“A la sombra de la subcontratación: reconfiguraciones políticas del trabajo en Chile", fue el título que inspiró la conferencia de Sebastián Pérez Sepúlveda, doctor en Sociología y master en Ciencias Sociales de la École des hautes études en sciences sociales de París, EHESS. Investigador asociado del Centre d'études sociologiques et politiques Raymond Aron, CESPRA. Dicha actividad se realizó el 19 de Agosto 2019, en la Sala 214 de Casa Central de la Universidad de Chile, y fue organizada por CIPSTRA, Núcleo de investigación en Trabajo, Clases Sociales y Acción Colectiva, workshop laboral de los estudiantes de postgrado de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile.
Pérez ha indagado en el subcontrato presente en tres grandes sectores de la economía nacional como son el portuario, forestal y minero, especialmente el de la gran minería de Codelco, cuyas tradiciones, culturas y formas de organización laboral son disímiles, y reflejan la complejidad de esta realidad laboral surgida en los tiempos de la Dictadura. En entrevista con la Facultad de Ciencias Sociales, el sociólogo ahondó acerca de sus repercusiones, cómo se vive según sector económico y el impacto del sindicalismo laboral en ese tipo de empleos.
-¿A qué se debe que persista la realidad del Subcontrato laboral en Chile?
Pienso que tiene que ver con una racionalidad capitalista instalada desde Dictadura cívico-militar. No hay que perder de vista que la estrategia del subcontrato se libera, en términos institucionales, al alero del plan laboral y constituía el mecanismo principal de adaptación de las empresas a la economía más globalizada.
Entonces, la persistencia del subcontrato en Chile se debe, básicamente, a que permite la adaptación de las empresas bajo la lógica de reducción de costos laborales frente a las condiciones del entorno. Se trata de una condición estructural con la cual las empresas logran –de alguna manera– adaptarse a las condiciones y a la competencia internacional.
-¿Cuál es el rol e incidencia de la acción colectiva o sindicalismo en la aplicación de la subcontratación?
Eso se puede responder desde dos lugares. Primeramente, yo diría que la propagación y consolidación de los regímenes de subcontrato se vinculan –primero– a una ausencia de respuesta sindical ante las transformaciones institucionales y económicas que se instalaron con el gobierno de Pinochet, y se consolidaron con los gobiernos de la Concertación.
Sin embargo, la regulación en específico de la ley de subcontrato (ley 20.123) responde justamente en el contexto de 2005-2006 a la irrupción de un movimiento de trabajadores –básicamente contratistas de Codelco– que de alguna manera aserian la campaña presidencial de ese minuto y logran el compromiso de los candidatos presidenciales. En este caso de Piñera y Bachelet en sus primeros periodos, de regular esta condición contractual.
Por otro lado, ¿cuál es la incidencia del sindicalismo? Es bien difícil responderlo a nivel más general porque tiene que ver mucho con cuáles son los caminos sindicales, cuál es el poder sindical que existe en los determinados sectores, y eso es sumamente variable.
Yo realicé una investigación sobre el sector minero, la gran minería entorno a Codelco, el sector forestal y el sector portuario. En el sector portuario, se desarrollaba una subcontratación bastante singular, diferente a la de los otros grandes sectores de la economía exportadora, lo que tiene que ver con tradiciones sindicales y con la manera misma de estructuración de subcontratación.
En el sector forestal, por su parte, la dispersión es mucho más radical que en el sector minero. Entonces, eso también dificulta –entre otras cosas– las formas de organización. En el sector portuario es bien particular ya que poseen una externalización del trabajo tal que la empresa intermediaria –de alguna manera– desaparece y ahí el sindicato de trabajadores portuarios eventuales cumple ese rol, produciéndose una configuración distinta.
En el caso de la gran minería, nuevamente es distinto porque, por ejemplo, la relación de subcontrato tiende a ser más diversificada en el sentido de que las empresas intermediarias son de distinto tamaño. Algunas son multinacionales y eso le da un cariz diferente.
-¿Cuál es la importancia del sindicalismo y la fuerza colectiva en el subcontrato en Chile?
La incidencia de la fuerza colectiva depende de diversos factores, uno de ellos de tipo estructural y tiene que ver con cómo está organizado el proceso de trabajo, determinando básicamente, los espacios y las formas de continuidad o no de los trabajadores. Particularmente en el caso minero, existe mucha más continuidad pues hay espacio para que lo trabajadores puedan desarrollar conversaciones y generar solidaridad un poco más ordinaria.
Por contraparte, respecto de los otros sectores económicos que estudié, en la industria forestal hay cuadrillas de bosques, por tanto los compañeros de trabajo son solo tres personas. Los niveles de desigualdad en términos de condiciones de empleo son bastante radicales porque, en general, las empresas contratistas son pymes y se dividen a nivel de cuadrillas. Es sabido que cualquiera sea la forma de organización bajo subcontrato, implica siempre una fragmentación del colectivo de los trabajadores. Pero nuevamente esto depende del sector.
Hay otra dimensión que yo traté, de alguna manera, de darle más realce en la investigación que hice y se relaciona a aspectos más subjetivos, en el sentido de observar la acción sindical como una suerte de vector de la construcción de un sujeto más colectivo. Al respecto, cabe preguntarse ¿hasta qué punto las formas de subcontrato y la experiencia ordinaria que se da en él permiten la generación de un sujeto colectivo? , ¿hasta qué punto se desarrollan estos sectores y responden a la construcción de un sujeto colectivo y/o contribuye a la generación de un sujeto colectivo? En ese escenario, también hay diferencias.
Al interior del sector minero, por ejemplo, el peso y tradición cultural de la producción minera para la economía chilena es tal que los trabajadores se sienten formando parte –incluso los subcontratados– de la generación del “sueldo de Chile”, generando un fuerte sentimiento de pertenencia del sector. Esto favorece la formación de sujetos colectivos, pese a la fragmentación que significa en la práctica el subcontrato y la externalización.
-Ahora que se discute la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales en post de mayor tiempo de esparcimiento y ocio de los(as) trabajadores(as), a tu juicio, ¿cómo el subcontrato condiciona y repercute en su calidad de vida?
El proyecto de 40 horas es sumamente relevante, dado el nivel de intensificación y el tiempo de trabajo que se dedica en Chile. Pero llama la atención que el debate o las argumentaciones no consideren el trabajo en sí mismo. Es decir, se intenta reducir la jornada laboral no tanto por lo que ocurre en el trabajo sino por lo que pasa afuera, para permitir una mejor calidad de vida de trabajadores(as).
Es como si, en el debate público, nos quedáramos sin categorías para pensar qué es lo que sucede al interior del trabajo y eso es sumamente complejo cuando desde la ortodoxia económica instalan el tema de la productividad. Me parece necesario instalar otros temas sobre cómo podemos pensar el trabajo y qué significa éste para los individuos en Chile. Resulta fundamental que la reducción de la jornada laboral se establezca sin mecanismos de flexibilidad, porque esto puede generar un descalabro enorme en el subcontrato.
Sabemos que mayores niveles de flexibilidad van a impactar necesariamente en las condiciones de empleo. Entonces, es importante que en términos del debate público –a propósito de las 40 horas– se intente introducir más elementos para pensar qué sucede al interior de los espacios de trabajo.
Tengo la impresión que la discusión debiera dirigirse en ese sentido, es decir avanzar en un proceso de democratización a nivel empresarial. Pienso que eso es clave y tiene que ver con ¿hasta qué punto se puede discutir la monopolización del poder que tienen los inversionistas en capitales dentro de las empresas? Porque, en definitiva, la empresa le pertenece a todos, no solo a los capitalistas.