El año 1910 que
en Chile marca en todo sentido una revolución de aspectos sociales,
en medio de la tumultuosa alegría de las fiestas centenarias de la Independencia,
la Casa Gath y Chavez abre sus puertas en Santiago el 5 de septiembre
de ese año. El acontecimiento produjo sensación. Es lo que fluye de
una crónica publicada en "El Mercurio" el 6 de septiembre.
No me resisto a la tentación de reproducir, algunos párrafos: "El
mundo femenino de Santiago estaba revuelto y conmovido desde hace tiempo
con la próxima apertura de Gath y Chavez, que armaba su jaula
de hierro y cemento en la esquina de Estado y Huérfanos y que en los
últimos días había provocado todos los apetitos, con sus artísticas
vidrieras y su iluminación feérica. A las 8 de la mañana, cuando los
empleados alzaron o trataron de levantar las cortinas de hierro, una
multitud femenina se lanzó sobre las puertas en un ímpetu amenazador
e invadió los diversos pisos del edificio. En tal forma, que hubo de
venir la policía para impedir accidentes y permitir sólo la entrada
de grupos discretos a medida que salían los compradores que no se cansaban
de manipular objetos y de indagar precios".
Moustache,
Julio Bozo Valenzuela, publicó en Ziz-Zag caricaturas alusivas
al acontecimiento: cierto caballero que acudía con dos niños, en cueros.
Se decía que en Gath y Chaves se podía entrar en cueros y salir
vestidos de pie a cabeza. Otro "mono" consistía en dos mujeres
de manto, feas y pobres. Debajo decía: Hicieron cola toda la noche y
entraron... para comprar dos varas de choleta (tela de algodón que se
empleaba para forrar vestidos). La dueña de casa se sentía conquistada
a causa de encontrar desde la alfombra mullida a la fina seda. La sección
abarrotes en el piso bajo ofrecía los comestibles. Comprar en esta sección
fue una modalidad exquisita, como contaba Daniel de la Vega, "Y
cuando a usted le servían un plato de fideos, le advertían con orgullo
que habían sido comprados en la Casa Gath y Chaves. Y así aquí
hubo una época en que se comieron los fideos respetuosamente".
La casa repartía
un catálogo en provincia, en el que figuraban los trajes marineros para
niños y niñitas que iban a señalar una época fotográfica y el lujo para
los retratos al óleo. El traje marinero, tanto para niñas como para
niños, tenía dos juegos de cuellos, lo mismo de bocamangas, su gorra
y un pito. Era un orgullo estrenarlo para el 21 de mayo.(Mis tías chillanejas,
estando mi madre de visita en Chile, de paso algunos meses para seguir
a Bolivia, me pusieron en una escuelita, frente al fundo El Tejar de
Chillán Viejo, y estimaron que el niño debía presentarse con algún número
el 21 de mayo y para mayor realidad, con la celebración, se encargó
a Gath y Chavez un traje marinero y se me presentó en el proscenio
declamando una poesía, después de muchos ensayos y orientaciones. En
mi actuación la gente empieza a reírse y yo a sentir que me estoy mojando,
en medio de este mar, la tía me saca en vilo del escenario, sin dejar
de recibir algunos aplausos de mis familiares. Este fue mi primer traje
marinero y creo que mi iniciación literaria.)
En el invierno
de 1921, en el 4º piso, inauguró los Salones del Tea Room.
No existía hasta
entonces ningún sitio a la manera de este. El organizador de esta nueva
sección era don Arturo Vieira, el que se basó en del Tea Room
de la Casa Harrods de Buenos Aires filial de Gath y Chaves,
para invitar a tomar té con cierta comodidad y elegancia. Don Pedro
Harguindeguy, un señor vasco-francés era el que hacía gozar de una fineza.
Se pensó hacer traer un buen violinista de Buenos Aires, pero por consejo
del maestro Enrique Soro, director del Conservatorio Nacional
de Música, se escogió al primer violín de la ópera de Santiago, cargo
que desempeñaba el joven Armando Carvajal que fue director de un espléndido
quinteto de cuerdas que ofreció novedosos conciertos.
Stravinsky, Manuel
de Falla y Ravel fueron dados a conocer en Chile. Se establecieron los
viernes de moda y el quinteto ofrecía íntegro el programa o la música
de algún país o de algún autor, como interpretaciones de compositores
nacionales: Alliende, Soro, Leng. Por el mes de agosto de 1922, los
diarios y el público reconocen y aplauden que por primera vez se ha
escuchado en Santiago un concierto de la obra del insigne Debussy. En
un viaje a Chile, el ya célebre pianista Claudio Arrau, asistió a uno
de los conciertos de Armando Carvajal en el Tea Room. Chiffon,
tras cuyo seudónimo se ocultaba Luisa Irarrázaval de Sutil, redactora
de vida social de "El Diario Ilustrado", que hizo después
conocido y celebrado su seudónimo de Ivonne Claudell, describía
el ambiente culto y refinado de las reuniones, y, especialmente, las
tenidas de las damas.
Los aperitivos
no estaban de moda. En el Tea Room sólo podía beberse oporto,
jerez o champagne de marcas importadas, naturalmente. Después se inauguraron
las tardes bailables, a cargo del profesor Valero. Se establecieron
días para los niños, con números artísticos. Para Navidad empezó a atender
Santa Claus y el Viejo Pascuero a fotografiarse con los niños, unos
muertos de miedo y otros muy alegres. La librería de Gath y Chaves
no ofrecía la atracción de la librería francesa, de la Casa Francesa
que se encontraba en la esquina opuesta. Aquí se reunían algunos escritores.
Mariano Picón Salas frecuentaba la tertulia diaria que mantenía Mariano
Latorre, Ricardo Latcham, Alberto Romero, Domingo Menfil.
Y fue una víspera
de Navidad de 1952, que el personal de Gath y Chaves estimó ir
a una huelga, la que se sostuvo por semanas, lo que llevo a la empresa
a bajar las cortinas metálicas definitivamente y cerrar la casa en Chile.
Pasado el tiempo el grandioso edificio que abarcaba una parte por la
calle Estado y la otra por la de Huérfanos se demolió para construir
el Edificio España y crear pasajes o galerías.