Conferencia se realizará en el Auditorio de la Facultad de Artes, sede Las Encinas

"Cuerpo y Globalización" en ciclo de charlas organizadas por la Fac. de Artes y FACSO

"Cuerpo y Globalización" en ciclo de charlas Fac. de Artes y FACSO
"El devenir de la modernidad ha arribado en la actualidad a formas extremas de individualismo", expresó Sergio Rojas.
"El devenir de la modernidad ha arribado en la actualidad a formas extremas de individualismo", expresó Sergio Rojas.
Trazos de Cuerpo, iniciativa organizada por Extensión y Publicaciones del Departamento de Artes Visuales y por el Magíster en Psicología Clínica de Adultos de la Facultad de Ciencias Sociales.
Trazos de Cuerpo, iniciativa organizada por Extensión y Publicaciones del Departamento de Artes Visuales y por el Magíster en Psicología Clínica de Adultos de la Facultad de Ciencias Sociales.
La conferencia se realizará el miércoles 22 de septiembre, a las 11:00 horas, en el Auditorio de la Facultad de Artes sede Las Encinas. Entrada liberada.
La conferencia se realizará el miércoles 22 de septiembre, a las 11:00 horas, en el Auditorio de la Facultad de Artes sede Las Encinas. Entrada liberada.

"El devenir de la modernidad ha arribado en la actualidad a formas extremas de individualismo. Sin embargo, tres elementos hacen que sea hoy muy difícil reflexionar críticamente las condiciones de la existencia del individuo: la globalización del capital; la informatización en redes de la sociedad; y el denominado 'fin de las ideologías', señala Sergio Rojas, filósofo, Doctor en Literatura y académico del Departamento de Teoría de las Artes, en el resumen de "Cuerpo y globalización: escalas de la percepción", conferencia que se realizará el próximo miércoles 22 de septiembre, a las 11:00 horas, en el Auditorio de la Facultad de Artes sede Las Encinas.

Así, serán las reflexiones en torno a la condición actual del individuo -"la gran obra de la modernidad", explicará más adelante Sergio Rojas- las que se configurarán como punto de partida en el desarrollo de esta conferencia que se enmarca en Trazos de Cuerpo, iniciativa organizada por Extensión y Publicaciones del Departamento de Artes Visuales y por el Magíster en Psicología Clínica de Adultos de la Facultad de Ciencias Sociales, y que tiene por objetivo transformarse en una instancia de encuentro y cruce disciplinar entre las ciencias sociales y las artes, y abordar las problemáticas del cuerpo desde distintas perspectivas.

"La condición actual del individuo es en cierto sentido paradójica. De una parte, el mercado, la actividad política y la producción y circulación de 'bienes culturales' lo señalan como el destinatario privilegiado de una oferta infinita de posibilidades. Sin embargo, por otra parte, dada la escala que en la época contemporánea alcanzan los procesos económicos y políticos, las posibilidades que el individuo tiene de incidir en esos procesos, e incluso de llegar a comprenderlos a cabalidad, es prácticamente cero", explica al respecto este académico, dando cuenta de algunas de las temáticas que abordará en "Cuerpo y globalización: escalas de la percepción".

 ¿Qué es lo que le atrae, en definitiva, de la condición actual del individuo?

En cierto sentido, podría decirse que el individuo es la gran obra de la modernidad. En torno a su figura como individuación, autonomía, racionalidad auto-consciente y libre albedrío, se fundamentan la realidad de la ciencia experimental, la democracia e incluso la modernización de las religiones, especialmente del cristianismo. Somos aún herederos del humanismo ilustrado y la tarea de construir la comunidad racional de individuos. Sin embargo, producto del desarrollo de la ciencia-técnica, la revolución industrial, la política en la época de la técnica, la globalización del capital, el hombre comienza a extrañarse en el mundo que él mismo ha ido creando y transformando. Ahora "lo Real" no se puede simplemente señalar, diversas realidades ya no parecen disponibles desde los nombres y significados que todavía intentamos atribuirles. ¿Qué quieren decir hoy, por ejemplo, palabras como "humanidad", "comunicación" o "democracia"? La producción artística contemporánea pondrá en obra ese extrañamiento. El lenguaje va a devenir en campo de ejercicio de la negatividad que caracteriza al arte en el siglo XX. Difícilmente el arte puede limitarse a ser la ocasión para que la subjetividad se entregue a ensoñaciones privadas, reviviendo la "estética de lo sublime" como si no hubiese ocurrido el siglo XX y los campos de concentración. Se produce la paradoja de que es necesario comenzar a destruir las formas heredadas de comprensión "humanista" de la realidad, que piensa al hombre como si éste fuese el gran protagonista de la realidad, porque ahora se hace necesario abrirse al exceso de un mundo que no comprendemos, porque sus procesos exigen elaborar otra escala de comprensión, incluso de percepción.

Dice usted que el lenguaje va a devenir en campo de ejercicio de la negatividad que caracteriza al arte en el siglo XX. En ese sentido, ¿cuál es el rol que ha desempeñado el arte en esta necesaria destrucción de las formas heredadas de comprensión humanista de la realidad?

El arte en el siglo XX desarrollará sus propuestas críticas en relación a la emancipación de la subjetividad. Esto supone un concepto de experiencia que es diferente al que heredamos de la tradición filosófica, por ejemplo el concepto racionalista ilustrado de tipo kantiano. No se trata en el arte de una relación de "conocimiento" con la realidad del mundo, sino más bien de alterar radicalmente los límites del sujeto. El arte contemporáneo -me refiero a aquél en el que pueden reconocerse operaciones críticas- conduce la subjetividad individual hacia el cuestionamiento de sus propios códigos y formas de experimentar la realidad. La experiencia en su mayor intensidad no sería sino la experiencia de la disolución de sus propias condiciones de posibilidad. No asistimos aquí a la expectativa de una relación con "algo" que se encontraría más allá del límite, sino a la experiencia del límite mismo, he aquí la transgresión que caracteriza a la estética de una parte importante del arte contemporáneo y a su discurso de autocomprensión: la música futurista, el arte Dada, el surrealismo, el accionismo vienés, el recurso a la performance; pero también el teatro de Artaud, etc. La destrucción del humanismo en el arte del siglo XX se orientó esencialmente al cuestionamiento de la categoría de "individuo".

¿Y qué es lo que se estaría constituyendo como paradigma, por decirlo de algún modo, a partir de la experiencia de la disolución?

En sentido estricto no asistimos a la constitución de un "nuevo paradigma", más bien lo que ocurre es que vivimos el proceso de destrucción del "paradigma" humanista. Y esto puede tomar un largo tiempo, en el sentido en que Nietzsche habla, por ejemplo, de la "muerte de Dios". Lo que he denominado la "destrucción del individuo" no es simplemente la desactivación de un concepto, sino nuestra experiencia contemporánea de lo real. Nuestros patrones de orientación se agotan, pero no podemos apresurarnos en deshacernos de ellos, no es posible algo así como "ahorrarse la historia", por ejemplo no podríamos simplemente decir: "está bien, olvidémonos de la diferencia entre derechas e izquierdas". Zizeck decía que había visto la película "The Matrix" en un cine de Eslovenia y que junto a él estaba el espectador ideal de la película: un tipo que cada cierto rato gritaba "¡Dios mío! ¡La realidad no existe!" Pues bien, pienso que es tan absurdo pensar que "la realidad no existe", como creer que lo más real es simplemente lo más cercano y cotidiano en nuestras mediáticas existencias, algo así como nuestra "identidad". Creo que hoy la identidad es un bien simbólico de consumo en el mercado estético de la subjetividad. La "fiesta del Bicentenario" a la que asistimos por estos días es un buen ejemplo de ello. Ya llevamos un buen rato "votando" por la identidad. Compitieron los Moais de la Isla de Pascua contra otras "maravillas del mundo" como las pirámides de Egipto o las ruinas de Stonenge; y aquí han estado los chilenos votando por el trago o el sanguche más típico de nuestra "chilenidad"; entiendo que hasta se eligió al "perro chileno". No lo tomo con gravedad, pues para casi todo el mundo se trata de una especie de humorada con rango de oficialidad. El año pasado el gobierno contrató a un asesor internacional de imagen, para posicionar a Chile en el mercado mundial. En fin, pienso que por ahora lo más real en nuestra experiencia particular de la realidad es la destrucción de nuestro horizonte de sentido, la catástrofe del mundo en el que formamos eso que Richard Rorty llama nuestro "léxico básico". El error es creer que podemos simplemente contemplar esa catástrofe desde un escepticismo que nos pone ilusoriamente a distancia de lo real, como si esa catástrofe fuese algo que ocurre en la televisión o en las páginas de Internet y no algo que ahora mismo nos está cayendo encima.

¿Cuál sería el lugar del individuo en lo que está ocurriendo, si es que aún podemos hablar de individuo?

Hoy ya casi no se pregunta por la tarea de los partidos políticos, de la religión, de la clase o de cualquier otra forma de colectividad, sino que se pregunta casi de inmediato por "el lugar del individuo". ¿Qué es el individuo? Me refiero a qué es el individuo en esa pregunta. El individuo es el lugar hacia donde la subjetividad está siendo relegada, subsumida en los procesos de magnitud irrepresentable que hoy condicionan la existencia de los hombres. Producto de un paulatino desencanto, escepticismo, desesperanza, nos vamos transformando en lúcidos espectadores de la realidad. Es decir, cambiamos fe y compromiso por lucidez y suspicacia. De un lado, pareciera que la individualidad es una conquista, pero de otro lado se nos presenta como el rincón al que vamos siendo relegados. Son las dos caras de lo que se denomina "individualismo". Creo que la primera tarea reflexiva del individuo es poner en cuestión la idea de que esa individualidad triste y psicótica sea algo así como la última frontera.

¿La "última frontera" respecto a qué específicamente?

Me refiero a que la idea de que la individualidad, aislada y autocentrada en sus propios intereses y necesidades particulares, sea la condición natural e irreversible de la subjetividad en la época del denominado "fin de las ideologías". En ese marco, el individuo aparece como una especie de vocero de esa naturaleza apetente que lo "habita" y que le arrebata la condición de sujeto y que considera el consumismo como mera expresión de esa naturaleza. Pero esto significaría algo así como el fin de la idea de comunidad como horizonte de sentido la existencia. Esto sería simplemente el fracaso de la modernidad, y el resultado es la intemperie del individuo, expuesto en su frágil cuerpo en medio de la catástrofe, como en la imagen que propone Benjamín en su texto sobre el fin de la experiencia en la época de la técnica. Si el "individualismo" tal como lo vivimos hoy es el desenlace definitivo de la historia, entonces aquel individuo desesperanzado opera como frontera respecto a la temporalidad histórica del aun-no de la comunidad. Es como si el precio de la individualidad fuera el sentimiento de irrealidad. Entonces vivimos con la sensación de que "la realidad está en otra parte". En el arte contemporáneo podemos encontrar hoy, por ejemplo, la reflexión de este problema. En el cine, por ejemplo, es el problema desde donde veo "Taxi driver", de Scorcese.

¿Y qué sería aquello que nos está relegando a esta individualidad que usted describe?

Bueno, se trata de un itinerario extremadamente complejo, en el que se imbrican la historia de la modernidad, el devenir de la subjetividad y el proceso de globalización del capital. La figura del individuo es un momento en la historia de la subjetividad moderna, el tratamiento teórico de la cuestión se encuentra en textos fundamentales en la tradición del pensamiento occidental, por ejemplo, en los textos sobre filosofía de la historia de Kant, en La fenomenología del Espíritu de Hegel, en El malestar en la cultura de Freud o en Cartografías del deseo de Guattari, por nombrar sólo algunos. De hecho, es un tema fundamental del pensamiento de la biopolítica, hoy en boga, y también, aunque en otro sentido, del neobarroco latinoamericano. Sin embargo, más allá -debo decir "más acá"- de esos planteamientos fundamentales, considero que el "individualismo" es una actitud que se elabora y se ejerce en lo cotidiano, incluso podría considerarse paradójicamente como una forma de "ubicarse" en el mundo cuando ya no se lo puede comprender. Entonces la subjetividad se repliega hacia la interioridad del espectador que se limita a consumir imágenes de lo real. "Cinismo" es el nombre más adecuado para esta actitud que vive solapadamente la desesperanza como si fuese la conquista de su soberanía.

Y ese "ubicarse en el mundo", ¿cómo se enlaza con las escalas de comprensión y percepción de ese mundo?

La conciencia cínica es una forma de "conciencia desdichada", en el sentido hegeliano; es decir, se puede entender el cinismo contemporáneo como el resultado de una subjetividad que retorna desde el mundo abandonando toda creencia, como para protegerse de la desilusión, para no desesperar, y entonces se territorializa en una "posición" que no es sino la descalificación a priori de toda posición. Por ejemplo, pareciera suspender todo pronunciamiento ético sobre los acontecimientos, porque ya nada le sorprende, porque "la historia" le enseña que nada especial podemos esperar del hombre; es decir, está imbuida de un historicismo que termina siendo la negación de la historia a favor de una especie de "naturaleza humana" que sólo sabe de intereses, apetitos y cálculo individualista. Entonces, me pregunto qué clase de percepción e interpretación de la realidad es ésta, que dispone a la subjetividad en la condición de un espectador absoluto, en el que coexisten, de una parte, la curiosidad por los hechos del mundo y, por otra parte, el máximo descompromiso con esos mismos acontecimientos. La relación entre arte y reflexión crítica que todavía se puede esperar del arte contemporáneo, la entiendo precisamente como una provocación de aquella subjetividad cínica, una alteración de la pantalla de indiferencia que la protege de la facticidad. Lo veo, por ejemplo, en las formas de arte relacional que trabajan el tema de la comunidad. En el cine, la película "Distrito 9", de Neil Blomkamp, está basada en la era del apartheid en Sudáfrica, pero en general aborda de manera irónica la compleja relación entre comunidad y alteridad.

Usted se pregunta qué clase de percepción e interpretación de la realidad es ésa que describe. En ese sentido, ¿ha podido configurar algún atisbo de respuesta?

Es un problema en el cual estoy trabajando. Para poder elaborar una hipótesis que describa el modo de operar de la subjetividad cínica, es forzoso reflexionar el sentido de su existencia. Es decir, como lo vengo sugiriendo en esta conversación, este tipo de cinismo es una estrategia de sobrevivencia de la subjetividad, para no morir de angustia y desorientación. Podría pensarse que hubo un tiempo en el que la cotidianeidad espacio-temporal de la realidad se constituía sobre sí misma, en itinerarios, hábitos de comprensión, códigos afectivos, éticos y también de percepción, eso que Humberto Giannini denomina muy acertadamente "la reflexión cotidiana". Un circuito en el que se articulan el hogar, el lugar de trabajo, la plaza, el bar. Un circuito de realidad que se diferenciaba de aquella "otra realidad", constituida sólo por acontecimientos, una realidad estallada y por lo mismo imposible de "habitar", en donde el ser estaba permanentemente deshilachándose, una realidad de la cual se tenía información a través de los medios, pero que existía en otro espacio-tiempo, distinto al de lo cotidiano. Por ejemplo, sé que el mayor de mis tíos, fallecido hace ya muchos años, siendo niño, siguió por radio los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, disponiendo sobre la mesa del comedor un enorme mapa en donde visualizaba los desplazamientos de las tropas en Europa. Woody Allen ha reflexionado estéticamente esa escala del habitar en la película "Días de radio". Esto ha cambiado radicalmente. En la actualidad el tiempo de los acontecimientos ha penetrado la esfera de lo cotidiano, y no me refiero sólo a la cantidad de información que recibimos, sino al hecho de que en la fase actual del capitalismo la existencia misma de las personas está sometida peligrosamente a una realidad en movimiento constante. En ese momento, tenemos una experiencia de nuestra finitud, el sentimiento de intemperie es un modo en que nos sentimos habitando el mundo en nuestro cuerpo. La guerra es una "experiencia" brutal de la intemperie, pero también lo es una crisis económica, una catástrofe política o, sin ir más lejos, el profesional joven que lleva un año cesante, buscando trabajo... por Internet. Entonces la constitución de la subjetividad cínica es un proceso complejo, porque la experiencia de intemperie que la ha hecho nacer es compleja.