Azul. Ese fue el color que contrastó en medio del amarillo del frontis de la Casa Central y del gris del cemento y de la nubosidad de la fría tarde de este martes 23 de agosto. Lana, vellón y pintura de dicho color se desplegaron cuando la artista Cecilia Vicuña inició la performance “Patipelaos”. Rodeada de personas que venían a participar de la actividad, pero también de transeúntes y curiosos, Vicuña extendió la lana y caminando por la vereda próxima a la puerta de la Universidad, comenzó a tejer entre las personas figuras espontáneas que cortaron la circulación normal de la calle e interrumpieron el comercio ambulante que diariamente se aposta afuera del edificio de Alameda 1058.
En medio de los gritos que anunciaban la venta de tarjetas de memoria para celulares y otros productos y del ruido de los autos y las micros, los participantes –que portaban colgada en el pecho una foto de los niños patipelados del año 1957, retratados por Luis Robles-, comenzaron a vincularse con la propuesta artística de Vicuña, posicionados algunos en medio del tejido humano que literalmente comenzó a urdir en medio de las personas.
Estando todos ya vinculados en la trama, afirmando muchos la lana azul, Vicuña se sentó próxima a las escalinatas de acceso a la Casa Central donde convocó a los asistentes a quitarse junto a ella los zapatos y calcetines. Sentados en el suelo, cerca de 20 personas, entre las casi 80 que estaban apostadas en el lugar, acompañaron a la artista en este ritual donde, tomando pintura azul de diminutos potecillos, comenzaron a pintarse mutuamente los pies y manos -asimilando el color que tiñe la piel ante la presencia del frío-, en un círculo donde reunieron sus extremidades, concentrando su energía con gestos y miradas conjuntas.
Así, Vicuña invitó a todos a entrar al edificio cruzando el umbral donde el rector Juan Gómez Millas esperó la llegada del cuerpo embalsamado de Gabriela Mistral el 18 de enero de 1957, a quien ya había esperado antes dos años y medio antes, cuando la poeta entró a la Casa Central para recibir el grado de Doctor Honoris Causa, que por primera vez entregaba la institución.
Los asistentes siguieron a Vicuña en su procesión al interior de la Universidad, en una trayectoria que realizaron sobre cartones -patipelados y no-, unidos todos por una línea de vellón azul, hasta entrar a la Sala Museo Gabriela Mistral, donde la artista comenzó a entonar cantos –a momentos suaves, a momentos fuertes- hasta sentarse en un pupitre
En círculo en torno a la mesa, iluminada con una tenue luz, Vicuña comenzó a recitar sus pensamientos y recuerdos en torno a la poesía de Mistral, a sus primeros enfrentamientos a los textos en el colegio a partir de los Sonetos de la Muerte, a leer poesías de la Premio Nobel y a recorrer episodios de su vida y de su compleja obra, entre ellos los ritos funerarios en la Universidad de Chile, donde más de 170 mil personas llegaron durante tres días al Salón de Honor, que ofició de capilla ardiente, donde el pueblo de Chile dio el último adiós a Gabriela Mistral, entre ellos, los patipelados.
Como describió Cecilia Vicuña, “en términos de la experiencia, de la emoción y de la realidad que se manifestó en ese momento, fue un trance mistraliano; realmente generamos el regreso del espíritu de la poesía de Mistral y eso lo sintieron todos los presentes y fue algo muy potente”.
Para Alejandra Araya, directora del Archivo Central Andrés Bello de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, unidad que organizó esta performance, fue simbólico “cruzar el umbral de la Casa Central en un rito conjunto”. Respecto al ejercicio de memoria respecto al velorio de Premio Nobel, señaló que se constituyó en “una necesaria reconexión con la historia más profunda”, permitiéndonos “remirar a Mistral y volver a verla, hacerla regresar y conectarnos con esos sentidos profundos que tiene su poesía y su labor”.
"En su performance, Cecilia Vicuña recreó un momento que a Gabriela Mistral le hubiera emocionado poder presenciar: el ingreso a la Casa Central de los más pobres, que descalzos y de manga corta, quienes se apoderaron del Salón de Honor para honrar su muerte y su cuerpo, que era velado en ese espacio en 1957. Se trata de un acto lleno de sentido hoy, cuando nuestro interés, a través de múltiples iniciativas como ésta, es abrir las puertas de la Casa Central al país, con la aspiración de convertirla en un lugar de encuentro cultural y ciudadano para todos", concluyó la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Faride Zeran.
La jornada culminó con la exhibición de la película “Todos los ríos dan a la mar”, obra documental de las periodistas de la Universidad de Chile Victoria Ramírez y Morín Ortíz, muestra que fue parte del Ciclo de agosto de Sala Sazié, Cine en Casa Central.