IV.3.3 Estado Docente

"El esfuerzo educativo que necesita nuestro país es verdaderamente gigantesco. El profundo deterioro en que se había sumido a la educación pública en cuanto a medios de trabajo y formación de profesores, llevó a una crisis en el sentido nacional de la tarea educativa. En general, el gran desmedro en que ha caído la educación básica y media, por sus inadecuados programas y medios de desenvolvimiento, han llevado a una gran pérdida en lo que fue uno de los principales avances que el país logró en la posguerra: la calidad de su recursos humano a todo nivel. Por ello, los programas de inversión y mejoramiento de la educación son de índole estratégico para el país y su progreso social y económico. El aumento de recursos, unido a un mejor control de la gestión y uso de los mismos, son pasos que se consideran vitales en ese propósito de fondo.

El Estado empieza a recuperar así su rol docente; el cual no sólo constituye una manera de enfrentar la alicaída situación actual de nuestra educación, sino que una forma básica de concebir la función del Estado en el desarrollo de largo plazo y en relación a los recursos humanos. Estado docente no significa, necesariamente, que el Estado sea el proveedor directo de toda la educación. Pero significa que no puede eludir la responsabilidad de controlar la calidad de la educación, ni dejar de lado el establecimiento de contenidos programáticos y la formación de profesores. La tarea docente del Estado, más allá que los propios aspectos financieros, es un factor de primera importancia en el ámbito del desarrollo económico y social nunca debería haber sido olvidado.

¿Por qué habrían las anteriores consideraciones de ser distintas en cuanto a la situación de las universidades? En este caso también prevalece un crisis de calidad y de medios, que se refleja en una alta varianza tanto en aspectos formativos como en la profundidad y relevancia de la investigación. La política del Estado no puede dejar de regular en forma más efectiva sobre estos temas, especialmente cuando existen recursos de importancia que se dedican a las universidades. No es posible que la política conduzca a una absoluta falta de regulación sobre estándares de gestión y resultados en el caso de las universidades con subsidio fiscal directo, mientras que en el sector privado no tradicional prevalece una confusa mezcla de calidades. En particular, no es posible que el Estado deje en abandono a sus propias universidades, especialmente por medio de políticas que tienden a dejar en mayor desmedro a las más complejas, las que poseen un mayor capital humano y físico desarrollado, precisamente, sobre la base del esfuerzo histórico de la política pública por contar con una investigación y una formación profesional y de posgrado de primera línea. Hay que recuperar el sentido nacional de largo plazo en el diseño de la política universitaria y educacional del Estado".

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