El Final del Camino

12 de Septiembre de 2001

Poca duda cabe sobre los futuros problemas del mundo con relación al empleo. Enfrentamos un futuro que se orientará crecientemente por medio del profundo impacto de las tecnologías en lo productivo, tendiendo a producir un desplazamiento permanente de mano de obra. Al mismo tiempo, la optimización del hecho productivo requerirá cada vez más de una alta movilidad laboral, proceso en que la capacitación adquirirá el carácter de inversión indispensable. En nuestra economía, la orientación a las exportaciones requerirá innovar sistemáticamente para introducir las tecnologías que efectivamente nos permitan tener éxito en un mundo con muchos competidores. Y para ello, será necesaria no sólo una mayor inversión en conocimiento, sino también una gran flexibilidad en el mercado del trabajo. La realidad de la incorporación al mundo integrado se da, en nuestro caso, precisamente por esos dos factores: inversión del capital humano y en tecnología. En ninguno de esos campos seremos exitosos con mercados rígidos y baja inversión en la producción de nuevo conocimiento.

Todo lo anterior suena a conocido. En el Sudeste Asiático esto no constituye ninguna novedad; por ello han tenido un éxito creciente frente a un mundo desarrollado que ha aprendido mucho de la inversión en conocimiento, pero con dificultades avanza en la flexibilización del mercado laboral. En nuestro medo parece prevalecer poca claridad en ambos aspectos. La inversión en tecnología es pobre y escasamente dotada de adecuados instrumentos asignativos. Hace poco el Congreso dio prácticamente su sentencia de muerte a un proyecto que pretendía poner al servicio de la empresa la investigación universitaria. Primó en esto la idea de quienes quieren solamente enfatizar la necesaria flexibilización del mercado laboral; para ellos, sinónimo de bajos costos. Hoy día se discute una reforma que eleva los costos del empleo, y que significará problemas de importancia para tener desempleo a niveles tolerables. Aquí actúan con primacía los que creen que la tecnología (en la que no estamos invirtiendo) será capaz de pagar esos mayores costos. Quizás todo esto señale que estamos llegando al final del corte camino de la expansión económica chilena, un hito sólido en la nueva frustración.

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