He tomado conocimiento de graves situaciones de violencia ocurridas regularmente en el Campus JGM y que afectan particularmente a personal funcionario no académico encargado de tareas de mantención, aseo, seguridad, uso de los aularios, entre otras.
Me he reunido con trabajadores y trabajadoras que, haciendo uso de su legítimo derecho a manifestarse críticamente, exigen decisiones claras de parte de las autoridades del Campus. Reconozco en sus demandas una exigencia justa que debe ser reconocida por la comunidad universitaria de la que formamos parte. Agradezco la voluntad de asumir en conjunto las soluciones a los problemas que los y las afectan. He comprometido próximas reuniones para dar seguimiento a los acuerdos establecidos, así como poner en tabla estas problemáticas en un próximo Consejo de Facultad.
A la sobrecarga de trabajo, debido a un número limitado de funcionarios/as – que estamos corrigiendo con nuevas contrataciones-, se suman situaciones de violencia que afectan a los y las trabajadores, debiendo enfrentar condiciones humillantes que dejan las frecuentes actividades de estudiantes en los espacios comunes y reiteradas amenazas a su integridad física y psicológica. Todo ello agravado por el consumo de alcohol y drogas y, en algunos casos, situaciones de micro-tráfico. Es preciso erradicar estas prácticas que, nocivas a la convivencia, afectan particularmente a trabajadores/as que realizan su quehacer con esfuerzo y dedicación.
Entre otras acciones a realizar, manifiesto decididamente la voluntad de aplicar medidas disciplinarias establecidas por nuestras normativas institucionales respecto a quienes ocupan estos espacios para ejercer esas acciones nefastas y de asegurar condiciones laborales justas, lo que requiere de la voluntad institucional de las Unidades académicas, de la gestión conjunta de las autoridades del Campus, y de las instancias centrales de la Universidad, para contar con recursos y dinámicas de gestión permanentes.
Pero lo anterior no es suficiente. Es necesario promover y desarrollar una cultura que, fiel al carácter universitario de nuestra convivencia, reconozca en el respeto a otros y otras un imperativo ético insoslayable y para ello, se requiere contar con la participación activa de toda la comunidad universitaria. Académicos/as, estudiantes y funcionarios/as debemos hacernos parte de la solución permanente de estos problemas, pasando de las demandas y declaraciones – del todo necesarias- a prácticas efectivas de respeto y de cuidado.
En este contexto, invito a la comunidad de la Facultad de Ciencias Sociales a asumir estos propósitos y a transmitir a todos/as la necesidad de avanzar colaborativamente en una convivencia que sea fiel a los valores que animan nuestro trabajo en común.