“Los cuadernos de inventar”, explica el cineasta e investigador Cezar Migliorin, “no tienen orden”. Y es que los dispositivos expuestos en este texto que se entrega a quienes participan del proyecto “Inventar con la diferencia” buscan detonar una experiencia estética desde un construir conjunto y horizontal, aplicable a la realidad de cada comunidad educativa, en donde las diferencias de sus integrantes confluyen en la creación, espacio propiciado por un elemento clave: el profesor.
Invitado por parte de la Red Cero en Conducta, proyecto de extensión del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) coordinado por el cineasta y académico de la Escuela de Cine y Televisión, Ignacio Agüero, Migliorin trajo la experiencia de este proyecto implementado en los 27 estados de Brasil, llegando aproximadamente a 540 profesores y 5 mil alumnos.
También dictó un taller a profesores de establecimientos escolares, ofreció la conferencia “Una experiencia de cine y cuidado en la escuela en Brasil”, y lanzó el libro “Pedagogía del lío: cine educación y política”. Una nutrida agenda en la que, como dijo, “me sorprendió ver tanta gente interesada, gente con preguntas muy pertinentes que no están nada alejadas de las discusiones que se tienen cada tanto sobre cine y educación, entonces aquí también estoy aprendiendo”.
¿Cuáles fueron esas inquietudes que salieron en este diálogo con la comunidad local?
Hay un poco de todo porque hay una dimensión de riesgo en el trabajo con el cine. Una vez que estás con los estudiantes, con los profesores, creyendo que es posible una producción conjunta, que es posible una experiencia con el cine, no es solamente un traspaso de conocimiento de uno a otro. Eso quiere decir que nunca se sabe a ciencia cierta si algo va a acontecer, porque cuando la relación es más vertical es más fácil. De alguna manera yo tengo el conocimiento, tú no tienes, bueno, te lo voy a pasar, después puedo ver si comprendiste o no. Y acá no, la idea del trabajo es que algo se produce sin que haya un punto tan claro de llegada, entonces hay una inquietud en el sentido de no saber si va a pasar o no.
Y en ese sentido, considerando que para muchas personas el cine es conocido sólo desde la exhibición, desde el ver, ¿cuáles son las claves para aproximarlo desde el hacer?
La tradición del cine escuela es que se ve cine, pero hace como 15 años -un poco más tal vez-, se quedó muy fácil de hacer por motivos obvios. Y ahí yo creo que hubo un cambio que es ver y hacer, porque es más fácil de entrar en un proceso de creación de cine y de sonido cuando se ha experimentado uno mismo lo que es hacer.
Nosotros trabajamos toda una metodología con la idea de que es muy fácil hacer, que con cosas muy sencillas se llega a discusiones muy complejas. Con muy poco nos aproximamos a cuestiones que son verdaderamente cinematográficas de planos, de montaje, de relación con el otro. Trabajamos mucho con el documental entonces vemos la grabación con el otro, con la ciudad, con el territorio, la alteridad, la ética de filmar al otro, que son las cuestiones básicas de cine.
Y en ese sentido, en el planteamiento de presentarlo como algo muy fácil que se hace con muy poco, ¿hay un afán democratizador?
Yo diría que sí, pero no porque es fácil de hacer sino que porque el afán democratizador es el derecho de todos a una experiencia estética. Eso puede pasar por el cine, la experiencia estética como un derecho y como algo que se educa, que puede ser parte de una pedagogía.
Por ejemplo, en el taller nos acordábamos de un filósofo del siglo XVIII que es Schiller. Schiller tenía una idea que dice que lo que hay de más humano en el hombre es jugar. Y para él jugar es estar entre, en una ida y venida entre la razón y la sensibilidad. Entonces no es olvidar la razón ni sólo vivir la sensibilidad, sino que hacer ir y venir ambas. Esas idas y venidas, este juego es algo que se aprende, que se experimenta. Experimentar este juego es tener más capacidades de sensibilidad, pero es muy bonito que Schiller dice que eso, más que una posibilidad, es un deber. Hay una dimensión política, es ético. ¿Por qué es un deber?, es porque la experiencia estética es como la esencia de la libertad, poder tener consigo mismo la libertad de ver una experiencia que pasa por la sensibilidad, entonces creo que en ese término hay una cuestión política de pensar cómo el cine puede participar en la escuela de este juego de sensibilidad y razón.
En ese sentido, ¿es una práctica que se puede aplicar a toda realidad?
No tengo duda, sobre todo porque todas las propuestas de dispositivos que hacemos es para los profesores. Los profesores saben con quién están trabajando, entonces no se trata de decir lo que los profesores van a hacer con sus estudiantes, pero si proponer, ayudar a los profesores que tienen interés de trabajar con cine para que tengan un catálogo de ideas, pero siempre de manera muy abierta. Son muy sencillas siempre, no trabajamos con la idea de lenguaje cinematográfico, sino de juego cinematográfico: juego con imagen y juego con sonido.
¿Cómo ha evolucionado la implementación del proyecto?
Cambió mucho porque cuando empezamos era muy grande. Hace dos años y medio teníamos un cine educador en cada estado de Brasil, que son 27, entonces esa persona iba a Río de Janeiro, se quedaba allá como una semana y ahí había una formación. Después volvían a sus ciudades y allí hacían formación con profesores. Después de esa formación iban a la escuela cada 15 días a ayudar al profesor a hacer los talleres. Empezamos así, algunos funcionaron muy bien, otros menos. Hoy estamos más concentrados en los profesores.
Otro de los temas que aparece es el horizonte de la igualdad. ¿Cómo este se conjuga con la diversidad como valor?
Bueno yo creo que son tres conceptos. Igualdad, diversidad y diferencia. Porque diversidad no es algo que está en el libro. Primero, la cuestión de la igualdad es una idea de principio de relación. Eso no quiere decir que profesores y estudiantes son iguales, sino que como utopía de igualdad, de una no jerarquización es muy importante y estoy pensando en el filósofo francés Jacques Ranciere que dice que la igualdad es algo que se hace en el acto y no algo que se busca en el futuro, entonces la cuestión para nosotros es cómo comenzar la igualdad. La idea de los dispositivos tiene que ver con eso, es cómo podemos hacer con la mediación de la imagen una situación de aprendizaje y de conocimiento donde cada uno tiene algo que poner sobre la mesa. Entonces no quiere decir que tú y yo somos iguales, pero sí con crear una situación donde yo tenga algo y tú también.
La posibilidad política de Ranciere…
La posibilidad de inventar con la diferencia. Cómo inventar en situaciones donde no somos iguales pero los dos, o los diez tienen la posibilidad de experimentar este lío, esta cosa que cada uno va a colocar algo al conjunto. Esto es la idea de la igualdad.
La idea de diversidad no la utilizo porque estoy más interesado en diferencia.
¿Por qué?
Porque con la diversidad tengo la impresión que es un concepto demasiado establecido y porque en ciertas situaciones políticas la diversidad está asociada a la idea de lo que se debe aceptar, de lo que es lo tolerable. Es más difícil inventar con la diferencia y para que se invente tiene que ser algo que esté cambiando, que esté de alguna manera abierto a un movimiento.