Chile: potencia educacional

Santiago, 19 de noviembre de 2006

El 19 de noviembre de 1842, el presidente don Manuel Bulnes firmó, junto a su ministro don Manuel Montt, la ley que dio origen a la Universidad de Chile, y don Andrés Bello fue su primer rector. A 164 años de entonces, es oportuno rescatar de aquellos estadistas su visión de futuro y su decisión de situar a la educación en el centro de las políticas públicas, vertebrando la vida nacional.

En la visión de la que somos tributarios, la educación es mucho más que un asunto técnico. Es un asunto generosamente político - de convivencia colectiva, de conversación-, que ejerce una influencia decisiva en nuestra dimensión de seres humanos. “Nadie discutirá que el legislador debe ocuparse principalmente de la educación de los jóvenes” dice Aristóteles en su obra “La Política”.

En la decisión de esos estadistas fundadores estaba la idea que la universidad es la institución madre del mundo intelectual, la que conserva la dignidad del conocimiento y la que orienta y da robustez a todo el sistema educativo. A diferencia de entonces, hoy nuestro país está desatendiendo a sus universidades. Al estado chileno le está saliendo barato contribuir con sólo el 15% del gasto en universidades, contra cifras que van desde el 50 al 90% en todos los países desarrollados (OECD, 2006). Pero al país y a los ciudadanos chilenos, sobre todo a los más modestos, este ahorro les sale caro. Las familias chilenas están pagando o endeudándose más que nunca para que los jóvenes ingresen a la educación superior, y lo que reciben esos jóvenes como formación, digámoslo con franqueza, es en muchos casos de escasa o dudosa o imprecisable calidad. Chile ha ido devaluando a sus universidades y con ello al sistema educativo, todo esto sin consultar a los ciudadanos. En ninguno de los países desarrollados existe un esquema como el chileno.

Nuestra invitación es a imaginar y a construir una educación que sea algo más que un producto de mercado, algo más que un sistema de ayudas, mucho más que un mero marco regulatorio. No nos queremos dar cuenta que la gran mayoría de la juventud chilena está molesta por la mala calidad de la educación que está recibiendo. Y por las pocas posibilidades que tendrá para acceder a una verdadera movilidad social como fruto de sus esfuerzos personales.

Trasladando a hoy la visión de los estadistas que la fundaron, la Universidad de Chile invita al país a que la educación sea nuestro eje estratégico nacional, y compromete su accionar en ello, porque es lo único que nos permitirá ganar la guerra contra la pobreza y las inequidades. Nuestra meta debe ser transformar a Chile en una potencia educacional, un país exportador de inteligencia y conocimiento. En el marco de ese acuerdo país todas las políticas públicas y los incentivos al sector privado debieran ser analizados a la luz de su contribución al logro de ese objetivo.

Hay medidas evidentes que podemos tomar de inmediato. Por casi tres décadas el 10% de las ventas brutas de CODELCO se han invertido en Defensa, ahora se deben invertir en inteligencia y conocimiento. El año 2007 esos recursos podrían alcanzar los mil millones de dólares, parte importante de los cuales podría ir en esta dirección.

Pero mejorar la educación no sólo tiene que ver con recursos. Si hoy estamos celebrando este aniversario es porque le damos valor a la tradición. Somos lo que somos por lo que hemos sido. Hoy nos llama la atención la distancia y hasta el desprecio que se manifiesta en ocasiones por la educación pública, la que ha sido uno de los pilares históricos de nuestro desarrollo. La densa red de liceos fiscales de calidad fue durante mucho tiempo una garantía de equidad y de igualdad de oportunidades. No era lo público como cosa menor, sino lo público como construcción republicana, como plaza de conversación, como encuentro de personas de origen muy diverso. La huella de la Universidad de Chile está grabada en el alma nacional. Ninguna política abstracta hecha desde los informes de expertos podrá tener éxito si no toma en cuenta nuestras tradiciones, si quiere dejar de lado lo que han sido la Universidad de Chile, las demás universidades públicas y sus liceos y escuelas. En este sentido, nuestra identidad no es negociable, ni como país ni como universidad.

Desde la Universidad de Chile, en el día de su 164 aniversario, invitamos a los chilenos y chilenas a poner la educación y el desarrollo humano en el centro de nuestra vida pública. Lo demás se nos dará por añadidura.

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