Secreto a Voces

03 de Octubre de 2001

Tienen razón quienes sostienen que Chile no puede basar su estrategia de desarrollo económico en la mano de obra barata. Hasta ahora, con productos de bajo valor agregado, la competencia se ha basado, efectivamente, en salarios bajos que reflejan en sí mismos la relativamente baja productividad del trabajo. La solución radica en el incremento de la productividad laboral, incluyendo acciones de educación y capacitación, como asimismo en obtención de nuevas tecnologías productivas que agreguen valor y hagan por lo mismo más valorable la contribución del trabajo. No cabe duda que gran parte de los problemas distributivos que se observan en nuestra sociedad, y que en gran parte son responsables de incertidumbres señeras en cuanto a menor inversión y crecimiento, encuentran también una vía de salida en la mayor productividad laboral que conduzca al fundamento para la obtención de mayores salarios.

Lo equivocado es creer que sólo por la vía de legislaciones más restrictivas sobre la operatoria del mercado laboral se conseguirá mejorar la situación salarial. También resulta equivocado pensar que sólo la expropiación de las ganancias puede resolver los temas distributivos en sus aspectos profundos. Nada de eso tendrá ningún impacto, sino uno negativo y desalentador de la inversión. Solamente la oportunidad está en la inversión en desarrollo del capital humano, en conocimiento y en tecnología, factores respecto de los cuales existe la mayor brecha con relación a los países industriales. Hemos de reconocer que los esfuerzos en esta materia han sido insuficientes, dominados por criterios estrechos y cortoplacistas, y siempre esperanzados en mantener sólo lo que hemos alcanzado en materia productiva y exportadora, pero sin dar el salto necesario a la etapa siguiente. Naturalmente, este salto no se producirá en forma automática, ni como resultado de legislaciones protectivas de ningún tipo; el esfuerzo debe radicar en mejorar la productividad del factor productivo que representa la verdadera esperanza para la economía chilena, y para la superación definitiva de sus viejos males distributivos y sociales. Invertir en el recurso humano y en conocimiento es el verdadero secreto para alcanzar el futuro que soñamos como nación. Un secreto a voces, pero que parece aún no haber alcanzado con suficiente convicción a quienes deben tomar las decisiones.

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