Siete años tenía Cirilo Vila Castro (1937- 2015) cuando comenzó sus estudios en el Conservatorio Nacional de la casa de Bello y en la que cursó sus años de escolaridad (en el Instituto de Estudios Secundarios – Isuch) y de la que egresó en 1959 como Licenciado en Interpretación Musical con mención en Piano.
En 1957 recibió el Premio Orrego Carvallo, distinción concedida al mejor alumno de cada año, y en 1958 empezó las clases de composición con los maestros Alfonso Letelier Llona (1954 – 1958) y Gustavo Becerra (1960- 1961). A raíz de lo anterior, obtuvo una beca de la Embajada de Italia que le permitió estudiar Dirección de Orquesta en el Conservatorio Santa Cecilia en Roma con el profesor Franco Ferrara, luego continuó su formación con Pierre Dervaux en la Ecole Normale de París y, entre 1964 y 1969, tomó clases particulares de composición musical con Max Deutsch.
En 1970 regresó a Chile e inició su trabajo en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, labor que más de alguna vez sostuvo que lo enriquecía por el constante aprendizaje que las nuevas generaciones le entregaban. Una suerte de retroalimentación que sus discípulos destacan, tal es el caso del integrante del conjunto en Quilpayun, Patricio Wang, quien en la Revista Musical Chilena de 2005, señaló: “Cirilo es uno de esos personajes providenciales que aparecen de vez en cuando, en momentos decisivos de la vida. Recién llegado de Francia, ya venía precedido de un prestigio casi legendario”.
Opinión compartida por el musicólogo Juan Pablo González, quien también lo conoció mientras estudiaba en nuestra Facultad: “De Cirilo aprendí, análisis, armonía y contrapunto, formación que preferí realizar desde la perspectiva de la carrera de composición y que me situó con propiedad en el campo de la música clásica. Pero tan importante como eso fue recibir un método de trabajo, una forma de estudiar, una rigurosidad a toda prueba, y una capacidad para relacionar la música con la sociedad, la historia y el ser humano”, sostuvo en la misma publicación.
Su trascendental labor docente y creativa lo llevó a obtener el Premio Nacional de Artes Musicales 2004. Sin embargo, Cirilo Vila cerró su piano para siempre dejando a la comunidad de las artes musicales y a la Universidad de Chile entera con un profundo dolor. Sus funerales serán privados a petición de la familia.
"Mantuvo la tradición de la música en Chile"
Este compositor, pianista y académico “dejó un legado en todos los aspectos, tanto de él como persona, un hombre de un gran sentido del humor, como del conocimiento musical. Cirilo Vila tenía un conocimiento completísimo de la música en general. Es mucho lo que nosotros tenemos que heredar del maestro”, enfatiza la Decana de la Facultad de Artes, Clara Luz Cárdenas.
En sus más de cincuenta años de labor, el maestro compuso obras para orquesta, coro, conjuntos de cámara, solistas, teatro y cine. Entre ellas destaca Secuencia (1964), Canto (1968), Navegaciones (1976), Recuerdo del mar (1984) y Germinal (1989), quizás su creación más destacada hecha por encargo del Teatro Municipal y estrenada por la Orquesta Filarmónica de Santiago. Entre sus últimos trabajos destaca De sueños y evanescencias (2003) para ensamble, dedicada al Taller de Música Contemporánea UC, por la que recibió el Premio Altazor ese año.
Conocido de Violeta Parra y Víctor Jara, Cirilo Vilo adaptó tres canciones de este último para tenor y piano, compuso para Quilapayún y para el año 1973 dejó inconclusa la Cantata del Carbón que estaba escribiendo para el mismo conjunto.
“Lo fundamental es que él fue el que mantuvo vivo el traspaso de un Chile que era muy importante y especial que fue escindido en su momento por el golpe de Estado donde todos tuvieron que irse. Él quedó a cargo de esa tradición y la mantuvo durante varias generaciones posteriores. Gracias a él no se rompió la tradición de la música en Chile. Ha formado a mucha gente, hizo escuela de composición y produjo el nexo generacional. Es parte importante de esta tremenda fractura de la historia de la música no sólo aquí en Chile sino que una fractura cultural, política y social. Mantuvo viva la llama de todo lo que se había hecho en el país y que había sido muy importante”, dice el Director del Departamento de Música y Sonología de la Facultad de Artes, Fernando Carrasco.
Recibió numerosas distinciones por su labor, entre las que se cuentan el Premio de la Crítica (1986), Premio Municipal de Arte, la Medalla de la Música otorgada por el Consejo Chileno de la Música (2001), Premio Presidente de la República, Mención Música (2001) y el Premio Altazor (2003).
Sus estudiantes de composición, y la comunidad entera de la Facultad de Artes lo despiden: ¡Hasta siempre maestro!