Palabras del Rector de la Universidad de Chile profesor Luis Riveros Cornejo Con motivo de la celebración de los 159 años de la Fundación de la Universidad de Chile.

"Se adelantó hasta la mesa presidencial un anciano de talla regular, de facciones finas y correctas, de aire modesto y distinguido. Vestía el traje oficial de la Universidad..." y expresó que "bajo los auspicios del Gobierno, bajo la influencia de la libertad, espíritu vital de las instituciones chilenas, me es lícito esperar que el caudal precioso de ciencia y talento que ya está en posesión la Universidad, se aumentará, se difundirá velozmente en beneficio de la religión, de la moral, de la libertad misma y de los intereses materiales... La Universidad señores –agregaba– no sería digna de ocupar un lugar en nuestras instituciones sociales, si (como murmuran algunos ecos oscuros de declamaciones antiguas) el cultivo de las ciencias y de las letras pudiera mirarse como peligroso bajo el punto de vista de nuestra moral o bajo el punto de vista político". Con estas palabras, y al cabo de muchos años, un observador –un ex alumno del instituto nacional— describía lo que había ocurrido aquella mañana en que con ceremonial de gala encabezada por el Presidente de la República, ocurría la inauguración de la Universidad del Estado de Chile. Las palabras de Don Andrés Bello reflejaban la trascendencia de un acto clave en la vida republicana, una iniciativa más que simbólica que traducía los ánimos de la patria independiente, que proyectaba así al futuro su derecho a pensar, a crear, a proteger su cultura, y a transmitir a las nuevas generaciones el conocimiento más profundo y proporcionado del modo más libre.

Un verdadero acto de independencia ocurrió aquella mañana de 1842, en que se dejaba atrás al pasado de la universidad real, y aún a aquel más lejano de la Universidad conventual; una historia que había comenzado en 1622, y que continúa latente y fuerte en nuestros años: una Universidad de Chile para pensar a Chile, para educar a sus hijos, para seguir avizorando el futuro. Componente de una trilogía de magnificas proporciones, producto de una visión de país y de futuro, junto con la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela Normal de Preceptores, la Universidad de Chile fue concebida como un instrumento clave para la acción del Estado en educación, para brindar por medio de esta herramienta poderosa, la oportunidad a Chile de dar un salto hacia días mejores en lo espiritual y material. Una oportunidad para la juventud chilena, que en estas viejas aulas encontraría el espacio de creación y estudio que permitiera su movilidad social, y que construyera sus oportunidades. Que hiciera posible el aporte de todos al progreso patrio, independientemente de su estatus social y económico, como así lo aseguraran Valentín Letelier y Juvenal Hernández, los constructores de este compromiso a comienzos y mediados del siglo que recién concluimos.

Celebramos aquí el Aniversario 159 de la promulgación de la ley que dio vida a esta gloriosa institución, y es bueno siempre recordar cual fue el propósito, la inspiración, la gran tarea. El Rector Bello lo resume magistralmente en su discurso inaugural al expresar que: "este es un ministerio esencial de las universidades... la Universidad va a ser así un cuerpo docente... de un modo que, a mi juicio, concilia dos grandes miras, la de dirigir la enseñanza en el sentido de la moralidad y de la utilidad publica y la de dejar a los profesores universitarios la independencia y libertad que corresponden a su alta misión". Se traduce aquí un mandato, una misión, que debe ligar siempre a esta institución con la excelencia académica, con la libertad de pensamiento y con la atención preferente de las necesidades de Chile y de su pueblo por medio de la enseñanza, al mismo tiempo que a través de la investigación y la creación inspiradas en temas nacionales. Palabras que vale siempre la pena recordar, en los días difíciles actuales, cuando muchas veces sentimos que el Estado de Chile ha olvidado para siempre la proyección de ese acto republicano original y, contradictoriamente a nuestros sentimientos y entendimiento de la misión que se nos encargara, parece ser que tenemos que ir convirtiendo a esta institución en otra cosa, en algo para lo que no fue pensada ni diseñada.

Muchas veces hemos planteado desde esta tribuna que no nos satisfacen las prácticas vigentes en materia de educación superior y universitaria. Hemos reiterado que precisamos una política coherente, que propenda a desarrollar el sistema diferenciando sus componentes, y estableciendo con claridad los objetivos y compromisos del Estado. En innumerables oportunidades hemos afirmado que el financiamiento estudiantil es inadecuado y que con ello, bajo un argumento sobre el mérito del mercado que no resiste más análisis, se está desfigurando el ser de la Universidad, se impulsa un criterio más bien de fábrica de profesionales que inundaran la vida pública en medio de grandes frustraciones y sentimientos de equivocación. Hemos llamado a debatir sobre estas materias, a cambiar los instrumentos de financiamiento, a crear pautas claras que establezcan la rendición por cuentas de desempeño, a elevar los estándares de exigencias y a crear instrumentos efectivos de acreditación. Sentimos que debe manifestarse una voluntad política para acometer la tarea de construir un sistema de excelencia, relevante para el país, con verdadera proyección nacional, solidaria y efectiva.

Esta Universidad ha venido cumpliendo su tarea en el curso de los largos años de su existencia. Seguimos siendo la primera Universidad del país aunque existieron intentos evidentes de aniquilamiento que golpearon con fuerza nuestras aulas y nuestras conciencias. Seguimos siendo la primera Universidad del país. Aunque se han diseñado prácticas que discriminan contra la creación de índole nacional y contra el énfasis debido en el Arte y la Cultura que procuramos en esta Casa alentar y proteger. Seguimos siendo la primera Universidad del país, aunque las prácticas de política privilegian los logros de cantidad, mientras aquí seguimos poniendo el acento en más y más calidad. Seguimos siendo la primera Universidad del país; lo decimos sin arrogancia, pero lo establecemos como el orgullo que es a la vez el reto para seguir avanzando, para prometer a los jóvenes chilenos que seguiremos siendo la primera Universidad del país, con nuestros espacios de libertad, con nuestra fuerza para crear e imaginar, con los mejores estándares posibles para competir con éxito en todo lo que debamos, para elevar el nivel de la educación nacional, para continuar con profunda fe en nuestro compromiso con la Educación Pública Chilena. Seguimos siendo la primera Universidad del país, aunque aun no se haya reconocido la deuda histórica que el Estado mantiene con nosotros, al expropiarnos nuestro capital —no solo material sino también el moral e histórico— sin ninguna compensación, simplemente haciendo desaparecer, por medio de un acto arbitrario, lo que se construyó por cerca de siglo y medio.

Hoy hemos homenajeado a tantos y tantas que han dedicado su vida al trabajo universitario, y que permiten en la actualidad contar con un ejemplo de dedicación, de sacrificio, para así hacer efectivo lo que el maestro Mario Toral nos dijo un día cuando inauguramos este, su hermoso mural: "...a la Universidad se entra para recibir, pero se sale para entregar...". Ese espíritu es el que queremos ver reflejado en nuestros graduados en todos los campos: el espíritu de servicio público, el sentimiento profundo que hemos recibido para dar a los demás, y no solo para recibir de vuelta el retorno a una inversión. El espíritu de la Nación se mantendrá altivo si cuenta con ese compromiso, con esa visión, con esa proyección de sus miembros más preparados: para servir y entregar. Ese espíritu se refleja en ustedes –profesores y personal de apoyo– que tantos años le han dedicado al esfuerzo que con fe y valentía se lleva a cabo dentro de estas murallas. Ustedes son representativos gladiadores de la lucha por crear, imaginar y entregar a las nuevas generaciones, como a la sociedad una visión crítica y una propuesta para siempre avanzar. Yo los llamo a seguir creando; a no creer que simples reglas de conveniencia financiera sean capaces de torcer los compromisos que emanan del alma, de los sentimientos del deber y de la asociación con esta gran institución.

Pero junto a esa dedicación, a ese esfuerzo, a esa entrega, a esa entrega, hemos también homenajeado en este acto a la excelencia. Nuestros premios nacionales –seis en esta oportunidad— representan el fruto de nuestro esfuerzo, de nuestro trabajo por llenar con ideas, con competencia, con creatividad los espacios vacíos, a veces despojados indignamente del mérito profundo del creer en lo que hacemos. Vacíos de las oportunidades para contribuir al progreso intelectual y moral de la nación. Son ustedes... nuestros premios nacionales, el ejemplo que todos los días necesitamos para orientar nuestros esfuerzos en la dirección de la misión institucional, y en el trabajo de crear y diseminar conocimiento para el desarrollo integral de Chile.

Estamos haciendo el trabajo para seguir adelante por muchos más años, solidificando nuestros ideales, nuestros compromisos, nuestra tarea nacional y de excelencia. Desearíamos que nuestro trabajo fuese más estimulado por la política pública y que, por ejemplo, las autoridades educacionales señalaran su preocupación sobre los problemas vigentes, y que así ratificaran lo manifestado por el Señor Presidente de la República en cuanto a la necesidad de crear instrumentos diferenciados para evaluar y financiar a la educación superior. La tarea del país esta vinculada, como debe serlo sin ninguna duda, el marcar hacia el futuro las oportunidades mejores para estos niños del Instituto Nacional, del Liceo Amunategui, del Liceo Manuel de Salas, y de tantas otras instituciones, que son hijos de la clase media, y que merecen las oportunidades que todos nosotros tuvimos, independientemente del potencial financiero de las familias, la pregunta es ¿que podemos hacer nosotros por ellos, por su futuro; más allá de entregarles un sistema en que pueden elegir y realizarse en función de su realidad social y económica? ¿qué podemos darles como país, en el sentido de una oportunidad efectivamente solidaria a los más capaces? ¿es solo suficiente el ampliar las posibilidades de elección y de oferta privada en una realidad que requiere mucho más política pública? Hay respuestas que solo la política pública puede proporcionar.

Estas preguntas precisan de debate y de políticas públicas. Nosotros como Universidad estamos enfrentando el reto de elevar la calidad de la educación. Estamos llevando adelante una reforma importante en nuestra enseñanza de pregrado, para ofrecerle a Chile el profesional que necesita la era del conocimiento y la globalización. Estamos haciendo un esfuerzo sin parangón en materia de posgrado, en que nuestros nuevos 12 programas de doctorados marcan un cambio fundamental en el potencial de investigación que Chile necesita para hacer realidad su sueño del desarrollo. Estamos llevando a cabo un sustancial plan de inversiones para aumentar nuestro objetivos de trabajo y recuperar mucho terreno perdido, sea en Odontología, en Periodismo, en Economía, en Derecho, en Medicina, en Biología, o en tantas otras áreas. Estamos emprendiendo un programa de consolidación de instalaciones y de trabajo académico, para que nuestros campus sean un instrumento capaz de imbricar el trabajo interfacultades, y así poder construir una visión y una cultura de mayor integralidad universitaria. El Campus Norte de nuestra Facultad de Medicina es un ejemplo de visión y realización en esta importante materia, tal y como el Campus Sur con sus nuevos programas unidos de pre y posgrado. Nos disponemos a enfrentar todos los retos en el campo de la investigación básica y aplicada, y los nuevos problemas que enfrenta el país, como un referente de lo que la Universidad necesita hacer para mostrarse relevante a las tareas de país.

Estamos en la línea de proveer el mejor servicio que podamos al país y a la gente, como nos ha enseñado nuestro Hospital Clínico llevando la salud a tantos barrios diferentes de Santiago, a La Serena, a la décima primera región del país, en que se diferencia nuestro compromiso social y ciudadano. También hemos llevado el Arte a la décima región, y la investigación aplicada a la primera, tal y como la Escuela de Verano a la cuarta región y a Chiloé, o como los acuerdos de colaboración con las Universidades de Tarapacá y de Magallanes, o próximamente la Universidad de Santiago de Chile. Somos la Universidad que se despliega a nivel del país, sin sacrificar la calidad que debe contener siempre lo que hacemos.

Hemos propuesto darle a nuestros funcionarios un reconocimiento sobre la importante tarea que llevan a cabo, creando un centro de descanso para ellos. También planeamos hacer efectivo el reconocimiento a la buena docencia que debemos a nuestros estudiantes, creando un fondo propicio para estimular ese desempeño tan vital para los objetivos de calidad, como para cumplir adecuadamente la misión institucional. Estamos progresando porque hemos hecho un sacrificio para ordenar la institución y poder salir adelante. Haremos un esfuerzo para que las familias no tengan, en momentos económicos difíciles, que hacer nuevos esfuerzos para que sus hijos puedan estudiar en la Universidad, planteando un ajuste prudente de aranceles en el marco del alza del costo de vida.

Pero estos esfuerzos deben ir acompañados de gestos de la política pública para dar coherencia a un sistema que no solo sea efectivo desde el punto de vista de cantidad, sino que también se caracterice por mayor solidaridad y equidad. Esto requiere compromisos del Estado, en un marco de ordenamiento del sistema de financiamiento estudiantil, y de aumento del componente de ayuda solidaria y efectiva.

Esto es significativo e importante, y debemos recordarlo siempre con la fe de estar progresando y de estar consolidando el liderazgo que hemos comprometido ante el país. Un liderazgo en materia de investigación, que representa pocas dudas al mirar todos los indicadores recientes; como por ejemplo el haber obtenido este año dos de cuatro proyectos de investigación de gran nivel financiado por el sistema FONDAP, o por seguir siendo la primera institución, en senda creciente, en materia de proyectos FONDECYT y FONDEF. Liderazgo en materia internacional, donde nuestra influencia es indiscutible, y que se demuestra por la presencia en nuestras aulas de más de 400 estudiantes extranjeros de intercambio y más de 60 convenios internacionales de colaboración en docencia e investigación con universidades de todo el mundo. Liderazgo en materia de docencia, donde nuestros proyectos han sido exitosos y han obtenido el apoyo estatal, juzgados ellos en mérito a su calidad y su espíritu innovador en pre y posgrado. Liderazgo que se marca por el claro crecimiento por sobre el sistema de los puntajes promedio de ingreso a los primeros años. Liderazgo que también se denota por ser los primeros en materia de doctorados tanto por número de alumnos, diversidad de programas y becas asignadas. Liderazgo que hemos ido consolidando con relación a la educación pública chilena, y que hemos ido afirmando con el apoyo de las entidades más significativas en este ámbito, y que pronto, posiblemente, veremos ratificada con el traspaso a la Universidad de Chile, su institución madre, del glorioso liceo Manuel de Salas.

Pueden algunos decir muchas cosas o negarlas desde el anonimato o desde el cómodo sitial que brindan las páginas de una prensa adversa a nuestra Universidad. Pero lo que no podrá nunca hacerse es negar la evidencia de los resultados nacionalmente reconocidos, ni negar la esperanza que ellos infunden en nuestros académicos, funcionarios y estudiantes, y el sentido de futuro que las proyecciones nos brindan con generosidad. Nunca podrán negar que la Editorial Universitaria ha sido recuperada de su crisis ignominiosa, ni que nuestro Hospital ha resurgido, ni que nuestras Facultades muestran un ánimo de crecimiento que no tendría explicación si esta institución estuviese inmóvil, detenida, adormecida, asustada por los retos insoslayables que le imponen los tiempos presentes.

Lo que debemos hacer, lo que es obligatorio hacer, es saber qué caminos podemos y debemos enmendar; qué lineamientos estratégicos debemos corregir; qué metas y en qué plazos tenemos que cumplir. Esto no requiere de comentarios parciales, de corrillos, de ideas sueltas, de "vitrineos" sobre el ideario prevaleciente, ni de incertidumbres despertadas en torno a eventualidades. Más bien, el construir de la Universidad de Chile requiere de proyectos e ideas; de nuevas propuestas coherentes e integrales; de transparencia sobre los programas en acción, y los plazos y medidas posibles –no solamente deseables. Estamos a la espera de estas propuestas para nosotros y para Chile entero.

Este objetivo de pensarnos, de proponer, de discutir y analizar lo que deseamos tiene que ver con la creación de un Senado Académico, organismo que piense a la institución, que la proyecte, que la sueñe y que junto a la dirección ejecutiva, imprima al trabajo universitario una dirección, una intención ligada a Chile y a nuestros sueños. Ese es el aspecto más importante del estatuto que en forma consensuada estamos produciendo, y que pronto someteremos a S.E. el Presidente de la República, para darle a nuestro trabajo la organización que requieren los tiempos. Agradezco el trabajo de la Comisión Normativa Transitoria que con tanta dedicación y madurez ha permitido poner este proyecto en manos de la Comunidad Universitaria; agradezco al Consejo Universitario el trabajo, su visión, su espíritu de profundo compromiso institucional, para dar forma a nuevas normas que efectivamente han de convertirse en el aporte más crucial al progreso de la Universidad de Chile en los últimos treinta años.

Señoras y señores.

Este cumpleaños 159 de la inauguración de la Universidad de Chile, nos sorprende en medio de una activa tarea de construcción del futuro. Lo he dicho antes: tenemos que comprometernos con nuestro nuevo estatuto, y diseñar la Universidad que el Chile del mañana requiere. Debemos hacer más fuerte nuestra dedicación con la excelencia, con el progreso y la modernización de nuestras actividades de investigación, docencia y extensión. Debemos hacernos más participes del cambio que está ocurriendo, del cambio que Chile espera, y del resultado que construimos a partir de nuestra labor y la creación de un liderazgo nacional efectivo. Ratificamos aquí nuestro compromiso con la Educación Pública Chilena, exigiendo mayor disposición del Estado con la clase media y con los niños pobres; ratificamos nuestro compromiso con los liceos públicos, aquí representados en forma brillante por el Manuel de Salas, el Instituto Nacional y el Liceo Miguel Luis Amunategui, ratificando la idea que es importante la eficiencia, pero que es fundamental la tarea del Estado de privilegiar la equidad.

En mi última cuenta anual he llamado a revisar los temas fundamentales y a discutir sobre la base del proyecto universitario. Hoy, nuevamente, convoco a cerrar filas en torno a la Universidad amenazada por el medio y por la incomprensión. Hay riesgos y retos que hemos denunciado y en torno a ellos debemos unirnos desde donde estemos.

Es posible que dentro de un año sea yo un académico de esta insigne institución, agradecido por siempre del honor que se me ha brindado para dirigir el destino que han elegido sus académico y cuerpos de gobierno. Desde donde esté, con fuerza y con toda la dedicación que se me indique, estaré siempre luchando por legarle a Chile una gran Universidad de Chile; donde domine el respeto y las ideas, donde crezca el debate valórico que necesita el país, abriendo los espacios que rubriquen nuestro ser laico y democrático. Para estar junto a la juventud chilena en la idea irrenunciable de un Chile mejor, posible solamente al contar con una Universidad de Chile para Chile!!!

FELIZ CUMPLEAÑOS..... INSIGNE UNIVERSIDAD!!

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