“¿Podemos recordar las memorias de otras personas? ¿Podemos recordar cosas que nosotros mismos no hemos experimentado?”. Esas fueron las preguntas centrales que llevaron a la Directora del Centro de Estudios de la Diferencia Social y profesora de Literatura comparada del Instituto de Investigación Mujer, Género y Sexualidad de la Universidad de Columbia, Marianne Hirsch, a adentarse en el concepto de postmemoria. Esto, en el contexto de la conferencia “Postmemoria: Conversaciones sobre Derechos Humanos y Migraciones” que se realizó el pasado jueves en la Casa Central de la Universidad de Chile y fue organizada por el Archivo Central Andrés Bello de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones y el Columbia Center Santiago, una de las sedes de la Universidad de Columbia que se encarga de difundir investigaciones y traer al país a sus más distinguidos académicos y académicas.
En un momento específico de su carrera, Hirsch descubrió que los recuerdos del Holocausto que albergaban sus padres estaban fuertemente presentes en su “banco de memoria”, incluso más que sus propios recuerdos de cuando era niña. “Eso fue muy poderoso, las historias que me traspasaron a mí. Pero no poderosas sólo en cuanto historias sino también poderosas visceralmente. Yo sentía que podía sentir algo acerca de aquella experiencia que ellos vivieron y que yo no”, explicó Hirsch.
A partir de esa reflexión, la académica comenzó a trabajar en los estudios de memoria entendiendo, en primera instancia, que la memoria es un fenómeno social en el que las personas están en constante diálogo con un discurso que abarca desde el cine, las novelas, las imágenes, hasta la cultura popular. Todos estos elementos nutren una memoria que no es individual sino más bien una memoria de generación.
“Me di cuenta de que estaba recordando algo no sólo a través de la memoria sino también por la transmisión de historias, comportamientos, imágenes, no sólo en la familia, también en la cultura en grande, en una generación completa”. En esa línea, Hirsch inició un trabajo artístico que le permitió expresar recuerdos que no le eran propios. A partir de ahí, la cultura y las artes se convirtieron en una de sus principales áreas de investigación.
De esta manera, Marianne Hirsch definió que la postmemoria es “la experiencia de aquellos que crecen dominados por narrativas que preceden su nacimiento, cuyas propias historias tardías son evacuadas por las historias de la generación anterior, formada por episodios traumáticos que no se pueden entender ni recrear”.
La conferencia fue liderada por la profesora del Magíster en Género y Cultura de la Universidad de Chile, Soledad Falabella, quien abrió la discusión sobre el vínculo entre los estudios de memoria y el feminismo. Hirsch aseguró que los estudios de memoria son un campo que abarca otros movimientos sociales además del feminismo, pero que su importancia inicial tiene relación con que “contar la historia desde la violencia es algo que nació con el contar la historia de las mujeres”.
Al preguntarle sobre las actuales movilizaciones feministas en Chile, la académica rumana puso énfasis en la última marcha realizada por mujeres, donde un amplio grupo llevaba puestas unas máscaras rojas. “¿Por qué este gesto femenino es tan poderoso y qué dice acerca de la propiedad que tienen las mujeres sobre sus cuerpos? La máscara se convierte en una especie de ícono, la imagen del movimiento feminista. No es sólo un gesto individual, es un gesto colectivo”, explicó.
Siguiendo el ejemplo, Hirsch aseguró que “es el cuerpo mismo el que se convierte en el portador de la memoria. La pregunta es cómo se transmite esa memoria que está en el cuerpo. Y este tipo de trabajo artístico permite que las memorias sean transmitidas”.
Finalmente, la académica aseguró que el concepto postmemoria está en constante evolución y definición en tanto la memoria se moviliza de acuerdo a contextos específicos. Esta, en última instancia, puede ser un motor de transformación y grandes cambios sociales.