Informe determinante

Santiago, 31 de Agosto de 2005

El más reciente informe del Fondo Monetario Internacional sobre Chile es claro en cuanto a la enorme contradicción que vivimos como país. Sin lugar a dudas presentamos resultados macroeconómicos formidables, que deberán sostenerse en orden a garantizar el clima de expansión de la inversión para seguir creciendo. El dinámico comportamiento de las exportaciones, su creciente diversificación, la apertura de la economía chilena, lo atractivo que es nuestro medio para la inversión extranjera, son todos aspectos que merecen encomio por la gran oportunidad que abren para sustentar el desarrollo nacional. Aunque son aún necesarios algunos ajustes en materia financiera, como aquellos que tienen que ver con la eficiencia de los sistemas de pensiones y financiero, lo macroeconómico otorga clara aprobación a la economía chilena.

Pero el informe alude de manera muy especial a la deteriorada distribución del ingreso de que adolece Chile, y que le coloca entre los países más desiguales del mundo. Es cierto. Chile hizo un esfuerzo ejemplar en disminución de la pobreza absoluta, la cual se encuentra hoy día en menos de 20% de las familias. Pero el país tiene mucho que avanzar en materia de desigualdad, ya que esta misma es la fuente de desequilibrios sociales y políticos, y la génesis de un ambiente inadecuado para invertir. Sin lugar a dudas las enormes brechas en productividad laboral están en el fundamento del problema, lo cual llama por mejores políticas en educación salud y capacitación, como con respecto a mediana y pequeña empresa. Es claro que no sólo una flexibilización del mercado laboral contribuirá a solucionar el problema de la brecha social y económica, puesto que ello podría solamente generar más ocupaciones para mano de obra barata. El reto para Chile es mejorar en productividad global, elevar la productividad de la mano de obra, incluir mayor valor agregado en las exportaciones, utilizar la innovación y el recuso humano calificado como ventajas productivas. Eso requiere un enfoque estratégico del desarrollo nacional, que parta de la certeza de que el logro de la economía chilena no se ha producido ni se producirá sin un esfuerzo deliberado de política, sin reformas en cuyo debate debe primar una visión nacional y no la partidista o grupal a la que nos hemos acostumbrado.

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