Introducido hace 300 años proveniente de Europa, el trigo se ha convertido en uno de los cultivos más importantes en nuestro país. Su estrecha relación con la cultura y la artesanía, ha dado nacimiento al oficio de las colchanderas o cuelcheras, quienes se dedican a la confección de distintos tipos de trenzados -que van desde 3 a 16 hebras- que se usan para la elaboración de sombreros, bolsos, alfombras y artículos de decoración.
Con el objetivo de contribuir al desarrollo de la labor de las colchanderas, la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) del Ministerio de Agricultura, junto a las facultades de Ciencias Agronómicas y Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, se encuentran impulsando el proyecto "Tejidos de paja de trigo: adapatación de variedades locales, recuperación de trenzados tradicionales y nuevas utilizaciones del trenzado para las colchanderas del Itata", lanzado en la localidad de Quirihue el 28 de junio.
La iniciativa busca revalorizar el trabajo de las artesanas luego de un diagnóstico que identificó las principales brechas de producción y comercialización, para que junto a un equipo de diseñadores, visualicen nuevas opciones de productos y diseños que permitan renovar la oferta, manteniendo y valorizando la esencia de la artesanía tradicional, que mantiene una técnica transmitida de generación en generación.
Paola Silva, académica de la Facultad de Ciencias Agronómicas y directora de la iniciativa, señaló que este es el segundo proyecto en agro-artesanía en paja de trigo en el valle del Itata ejecutado por parte de este equipo técnico liderado por la Casa de Bello. "Este nuevo proyecto busca contribuir al desarrollo territorial del secano del Itata mediante la generación de un negocio sostenible basado en el patrimonio agro-artesanal de sus colchanderas", indicó Silva. Para ello, aseguró, "el proyecto plantea rescatar los tejidos tradicionales, dar valor agregado a la cuelcha, identificar variedades locales con una alta calidad de caña más estable, establecer un plan de desarrollo organizacional y desarrollar un plan de negocios".
Esto generará una oportunidad de negocio para las colchanderas, quienes podrán optar a nuevos mercados y canales de comercialización "diversificando su actividad, disminuyendo su dependencia y generando nuevas oportunidades de ingreso, convirtiendo a las colchanderas del Itata en un nuevo motor, que unido al trabajo de los chupalleros de Ninhue, hará que estos patrimonios sean pilares del desarrollo local", puntualizó Silva.
En la misma línea María José Etchegaray, directora ejecutiva de FIA, explicó que el proyecto “se detiene en dos grandes brechas que constantemente detectamos en las comunidades productoras de artesanía: por una parte, las tradiciones se ven amenazadas por el poco interés que muestran las nuevas generaciones en aprender estos oficios, y por la dificultad de introducirse en mercados donde la transacción sea por el valor real de la artesanía, en su dimensión histórica, artística y cultural”.
Un aporte a la cultura
El oficio de colchandero se aprende en la niñez, siendo localidades como Quirihe y Trehuaco las que se caracterizan por concentrar artesanos que se dedican a esta actividad. En 2015 un grupo de 31 colchanderos de la zona recibieron de parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) -a través del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA)-, recibieron la categoría de "Tesoros Humanos Vivos" por su aporte a la conservación del patrimonio inmaterial de la nación.
El proyecto involucra el trabajo de un equipo multidisciplinario encabezado por la académica Paola Silva, quien es experta en adaptación de cultivos, además del académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas Marcos Mora -experto en comercialización y marketing-. También forma parte de la iniciativa la académica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo Paola de la Sotta, experta en patrimonio cultural, además de un equipo que considera un enfoque que mezcla el patrimonio, la innovación y la investigación científica. Colaboran en este trabajo, además, los alumnos memorantes Bárbara Chepillo, Valentina Gallegos, Daniela Carvajal y Camilo González.