Controversia Innecesaria

30 de Enero de 2002

Sostener que existe una brecha entre la educación pública y privada no constituye acusación contra autoridad alguna, ni menos una crítica a su gestión. Se trata de un problema que arrastra nuestra sociedad hace mucho tiempo, que en visión de muchos se ha venido intensificando en el tiempo. Verificar que existe un déficit crucial que limita el ingreso de jóvenes pobres a la universidad, no significa decir que ninguno de ellos ingresen, ya que de hecho casi la mitad que ingresa esta en la condición de pobre. El problema es un poco más sofisticado, al observarse que la probabilidad de acceso de un pobre es siempre menor a la de un no pobre, sesgo debido a que ellos vienen de una educación de menos calidad y de hogares en donde no prevalecen las condiciones sociales ni económicas para un buen desempeño educativo.

Para la autoridad esta situación debiera ser interpretada como déficits seculares de nuestro sistema, los cuales deben enfrentarse con más esfuerzos de política pública. Debiera ser la base para pedir más recursos para educación, y para realizar el diagnóstico necesario sobre la organización y gestión del sistema municipalizado, reforzando los programas vigentes. Debiera utilizarse para defender la acción educativa del Estado, que históricamente actuó como un igualador de condiciones y promotor de la movilidad social. Debiera, por último, ser la justificación clara de los esfuerzos presentes para sacar adelante la reforma educacional, por impulsar los planes de apoyo a las escuelas en sectores más desventajados, y destacar lo que se hace en políticas dirigidas a mejorar la gestión en educación, y liderar una propuesta de largo plazo.

Lo que la autoridad no puede hacer es descalificar una interpretación basada en evidencia empírica que aporta información útil al análisis del sistema educacional. Menos aún deducir que la afirmación sobre la brecha social significa que no debiera brindarse más ayuda (crédito) a los estudiantes universitarios. No puede tampoco acusar de ignorancia sobre un tema tan conocido por el país y por los investigadores educacionales, además de los propios profesores. En una sociedad democrática las observaciones y críticas deben considerarse un ingrediente que, mezclado con certidumbre de objetivos, puede servir de respaldo a las acciones y la dirección de la política presente. Lo otro es puro desgaste, debates que se alejan de la gente, especialmente de las necesidades de los más pobres.

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