Momento Difícil

23 de Mayo de 2001

Los momentos presentes son preocupantes para Chile. Ya se ha dicho demasiado sobre la problemática económica y sus múltiples indeseables resultados sociales. Los factores externos y domésticos que están en juego han desatado sus previsibles impactos e interacciones, y todos esperamos que el mejoramiento en cuanto a los primeros conduzca a una mayor efectividad de las políticas domésticas. Sin embargo, un aspecto importante tiene que ver con la forma en como todos debiéramos ayudar al país a salid adelante. Lo más preocupantes no es la solución coyuntural sino nuestra reacción ante la misma, ya que se ha tendido a profundizar las diferencias, y prima un franco egoísmo en las visiones de los distintos sectores. Nos estamos enfrentando a un cuadro en que prevalece el conflicto -y a menudo la demanda insostenible- en lugar del entendimiento. Una situación en que poco a poco nos acostumbramos a las escenas de violencia, de protesta, que parece no encontrar caminos de encuentro y diálogo que sean más proclives al país que deseamos hacer atractivo para la inversión. Un estado en que los discursos inflamados, las descalificaciones, la indiferencia ante el sufrimiento de otros, se convierten en el modo típico de relación. Prevalece una creciente polarización, que se advierte en forma evidente en política, y que se traduce en un debilitamiento relativo de las posiciones menos extremas. Es cierto: gran parte de este fenómeno se asocia a nuestro modo de ser, a nuestras divisiones seculares, a nuestra controvertida personalidad social. Los efectos, sin lugar a dudas, se denotan en lo mismo que acusamos como el origen de todo esto: la situación depresiva por la que pasan la economía y los habitantes del país.

El momento económico y político es difícil. Pero lo más problemático somos nosotros mismos, nuestras divisiones, nuestras divisiones, nuestra personalidad intolerante, nuestra falta de visión de futuro. No sólo no estamos colaborando para que el país tenga mejores días en lugar de la actual depresión. El momento es aún más difícil, puesto que estamos destruyendo poco a poco la posibilidad cierta de salir adelante para nuestras nuevas generaciones, de construir un país con futuro cierto. Cada día destruimos un poco más del sueño, y nos encaminamos a la segunda gran frustración de nuestro desarrollo.

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