Discurso del Rector de la Universidad de Chile, Prof. Luis A. Riveros Cornejo, en el Acto de Homenaje al Profesor Jorge Peña.

La muerte constituye un cambio de estado que puedes sentirse de muy diversos modos dependiendo de nuestras convicciones religiosas y éticas. Sin duda, y en todo caso, la desaparición de un ser querido, a pesar de cualquiera racionalización que se intente, constituye un dolor asociado al carácter de arrebato de alguien desde entre nosotros, y se explotará por mucho tiempo en los porqué, así se intenta racionalizar una explicación que ha de servir más para nuestros corazones que para nuestras mentes. Cuando alguien se va en una etapa temprana de su vida, el dolor se une a la impotencia de sentir que se ha cristalizado una injusticia, que no hay explicaciones y que la vida debe seguir en medio de ese dolor y de esa ausencia.

Pero cuando esa muerte se ha producido por asesinato, es decir, cuando ha existido un acto premeditado destinado a terminar con la existencia de una persona, el dolor y la impotencia se suman a la pregunta del castigo que se debe imponer. No como un afán de venganza, sino como una norma mínima social para proteger a otros, para que nunca más ocurra, para que la sociedad pueda defenderse de estos ataques destructores. El tema del asesinato cae dentro de los mínimos normativos que deben existir en una sociedad civilizada, y nos habla de la profunda deshumanización que se genera, y que destruye las bases mismas de todo progreso social. Tanto y tanto han hablado los políticos y los juristas sobre el castigo y su efecto; pero cada vez más los que sufren por actos de esa naturaleza deben reseñar no solo lo injusto, sino lo insensato que resulta una desaparición provocada.

Pero, aún más, cuando se trata de un asesinato político, es decir, causado finalmente por el hecho de disentir, de pensar distinto, de creer en formas diferentes respecto de temas más o menos importantes, el tema del asesinato va más allá de las preguntas. Más allá de la alevosía, especialmente cuando el asesinato se une a la ocultación, a la desaparición y sigue a la tortura y al apremio ilegítimo. ¿De que tipo de bestias se trata? ¿Cómo podremos defender nuestras sociedades de estos horrores? Se trata de castigar al crimen como una forma sistemática de imponer una forma de pensamiento, como una forma de avasallar sistemáticamente. Se cuestiona, pues, a la sociedad toda, con sus mecanismos insuficientes de injusticia.

Que triste, cuan contrario a toda forma de vida civilizada, ha sido la desaparición de Jorge Peña. Víctima de un crimen organizado desde el propio aparato del Estado, urdido en la forma más cobarde, en que sus restos se ocultan para tapar la vergüenza de sus asesinos, para permitir impunidad, para sembrar la sombra de la duda sobre su muerte, y para, de esta forma, asesinarlo día a día, año a año, en el dolor de su esposa y de los suyos. En el dolor de su Universidad que le siente día a día en la presencia de músicos jóvenes -fijémonos en esto; en la presencia que nos ha dejado como una herencia maravillosa y que se proyecta con fuerza, día a día, en nuevos jóvenes y en el deleite de todos por la música.

El asesinato de Jorge Peña constituye una serie de asesinatos. Se ha asesinado una forma de creer y de querer convivir; se ha asesinado un alma activa dispuesta a crecer y a hacer crecer; se ha asesinado a su familia en forma permanente y sostenida; se ha asesinado la credibilidad y el sentido de pertenencia social; se ha asesinado futuro; se ha asesinado Universidad; se han asesinado tantas cosas, que sus asesinos tendrán que seguir huyendo de mucho y de tantos, por tanto tiempo, quizás el necesario para reparar lo que se ha hecho.

Este homenaje estabamos debiéndolo tanto tiempo. Pasaron años y casi décadas, para que pudiéramos reunirnos acá -en nuestra Universidad de Chile- y decirle a Jorge Peña, en donde se encuentre, que no lo hemos olvidado. Que su asesinato se ha convertido no solo en un estandarte en la lucha permanente por la libertad de las ideas, y por la necesidad de una Universidad constructora de esa libertad, sino también en una lección de monumental importancia para que la democracia sea cierta, y se construya más profunda.

Tanto tiempo para decirles que estamos recuperando, esta su Universidad de Chile, para Chile, para que respire nuevamente orgullosa el aire del país, y asuma sus problemas, y los convierta en compromiso Tanto tiempo para decirle que estamos aquí, junto a los suyos, con dolor, con impotencia, pero también con la más profunda sobriedad; con la tranquilidad de los que le hemos visto triunfar, finalmente, sobre sus asesinos. Tanto tiempo para decirle que, con vergüenza, aún no se hace verdad y justicia plena. Y que el reencuentro de su patria aún está pendiente, mancillada por lo que nunca más debe suceder.

Creo que Jorge Peña esta sonriendo donde esté, ha triunfado, y ha visto triunfar, finalmente, a los suyos que con tanto ahínco persiguieron el encuentro de la verdad. Ha vuelto en gloria y majestad a su Universidad de Chile, como estuvo ya hace pocos días en su serena tan amada, en donde hoy su alma mater le ha acogido con figuras remozadas, pero siempre la misma que el tanto amó. Sonríe, porque ve a los jóvenes de hoy con sus corazones más abiertos, para evitar que pase lo que nos pasó en Chile. porque ve esa magnifica Orquesta Sinfónica de la Universidad de la Serena, que surgió como proyecto en el cual todavía él vive, todos los días, en cada nota, en cada esfuerzo, en cada nueva presentación.

Sonríe, para evitar que continúe la destrucción de los nuestro, para encontrarnos de verdad en un intento de construir país sin hipocresías, sin arrogancia, con el deseo y fuerte de crecer como sociedad y como personas.

Sonríe, porque ve a Universidad dando pasos para ayudar a ese proceso de país que tanto se necesita para encontrar el camino de verdad hacia el futuro. Y como el Rector de la Universidad de Chile, debo decirle que por él y por muchos, por las ideas y las necesidades de tanto, lucharemos por ser mejores, por educar mejor, y por comprometernos más con el país, sus necesidades y preguntas, y las tareas de nación que han sido nuestro norte histórico, y que nunca debimos abandonar.

Es un orgullo para mi estar en este acto en el que Jorge Peña vuelve simbólicamente a su Universidad. Es un orgullo poder exhibirle lo que hacemos por reponernos en el sitial de Chile que nos corresponde. Es un orgullo poder decirle: bienvenido de vuelta Profesor Jorge Peña. Te echamos de menos, que bueno que estés nuevamente. Triunfador, junto a nosotros.

Muchas gracias.

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