II. Los Discursos
Los poetas chilenos emergentes en la década del 90,
pertenecen históricamente al contexto discursivo del periodo que se ha dado en llamar
"transición hacia la democracia".
El diseño de un panorama de los hechos políticos y sociales
podría conformar la base comprensiva del desplazamiento que han sufrido los diversos
discursos en el ámbito de la opinión nacional. Los sucesos que enmarcan la
"transición" del país han devuelto esos discursos, los cuales se encontraban
sometidos al espacio marcado por el enfrentamiento social -lugar de la represión y
también de la utopía- al reino de la opinión, ámbito que, ya en su concepción
hegeliana, representa el error por naturaleza. Los hablantes de todos los ámbitos
sociales actuales saben que se encuentran en esa situación y, salvo aquellos oficiantes
en el territorio de la creencia, lo reconocen en los diversos espacios públicos. La
complejización de la discusión nacional ha traído como consecuencia la
multidireccionalidad de las "voces" que la conforman y con ella el desconcierto
de los sentidos, el desorden de los significados: la pérdida de oposiciones altamente
determinantes ha producido un clima de igualación discursiva permanente.
La supuesta necesidad de consenso ha sido el lema a través
del cual la autoridad ha tratado de convencer al país de que éste se encuentra en un
periodo de transición hacia la definitiva normalización democrática, la cual
culminaría con el logro de la "reconciliación" nacional. Esta voluntad está
entrecruzada de serios intentos culturales públicos (oficiales, no gubernamentales, de
mercado) de aliviar, en este campo como en el social, las "peligrosas"
tensiones. Se intentan religar así los fragmentos de la historia y el "cuerpo"
nacionales, oficializando aquellos elementos que, anteriormente, bajo la política de
censura del gobierno militar, eran marginalizados, relegados fuera del ámbito público.
La instauración de una aparentemente amplia "libertad" discursiva, controlada a
través de vías de censura indirectas, pero efectivas, por la Iglesia Católica y otras
instituciones moralizantes, conlleva la desactivación de las posiciones confrontacionales
y la hibridación de las diversas "voces" que se confunden, se contaminan y se
indeterminan en la multiplicidad de una cultura posmoderna -resultado en parte,
también, de la internacionalización y globalización del país- delatando así el manejo
oblicuo del poder, característico del estadio financiero del capitalismo en su grado
avanzado, que convive en Latinoamérica con amplias situaciones de miseria y de injusticia
premodernos, en el rico y dramático sincretismo que históricamente ha caracterizado a
nuestras "colonias".
El poder no tiene una sola "máscara" reconocible,
sino que posee muchos dispositivos de funcionamiento que obedecen no a un centro
sino a varios, en teoría inidentificables. Junto con los intentos oficiales de mantener
esta indeterminación, grupos no gubernamentales, ajenos al proyecto de la autoridad,
intentan focalizar y hacer visibles dichos núcleos en un trabajo político que, con
variables recubiertas, intenta reutopizar el campo de los discursos políticos y
culturales, ambiguo ámbito que enmascara un práctico manejo del poder.
Enmarcado en la situación política del país, es necesario
observar el contexto discursivo imperante donde, considerando como primera seña de
identidad y diferenciación su especificidad literaria, las "voces" poéticas
que aquí se introducen puedan ser asociadas. Todo texto literario, por más que no se
quiera ver, tiene un valor extraliterario que establece una especie de juego de alusión y
elusión con sus valores literarios y que radica, según se ha observado ampliamente, no
en la biografía del autor o las biografías y realidades de los referentes que cuestiona,
sino en la amplia masa de discursos que la sociedad produce y alberga. Este
"valor" ingresa al texto literario, es decir, se vuelve materia literaria, en la
medida en que es "llamado" por éste, a veces de modo sutilísimo. En este caso,
los textos poéticos que aquí interesan, establecen, en este marco, una interacción y
una convivencia que pasa por una diferenciación no explícita, "callada", la
cual sólo puede ser descubierta en esa determinada contextualización, es decir,
poniéndola "en situación", como querría Enrique Lihn, para detectar así lo
que, como característica promocional, es necesario conocer para entender a gran parte de
estos poetas: su búsqueda de modos discursivos que no se asimilan a los más extendidos
del entorno; el uso de registros que no atraigan a estos últimos a menos que provengan de
locaciones y grupos marginales (Nicolás Díaz) o que, participando de la "mayoría
discursiva", e integrados al texto, cumplan una función desestabilizadora -sin
utilizar el recurso moderno de la parodia, como lo veremos más adelante- en tanto son
sometidos al servicio de algún otro discurso, descentrando ambos, volviéndolos ajenos a
sí mismos, como es el caso del discurso religioso de Juan Herrera.
El más interesante modo de convivir en el desorden general
de los discursos, dice relación con la construcción del espacio en los textos de estos
poetas. Si este contexto discursivo es leído como el "espacio del desconcierto"
donde los discursos se vuelven indeterminados, los textos construyen un espacio
delimitado, que vuelve inteligibles las imágenes que encierran en ese espacio
heterotópico, que presentaremos más adelante. Se trata de textos que no son neutros con
respecto a ese contexto discursivo, como podría pensarse al observar su distanciamiento;
en el "encierro" heterotópico (5), además
de utilizar los discursos del medio para construir otro espacio que los vuelva
reconocibles, se metaforiza ese "espacio del desconcierto" del que se habla en
la imagen principal que recorre toda esta temprana producción y que pone de relieve la
aventura vital que en estos tiempos protagonizan los jóvenes: el contemplarse
"perdidos". No gratuitamente los poemas que aquí se presentan están cruzados
por la presencia de "peregrinos", "caminantes",
"navegantes", "argonautas" y, por sobre todo, "náufragos".
Así, estos poetas encuentran, en la correspondencia con un
nuevo contexto sociopolítico y discursivo, pese a establecer continuidades literarias,
una primera distinción con respecto al pasado poético inmediato, que recorrió el camino
desde el testimonio y la autocensura, la parodia, la experimentación, el espectáculo de
las voces y su silenciamiento, hasta la "barbarie tribal". Quizá estas nuevas
poéticas, que presentan particulares directrices escriturales, funcionen no como un
colofón del panorama poético descrito, sino como el comienzo de un próximo.