IV.6.7 Las voces del pasado (La Época, Julio de 1997)

"Muchos dicen que lo advirtieron a tiempo. Saludan este despertar al que dan paso los movimientos y protestas estudiantiles. Todos habrían manifestado (en su oportunidad) que la autoridad de la Universidad de Chile se estaba equivocando; hoy promueven la desconfianza respecto de todo el sistema.

Es unánime entre ellos el hecho de que el Estado es quien tiene gran culpa de todo lo que ha estado pasando con las universidades estatales y tradicionales; parecerían no haber culpas internas. El tema está, indudablemente, rodeado de muchas palabras, gran sentido de la oportunidad, abierto uso de las frustraciones presentes. Pero, no vaya a ser cosa que se estén sembrando ilusiones al no ir estos temas junto a propuestas realistas y la capacidad institucional para concretarlas.

Eso crearía un sentido de inconformidad con la universidad misma, resultado mucho mas peligroso, facilitador de su destrucción en un contexto externo reconocido por una notable indiferencia.

Lo que vale son las ideas y propuestas, con sentido prospectivo y técnico, con especificidad y concreción. Es necesario considerar en ellas el estado actual de la Universidad de Chile en forma realista, sin discursos halagadores o promesas altruistas, con clara noción de las consecuencias.

No puede, por ejemplo, hablarse del caos y de la existencia de una crisis académica, sin dañar lo  logrado con mucho sacrificio, como asimismo sin destruir la autoimagen de la institución y de sus académicos. Tampoco puede "refundarse" la Universidad cada 10 años, considerando que ese fue también el propósito del Claustro de Profesores Titulares de fines de la última década. Pero tampoco hay que creer que nada es modificable, que debiera prevalecer total satisfacción con lo que actualmente hacemos, que el autoexamen es un despropósito. Ese es el sentido de realismo y ponderación que debe dominar el debate; eso es lo que espera la comunidad universitaria, más allá de los mensajes inflamados de pasión, de los discursos célebres y del accionar de las "agendas ocultas ".

No hay que olvidar que la Universidad que debe pensarse es la del siglo XXI, en un medio dominado por un cambio social y técnico impredecible, y en un ambiente de gran competencia nacional y extranjera. Quienes repiten las fórmulas del pasado para responder a los nuevos retos son los verdaderos conservadores, los que no quieren mirar a las formas nuevas, más exitosas y creativas de hacer actividad académica, utilizando los medios del futuro. Les temen; para ello falta el liderazgo que debe fundarse en la acción y la transparencia.

Las voces del pasado deben ser sustituidas por las del futuro para el cual trabajamos: para una juventud que requier e mejor universidad, y para un país que ingresa al nuevo siglo requiriendo una gran y mejor Universidad de Chile".

 

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