió a la ciudad de Arica, dirigió allí una estación de radio y un diario. El tiempo nos separó, el mismo que un día nos unió, ahora en el Chez Henry, pero ya muy enfermo; semanas después la prensa anunciaba su fallecimiento producido por un paro cardiaco.

Café Rex

El Café Rex, que fue centro de reunión de periodistas, escritores y actores, estaba ubicado en la calle Huérfanos, esquina de Estado, frente al edificio de Gath y Chaves. Cuando corrían los años de la Segunda Guerra Mundial, el escritor Carlos Vattier, cliente nocturno asiduo, muy apreciado por su conversación inteligente, se trabó en furibunda polémica, según Carlos Concha, con un cliente que era más germanófilo que el mismo Hitler. El escritor, defensor de los aliados o "aliadófilos" como se decía entonces trató tan mal a su contendor verbal, que éste pasando a los hechos, sacó un revolver y lo disparó contra Vattier hiriéndolo en un brazo. El escritor fue a parar al hospital y contaban que, cuando lo trasladaban a la sala de operaciones para extraerle el proyectil, tapado hasta la cabeza en la camilla, un médico preguntó a los camilleros: "¿Adónde llevan a esta señora?". Y Carlitos sacando la cabeza de entre la sábana que lo cubría, le corrigió indignado: "¡Señorita!".

En una ocasión conversando con el pintor Israel Roa, de espalda a una vitrina de este café, salió un mesonero y de muy mala manera nos obligó a que nos retiráramos de ahí por estar anulando las ofertas escritas en los cristales. No le hicimos caso y seguimos la charla, al rato volvió y me tomó de las solapas y me lanzó con fuerza al medio de la calle, en ese momento con intenso tránsito. Tratamos de interrogarlo, por tamaña actitud, y no hubo caso, se escurrió cobardemente. Indignados partimos al diario El Mercurio, donde el pintor tenía un amigo y al día siguiente apareció una crónica sobre el mal trato que se le había dado a los artistas en un café céntrico de la capital. Curiosamente, al desaparecimiento de este café, se han sucedido en este local una serie de farmacias, para bien de muchos.

La Novia

Siempre en la calle Huérfanos, pasadito de Ahumada estaba el Salón de Restaurante, Pastelería y Confitería La Novia. Al instalarse rompió un poco la monotonía del comercio santiaguino, produjo un asombro. En una de sus vitrinas una máquina frente al público fabricaba "besitos", una rica pastilla. Era condición cuando se iba de visita llegar con un paquete de "besitos".

Famoso fue su jugo de naranja. Y cuando se estaba acostumbrando la clientela a sus grandes emparedados de ave, vinieron las picotas y las palas mecánicas y terminaron con el edificio de dos pisos en el cual atendía.

Goyesca

El Goyesca se ubicaba en la calle Estado 900, esquina de la calle Huérfanos, donde estuvo por años la tienda Oberpaur con su escala mecánica, la primera que conocieron los santiaguinos y fue la gran curiosidad de los niños. Se llamó la esquina del Goyesca. Era fácil encontrarse, como acontecía con la esquina de Los Gobelinos o la esquina del correo. Lugares de citas y encuentros. Era como el decir juntémonos en el centro, para tomar té. Su confitería, salón de té y sus fiestas artísticas están presentes en los capitalinos y también en los artistas extranjeros que actuaron, y que contrataba uno de sus principales dueños, don Cesar Marasso. En los primeros tiempos fue animador Mario Subiabre. En el recuerdo están la orquesta de Francisco Canaro, las canciones de Libertad Lamarque, Domenico Modugno, Carmen Sevilla, la Tongolele, Mario Clavel, los Churumbeles de España, el zorro Iglesia, Doris y Rosie, Gladys Ocampo, Dolly Sisters, las mellizas Castilla, Eduardo Farrell, Leo Marini, Pedro Vargas, Sonia y Myriam, los Cinco Latinos, Alberto Castillo y los chistes de Manolo González (Manuel Carrasco González).

El Goyesca, fue un personaje popular del centro. Todos lo conocieron, tanto en su exterior como en su interior. Aquí se citaban artista, y a muchos se les dirigía allí la correspondencia. Los niños tuvieron sus tardes junto a una taza de té, chocolate o una copa de helados y celebraban las gracias de Vitrolita, la mujer grande que hacía de niña chica, y el fonomímico Gambino, ambos argentinos. El Goyesca, había nacido en 1950 y se ausentó para siempre el 31 de marzo de 1963.

Olimpia

En la calle Huérfanos abría sus puertas un salón con una gran pista de baile. Tenía un horario en la tarde y en la noche, hasta la madrugada. Otra novedad que ofrecía a la hora del té era la proyección de películas mudas; fue el primer café con biógrafo (hoy cine), en que se exhibían las Aventuras de Saturnino Farandolas o de Maciste, de la industria italiana.

Actuaban Luis Aguirre Pinto, violinista y compositor, Nino Lardy, cantante de tangos, cuyo nombre de pila era Orlando Menieri Molina, hijo de argentina y chileno. Se inició como cantante de tangos en 1930. Vivió años en la Argentina y México. Formó orquestas típicas. De su repertorio se destacan Cuartito Azul, Casas viejas, El día que me quieras, Cobardías, Nostalgias, La Canción del linyera. Nino Lardy, sus últimos años los pasó ciego, tenían que acompañarlo en su andar, falleció el 3 de agosto de 1985.

 

Los sabores que se fueron de un tramo de la calle Huérfanos - En tres países con Gabriela Mistral - El Parque Cousiño, La Quinta y sus restaurantes - Gath y Chaves - Café Miraflores - Alberto Romero y sus inicios de la SECH - Epílogo


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