Los Caminos de Salida

16 de Septiembre de 1998

La economía mundial está sufriendo un significativo colapso. Se inició en Asia, siendo sus primeros síntomas la insostenibilidad del déficit externo de algunas economías pequeñas como Tailandia. Poco a poco, sin embargo, y merced a la notable interrelación de las economías asiáticas, se fue expandiendo regionalmente y revelando que los problemas de origen estaban en las economías de mayor tamaño, dominadas por un sector financiero falto de adecuada regulación, y caracterizado por una gran sobre-exposición, que así reflejaba la crisis real subyacente. La integración de la economía a nivel mundial ha llevado la crisis a un nivel global, alimentada por las expectativas que surgen de los problemas internos en los Estados Unidos, y la fragilidad de las economías latinoamericanas. Sin ser equivalente a la crisis de los años 30, esta es una de las peores coyunturas económicas a nivel planetario; un mal comienzo de la globalización a las puertas del siglo XXI.

Sin lugar a dudas, la propagación de la crisis tiene mucho que ver con sus manifestaciones en las bolsas y la valoración de las empresas. Ello es resultado de fenómenos de expectativas que mejor entenderían los psicólogos sociales que los economistas y financistas. Lo que sí es cierto, es que las fluctuaciones no son independientes de las crisis cambiarias que presionan a los países, debido a su resentida posición de balanza de pagos y débil base exportadora, como asimismo de una política monetaria que resulta en insosteniblemente altas tasas de interés. A este respecto, y sin olvidar las consecuencias de la política monetaria restrictiva empleada durante la crisis de los años 30, y que ayudó a profundizar la extensión real de la depresión, es conveniente que se formulen programas de reducción concordadas en las tasas de interés. Esto ha sido sugerido por el FMI como una forma de paliar las consecuencias de la crisis, y evitar su propagación y profundización. Lo que es importante es las implicancias que ello tiene en términos fiscales y del ahorro privado, y la necesidad de una austeridad que tampoco es totalmente permisible en términos políticos.

La salida a la crisis enfrenta el camino de la restricción fiscal con menores tasas de interés, o bien el de una relativa expansión con tipos de interés más alto. Ambas cosas, aunque políticamente mas "populares" acarrean una gran inestabilidad, tanto en la forma de un mayor déficit externo y consecuencias cambiarias, como en una inflación creciente. Las opciones no son simples ni política ni económicamente. Lo que sí es claro es que estamos ante una crisis prolongada y peligrosa, frente a la cual no cabe la esperanza de que otros soluciones los problemas de un país en particular, a pesar de que la acción coordinada de los países industriales es un ingrediente de primera importancia para buscar una salida.

Compartir:
https://uchile.cl/u5882
Copiar