Estudió en plena dictadura militar mientras cursaba enseñanza media. Hacia las postrimerías de la secundaria sintió la claridad de estudiar una carrera que aportara a la justicia social, a la lucha por la democracia y por los derechos humanos. Se trasladó de Viña del Mar, su ciudad natal, para estudiar Sociología en la Universidad de Chile.
La socióloga Paula Quintana (51) señala que fue fundamental haber estudiado durante ese complejo periodo, marcándola en su futuro político. En la escuela -entonces ubicada en el campus de La Reina- “la orientación de la escuela evitaba, claramente, la teoría crítica. Fueron muy pocos los(as) profesores(as) que se atrevieron a enseñar algo de teoría crítica o marxismo, siendo que han sido clave para la disciplina. Eso nos obligó también a buscar información por nuestra cuenta”, recuerda.
Numerosos estudiantes de Sociología -en ese tiempo alojada en la Facultad de Humanidades– participaron en los movimientos estudiantiles de la época. En 1984, fue elegida la primera generación democrática de la FECh, presidida por Yerko Ljubetic, e integrada entre otros, por el sociólogo Jaime Andrade; tres de sus miembros provenían de la Facultad de Humanidades. Más tarde se constituyó la Escuela de Ciencias Sociales, trasladándose a la “Placa”, ubicada en Marcoleta con Portugal, donde “nos tocó vivir una experiencia muy dura”, rememora.
Mientras el movimiento estudiantil tomaba cada vez más realce y notoriedad pública, el 14 de mayo de 1985 ocurrió la desaparición y muerte de Tatiana Fariña, militante de las Juventudes Comunistas y compañera de curso de Paula, tras la explosión de una bomba en un baño en el Servicio de Acción Social de la Municipalidad de Lo Prado. El hecho desencadenó la toma prolongada de la escuela de Sociología. “Nos enteramos del terrible desenlace, fue muy duro para toda nuestra generación”, comenta. Otros compañeros fueron apresados, relegados o murieron.
En medio de las masivas protestas universitarias que buscaban la remoción del rector José Luis Federici en 1987, se creó un movimiento feminista en defensa de la Universidad de Chile integrado por Paula Quintana que, por primera vez, se tomó la torre de Servicios Centrales (ahora conocida como “Torre 15”). Sus luchas en defensa de las mujeres continúan.
Paula Quintana es también Magíster en Políticas Públicas de la U. de Chile. Fue militante del Partido Socialista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); ministra de Planificación del Gobierno de la Pdta. Bachelet (entre 2008 y 2010); concejala de la Municipalidad de Valparaíso; Subdirectora del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes; Seremi de Planificación y Seremi de Bienes Nacionales de la Región de Valparaíso, entre otros roles. En la actualidad ejerce la docencia en la Universidad de Valparaíso, e integra el Consejo Ciudadano de Seguridad a cargo de elaborar el Plan Maestro de Gestión de Riesgos y Desastres.
-Dada su larga trayectoria trabajando en temas de género en la administración pública siendo consultora del Sernam en la Región de Valparaíso o como investigadora en la Casa de la Mujer de Valparaíso, entre otros cargos, ¿cómo ha variado o no la situación de las mujeres en Chile?
Desde 1990 a la fecha ha habido bastantes cambios, pero no los suficientes. Es posible destacar un incremento de la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo. Sin embargo, no han disminuido las diferencias salariales. Si bien ha habido un incremento en la participación de las mujeres en la actividad política, este ha sido marginal o leve.
Hoy, existe una mayor conciencia respecto de los derechos de las mujeres y hablar de feminismo está mucho más instalado. No obstante, considero que nos queda por avanzar en muchísimas brechas –además de las salariales–, particularmente en relación a los derechos sexuales y reproductivos. En Chile, aún no tenemos una ley de aborto siquiera terapéutico. Nos falta bastante por avanzar. Por esto, también rescato que en la sociología se ha desarrollado un trabajo rico y relevante sobre los estudios de género que no son neutros.
-Usted militó durante 25 años en Partido Socialista hasta que decidió renunciar a él y apoyarla candidatura del hoy alcalde independiente Jorge Sharp, además de cinco años en el MIR. Haciendo un análisis retrospectivo, ¿qué ha perdido la política durante estas tres décadas? Y ¿en qué escenario se encuentran los partidos y conglomerados?
La política ha perdido una gran legitimidad; ha perdido profundidad en sus contenidos y creo que ha perdido la capacidad de representación e identificación con la ciudadanía. Claramente, lo que vemos sistemáticamente en los medios de comunicación o en la conversación cotidiana es que muchas personas sienten un fuerte desprecio por la política.
Por eso, me parece tan relevante el surgimiento de otras alternativas políticas que permitan una nueva identificación de la sociedad para poder transformar las tremendas injusticias que vivimos en nuestro país y en el mundo. Creo que nunca ha habido un momento donde la riqueza se haya concentrado en tan pocas manos, situación ante la cual se requiere de políticas consistentes completamente divorciadas del poder del dinero y que cuenten con mucha legitimidad social.
Además de los movimientos juveniles y estudiantiles –que contribuyeron de manera determinante al surgimiento y realce de nuevas alternativa políticas– la valoración del feminismo también contribuye a que se pueda representar una utopía, por una parte, y una mirada hacia un proyecto de sociedad con el cual nos podamos –nuevamente–sentir representador como comunidad y sociedad.
-Como ex ministra de MIDEPLAN ¿cuáles fueron los principales problemas sociales que marcaron su gestión?
Cuando asumí el cargo, dicha cartera no estaba destinada a la planificación sino que a las políticas sociales. En ese marco, me parece que el primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet tuvo un contenido y planteamiento muy fuerte respecto de las políticas sociales. Durante ese periodo, trabajamos en la instalación del Sistema de Protección Social que constituyó la base de una cantidad importante de beneficios sociales con una perspectiva de derechos que hoy existen en Chile.
No obstante, siendo ministra también pienso que hubo un ámbito en el cual no se han resuelto los problemas hasta la actualidad, y es que no se ha logrado enfocar de manera adecuada la situación de pueblos indígenas en Chile, particularmente respecto del pueblo mapuche. Las orientaciones de los gobiernos han estado planteadas más hacia la política social y cultural pero no sobre la reivindicación política de los pueblos indígenas. Mientras eso no ocurra no será posible contar con un efectivo reconocimiento a todos los derechos políticos y sociales de los pueblos originarios.
-¿Qué falta por hacer en este reconocimiento hacia los pueblos originarios?
Muchísimo. Para empezar, el reconocimiento constitucional de pueblos indígenas que en Chile no existe. En segundo término, el Convenio 169 de la OIT –Chile lo suscribió, no lo ratificó– exige mayores derechos hacia los pueblos indígenas en el ámbito político pero también en la esfera económica, donde creo que –en el marco del neoliberalismo– han sido avasallados.
El Convenio 169 de la OIT debiese expresarse en que, por ejemplo, los proyectos de inversión que afectan al mundo indígena sean consultados en sus propias comunidades. Su consulta involucra una decisión vinculante sobre la pertinencia de implementarlos o no. Particularmente en el ámbito económico, se debiera implicarlos respecto de la propiedad de la tierra, en un contexto donde la industria forestal ha dañado al pueblo mapuche pero también a la economía nacional. Entonces, es necesario tomar definiciones más claras que conlleven un reconocimiento político a la brevedad, de manera consistente y con igualdad de condiciones.