Comentarios del Rector de la Universidad de Chile profesor Luis A. Riveros, sobre el libro "Seminario internacional: ¿Cómo combatir el desempleo en la nueva economía?"

"Seminario internacional: ¿Cómo combatir el desempleo en la nueva economía? Un análisis de Chile, latinoamérica y la experiencia holandesa" editado por la Corporación de Investigaciones Sociales (CISO).

Este libro constituye un aporte oportuno y amplio sobre el problema del desempleo. Oportuno, puesto que predomina la discusión en nuestro país, como en otros, sobre las causas del desempleo y las explicaciones acerca de la persistencia de los niveles relativamente altos de las tasas de desocupación a pesar de un observado mejor desempeño productivo. A raíz de las últimas cifras sobre pobreza y distribución del ingreso, por otra parte, para muchos se subraya la incidencia social del problema del desempleo, al prevalecer preocupantes indicadores sobre ambos parámetros, especialmente en lo que se refiere a la indecorosa situación de la distribución de los ingresos que caracteriza a nuestro país en la actualidad.

Pero este es un libro también amplio en los enfoques que se nos ofrecen sobre el tema de la desocupación, puesto que incluye las presentaciones a un Seminario Internacional sobre el tema, donde expusieron quienes ven este problema a nivel de agregaciones de países, como asimismo quienes han tenido la oportunidad de estudiarlo y tratarlo en otras realidades económicas. También se incluyó presentaciones por parte de autoridades de gobierno, académicos, como asimismo de representantes del mundo empresarial y sindical, dimensiones que generalmente no se incluyen en estos seminarios de corte más académico. Indudablemente, el desempleo es un fenómeno de naturaleza diversa y multidisciplinaria, mereciendo el análisis multidimensional que se ha emprendido en el Seminario Internacional. Pienso que CISO ha logrado convocar un grupo relevante de personas y de miradas, para abordar un conjunto muy importante de temas alrededor del desempleo, condensando este libro un conjunto relevante de conclusiones y recomendaciones que tienen relevancia frente al problema que exponen.

Daniel Blanchard ha expuesto que la débil generación de empleo productivo en América Latina es un fenómeno relativamente reciente, que camina de la mano con el cambio técnico y la estructura del mercado laboral. Me parece que tiene toda la razón, concuerdo con su expresión en orden a que "La debilidad en la generación de empleo de calidad ya no sólo se expresa en el subempleo y la informalidad, sino que adicionalmente en el desempleo abierto". Hay, pues, a este respecto una cierta presunción acerca de la prevalencia de un desempleo estructuralmente alto en nuestra región, que resultaba antes más bien oculto por empleos de baja calidad e informales, mientras que la realidad de hoy acusa mucho más la existencia de un desempleo abierto, al sobrepasarse las posibilidades que ofrecen esas otras alternativas. Quizás, el desempleo afecta hoy en forma relativamente mayor a personas calificadas, que no ven en el empleo informal una opción viable de sustitución de ingresos.

La interpretación sobre las causas del desempleo pasa, sin duda alguna, por la existencia de un ingente cambio técnico, puesto que la expansión productiva no es capaz de generar ocupaciones a las tasas que habíamos visto en la experiencia de décadas anteriores. En un estudio de comienzos de los años noventa, concluíamos que la experiencia chilena acusaba una relación de 0.75 entre crecimiento económico y crecimiento del empleo, controlado por otras variables relevantes. Hoy esa relación, vista empíricamente, es de alrededor de 0.40. El Ministro Solari ha señalado a los shocks del comercio, y sus implicancias en la estructura productiva como el factor detrimental en la capacidad de expandir el empleo, se suma además la transformación tecnológica asociada al sector exportador. Posiblemente esa sea una explicación plausible para la baja sensibilidad de la ocupación al ritmo de actividad. Nada hay, por otra parte, que acuse una rigidización del mercado laboral que pueda actuar como factor explicativo fundamental. El problema, sin embargo, es que la causa "cambio técnico" es demasiado amplia y levanta retos que son de mucho más largo plazo que los habituales.

En los años setenta y ochenta explicábamos el desempleo sobre la base de poca capacidad de crecimiento, el estrechamiento del empleo público y el notorio desajuste entre oferta laboral y demanda de especialidades y habilidades. El crecimiento posterior a 1985 hizo prácticamente desaparecer el desempleo por sobre el nivel estructural, que en un trabajo con el Profesor Ricardo Paredes estimamos en alrededor de 6%. Sin embargo, la crisis Asiática y sus efectos en la disminución del potencial de crecimiento chileno, nos llevó a niveles de más del doble de esa cifra, y aún hoy con un desempleo de alrededor de 10%. Parece que aquí han incidido otros factores.

Desde luego, está el cambio técnico, que está sustituyendo trabajo por capital y tecnología y elevando el nivel de desempleo estructural o natural. Por otra parte, está el temor que ha inducido en los empresarios la discusión que se abrió sobre los mayores costos del trabajo, y que en períodos de expansión de la inversión produjo la adopción de dichas tecnologías. También está presente el desajuste en calidad del trabajo y el empleo, que ha sido expuesto por muchas empresas en cuanto a que en Chile no encontrarían suficiente personal con las características requeridas. Sin ninguna duda, hay problemas de movilidad de la mano de obra que también suman a esta situación, pero en ningún caso parece constituir una advertencia seria que el costo de la mano de obra sea demasiado alto, o los salarios demasiado rígidos como para explicar, en base a modelos simples, la existencia de alta desocupación.

El libro alude a una de las claves en esta materia, como es el contar con un sistema de educación y capacitación que se enfoque más hacia las necesidades reales del mundo laboral. Weller insinúa en su ponencia, que el tema tecnológico obliga a rediseñar los sistemas de formación y desarrollo del capital humano, aunque el impacto tecnológico afecta más a las características del empleo que a la cantidad; "para el trabajador de baja calificación hay cada vez menos posibilidades de encontrar un trabajo digno" es una frase que refleja con toda claridad la ponencia de Séller en este libro. Ljubetic, por su parte, agrega que "La desvinculación creciente entre los sistemas educativos y el mundo del trabajo es evidente". No cabe ninguna duda que debe existir un rediseño de la educación y de la capacitación para asegurar un mejor desempeño del mercado laboral, y un mejor uso del trabajo, aumentando la productividad laboral y propendiendo a mejorar en el largo plazo la distribución del ingreso. Frente a eso vemos, sin embargo, que en Chile se ha dejado este problema al "mercado", que existe unas seis o siete veces mayor producción de profesionales que de técnicos, que el Estado no cuenta con instrumentos para proveer educación técnica de nivel superior, que la abundancia de profesiones "liberales" como derecho, ingeniería comercial, sicología o periodismo, no hacen más que producir mayor cesantía ilustrada. Se asume que el mercado regulará estas situaciones: cuando así lo haga, estaremos totalmente inundados de profesiones redundantes y la inversión acudirá a otros puntos del globo en busca de mano de obra competente.

Gran parte del problema de desempleo, y de su persistencia actual en el caso de Chile, es debido al cambio tecnológico. El mismo se ha incentivado por la necesidad de acelerar la capacidad competitiva de nuestras exportaciones, que ya no pueden solamente basarse en la disponibilidad de mano de obra barata. Sin ninguna duda, el tema es importante y crucial si verdaderamente queremos disminuir la desocupación; la otra opción es permitir que se mantenga relativamente alta, puesto que esto en sí constituye un elemento disciplinador, una cierta amenaza vigente, que podría hasta resultar en mayor productividad, pero al menos, también, en una menor conflictividad. La existencia de seguro de desempleo alivia en parte la incertidumbre en ingresos, a pesar que el desempleo constituya en sí mismo un mal antecedente, y que dicho seguro (o la provisión de empleo de emergencia o de ayuda social) se constituya más bien en un antecedente negativo a la hora de buscar una nueva inserción laboral. Posiblemente, si el problema se originara solamente en la reacción de la empresa para enfrentar una caída en la demanda, el problema podría solucionarse con una desvinculación temporal sin perder la condición de empleado(un sistema como el laid-off americano), pero al tratarse de un cambio en las condiciones productivas derivado de modificaciones en lo tecnológico, el problema pasa a ser de naturaleza permanente, y no es seguro que a este respecto exista una condición asegurable.

La experiencia holandesa muestra una noción que no ha sido reconocida en nuestro país a la hora de decidir que políticas y desarrollos pueden favorecer al empleo de modo más efectivo. Se ha incentivado, en el caso de Holanda, una economía con alto nivel de organización empresarial y sindical, se ha inducido la existencia de un diálogo social, se ha hecho extensiva la aplicación de acuerdos colectivos, se ha promovido la moderación salarial, se ha generado mayor potencial de entrenamiento y reentrenamiento por medio de la responsabilidad compartida, y se ha promovido una combinación entre seguridad o protección laboral resguardado por la ley junto con acuerdos colectivos y la flexibilidad requerida por algunos sectores. ¿Modelo alejado de nuestra realidad? Por supuesto que sí. En Holanda el gobierno privilegia el pleno empleo, quizás a costa de otros objetivos importantes como, por ejemplo, el contar con superávit fiscal o una inflación menor a la del resto del mundo. Los empresarios privilegian menos sus puntos de vista corporativos e ideológicos, y se orientan a maximizar la actividad y sus ventas mirando al conjunto de la economía y sus reglas. Los trabajadores se sindicalizan menos en función de intereses partidistas, y mucho más en defensa de los intereses generales de los trabajadores. Mucho podemos hacer en el espíritu del modelo Holandés, pero el cambio cultural que se requiere es vital, la mayor parte del cual se asocia a tradiciones heredadas de nuestra agitada historia de las relaciones laborales en el siglo pasado, especialmente un fácilmente estimulable clima de desconfianzas.

Si se tuviese que buscar alguna lección importante derivada del seminario que se incorpora en este libro, probablemente hay dos que son principales. La primera, es que nuestro sistema educacional y de capacitación requiere de cambios encabezados por la mano del Estado, ya que el funcionamiento descentralizado y privatizado actual no permite asumir las externalidades positivas que se asocian al pleno empleo. Promover la mayor productividad de la mano de obra es urgente en el terreno de la competitividad internacional, como asimismo para mejorar el empleo y la distribución del ingreso. Pero eso no ocurrirá automáticamente, sino con el esfuerzo estatal en el diseño de instituciones que promuevan un estándar de calidad y pertinencia en la formación y la capacitación.

Una segunda implicancia general del libro es que nuestro país lo ha hecho excelente desde el punto de vista de crecimiento, desarrollo exportador, liberalidad de los mercados, atractivo para la inversión, tasas de ganancia, nivel de inflación y superávit fiscal, entre otras variables macro, poniéndonos como un ejemplo para el resto de los países de menor desarrollo. Pero cuando se examinan situaciones como: la distribución del ingreso, el nivel de desempleo abierto, el nivel de subempleo e informalidad, la cobertura efectiva de nuestro sistema de salud y previsión, la escasa respuesta del sistema educativo a los requerimientos de la nueva tecnología, la existencia de una capacitación desligada de los retos productivos, entre otros indicadores, la conclusión es que el estilo de desarrollo que estamos llevando a cabo tiene un débil rostro social y humano, y además no incentiva la mayor eficiencia productiva en el contexto del largo plazo. El problema es que esto último tiene costos inmensos en materia de estabilidad social y política, desarrolla tensiones incompatibles con los objetivos que se cumplen en el ámbito económico-productivo, y siembran falta de atractivo para la inversión, debilitando la capacidad de crecer y sostener los buenos indicadores macroeconómicos.

Es cierto: los organismos internacionales y las multinacionales nos premian y distinguen por el primer conjunto, y desconocen el segundo, al considerarlos, a lo más, resultados que deben ser de segunda generación. Al momento en que estas situaciones sociales profundicen el descontento y la conformación de situaciones políticas difíciles, los organismos internacionales y las multinacionales expresarán su desazón, y dirigirán sus discursos y recursos hacia otras latitudes. Creo que es indispensable que el programa económico de gobiernos que dicen defender la estabilidad de la democracia, incorpore más de un trabajo proactivo verdadero por los pobres y los más marginales del mercado laboral. Asimismo, si se trata de asegurar el éxito económico de largo plazo, es claro que el país necesita mejorar su educación pública, hacer más inversión en transferencia tecnológica y generación de conocimiento, desarrollar nuevas ventajas comparativas y adicionar mayor valor agregado a las exportaciones. No es un país exitoso aquél que concentra sus exportaciones en bienes de bajo valor agregado, producido por medio de mano de obra barata, sin una educación que lidere el cambio cultural y productivo y que no incentiva la inversión en industrias emergentes que deben desarrollar nuevos potenciales productivos.

Este libro permite reflexionar sobre estos graves problemas, y sus implicancias indiscutibles para nuestro país. La obra no se queda sólo en los elementos técnicos y formales que describen una situación indeseable, pero abordable en el marco de un puro modelo teórico. Hace mas que eso: abre la discusión a todos los sectores comprometidos en el tema ya sea intelectual o directamente, y con ello permite dimensionarlo adecuadamente, y abrir el espacio de soluciones que, como he expresado, no se quedan cortas de un rediseño global de política destinado a construir una sociedad de mayor entendimiento, organización y promoción del equilibrio social.

A todo lo dicho, es bueno también mencionar que cosa no incluye el libro. Se echa de menos un poco más de la dimensión humana. Estar desocupado es una experiencia terrible para cualquier persona, que es así condenada a vivir en el margen de la sociedad y empieza, poco a poco, a descubrir que el desempleo es un fenómeno permanente, ya que destruye su capital humano y se convierte, por ello, en un antecedente que minimiza las posibilidades de emplearse. Se trata de un proceso que conduce a serias consecuencias en la vida familiar -la cual usualmente se destruye con un desempleo extendido- y personal, ya que los valores se trastocan, crece la desesperación y pasa a convertirse en la opción única la de simplemente abandonarse al margen de la sociedad. Cuando un 10% de las familias están, en una sociedad como la nuestra, bajo tales circunstancias, uno debe concluir que el problema es serio y que necesita atenderse desde el punto de vista humano, así como conjuntamente con la dimensión técnica y económica.

Creo que la obra que presentamos permite meditar sobre este y otros problemas, mucho más allá de las cuestiones coyunturales en que nos vemos frecuentemente inmersos como producto del estilo comunicacional de los medios y los incentivos que tiene la política para que sus discusiones se enmarquen fundamentalmente en el corto plazo. Las ideas que aquí se han expuesto, que comprende a personas de muy distinto pensamiento y enfoque analítico, ponen de relieve un gran consenso respecto la importancia del tema, la complejidad de las tareas modificatorias de la situación observada, y la prioridad que esto debiese tener en materia de de política económica. El desempleo revela, en gran medida, el énfasis que lo social tiene en los programas de gobierno y en la acción de sus autoridades, por lo que todos deberíamos esperar una acción más proactiva, quizás profundizando las tendencias ya observadas, para que en Chile nunca más existan ciudadanos de primera y de segunda clase, sino un universo de personas con oportunidades similares para disfrutar del mayor bienestar que trae el progreso.

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