Para que la Universidad de Chile avance con paso firme en su compromiso con la sustentabilidad global, es necesario un cambio cultural.
Desafío no menor si consideramos que la cultura universitaria se conjuga en plural, manifestando distintas visiones, prácticas y valoraciones de lo que significa una universidad sustentable. Diversidades generacionales, territoriales y de campos del conocimiento, nutren la experiencia cotidiana de nuestros espacios, construyendo expectativas distintas respecto al presente y futuro de la sociedad en nuestro planeta.
Esta diversidad otorga también múltiples sentidos sobre los riesgos sociales y ambientales que se requieren enfrentar, no coincidiendo seguramente en cuáles enfrentar primero, cuáles después, cómo los podemos enfrentar, ni mucho menos cuáles estamos dispuestos a asumir. Con mayor o menor percepción de urgencia, con diversos niveles de consciencia y recursos, a la comunidad universitaria no le queda más remedio que debatir a la vez que actuar.
Que la sustentabilidad sea parte de la vida universitaria es necesario y deseable para que la universidad sepa cómo aportar, con cualidades propias, a un desarrollo sustentable de nuestra sociedad. Más que prácticas “adentro” y “afuera” de la casa de estudios, se trata de una continuidad en las responsabilidades asumidas por la formación académica y profesional. Una ética sustentable atraviesa las aulas y genera cambios en los campus y en los campos, a la vez. Así, aporta a la calidad de vida de quienes transitan las facultades, los pasillos, los servicios, en la medida que activa nuevas buenas formas de hacer universidad.
La sustentabilidad no es solo entonces un problema de espacio-ambiente, sino también de experiencia-sujetos. Cualquier compromiso que se piense seriamente en este camino, debe tener como principio la inclusión de la diversidad humana y social que estructura las relaciones de la comunidad universitaria.
En una institución compleja como la nuestra, que esto suceda no depende solo de la voluntad, sino de la coordinación planificada y proyectada con que se generen estos espacios de cambio cultural. En otras palabras, para hacer viva la política de sustentabilidad que nos enorgullece, estamos llamados a participar de ella y de los cursos que tome su implementación. Estamos llamados a que se convierta en un “asunto” de toda la comunidad universitaria y no tema exclusivo de la formación, la investigación o la extensión.
En pos del diálogo, la articulación, el reconocimiento y puesta en común de los saberes sustentables que circulan -aún fragmentadamente-, esta vicerrectoría saluda y felicita el rol del Comité y compromete su misión articuladora de relaciones comunitarias para que la sustentabilidad tenga quién la sustente.