Desde hace algunos años que la placentofagia, o el acto de ingerir la placenta tras el parto, se ha extendido poco a poco en diversos países debido a supuestos beneficios para la madre, entre los que se incluirían la mitigación de la depresión postparto, la reducción de la hemorragia tras el nacimiento del bebé, un aumento de la energía y del estado de ánimo.
En nuestro país esta posibilidad se ampara en la norma Nº189 del Ministerio de Salud, emanada hace un año y que autoriza la entrega de este órgano a las madres que así lo soliciten, pero que tal como recuerda la doctora Cleofina Bosco, académica del Programa de Anatomía y Biología del Desarrollo del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina, “se creó con el espíritu de respetar tradiciones ancestrales de diferentes etnias del país, las cuales las procesan para ser plantadas bajo árboles sagrados, pero en esta norma no aparece aconsejada su ingestión”.
La académica -que ha dedicado gran parte de su vida académica a investigar las características de la placenta, la vinculación de este órgano con posibles enfermedades del binomio madre-hijo y a enseñar sus funciones a los futuros especialistas gineco-obstetras que se forman en nuestra institución-, publicó recientemente el artículo "Placentophagy: a controversial trend" en el prestigioso International Journal of Research in Medical Sciences, en el que junto a la Dra. María Eugenia Díaz investigaron las diferentes contribuciones científicas en el mundo en referencia a la placentofagia.
Su conclusión es categórica: “no existe ninguna demostración científica publicada que demuestre que comerse la placenta tenga algún beneficio para la madre o el niño. Muy por el contrario, se pueden producir infecciones y/o intoxicaciones por metales pesados”, afirmaron.
"Nadie se comería un filtro"
La Dra. Bosco explicó que la placenta funciona como un filtro que limpia el flujo sanguíneo que va de la madre al feto tal como “los filtros de agua que hay en las zonas rurales: a nadie se le ocurriría ir a rasparlos para comerse el contenido que ha quedado retenido”.
Aún más, la académica advirtió que al momento de entregarse este órgano a la madre, se hace sólo bajo un análisis macroscópico –es decir, a simple vista- para revisar que no presente señales evidentes de infección o ciertos infartos que la pueden afectar; caso contrario, se envía a laboratorio para estudios más acabados, reteniéndose en estos últimos casos. “Pero hay varios autores que dicen que la corioamnionitis -que es una infección en el líquido amniótico y las membranas que lo contienen- puede presentarse sin signos de fiebre en la madre. En este contexto ya hay un caso descrito en Estados Unidos de una guagua que se infectó por estreptococo, situación a la que el equipo de salud no encontraba explicación, sin embargo, una vez realizadas todas las pesquisas y análisis pertinentes, se encontró que la infección era debida a que la madre había ingerido cápsulas fabricadas con su propia placenta, la que estaba infectada con la bacteria, infectando de esta forma al bebé a través de la lactancia”.
Otra de las complicaciones que podrían surgir a partir de la manipulación para la ingesta de la placenta es que "no se conoce en qué condiciones de asepsia se realiza, cómo se procesa, ni si se mantuvo adecuadamente la cadena de frío previo a su manipulación”. Además, últimamente se ha demostrado que las células de este órgano expresan priones normales en su membrana plasmática. Los priones normales presentan una configuración de proteína alfa hélice; en cambio los priones infectantes tienen una configuración de proteína beta que no puede degradarse, se acumula y conlleva a la muerte celular. Los priones infectantes transforman todas las proteínas priónicas alfa en beta, por tanto infectan sin corresponder a un virus o una bacteria.
“A la fecha nadie sabe con exactitud cómo un prion normal ya existente se transforma en un prion infectante capaz de formar agregados moleculares aberrantes en las células nerviosas; bien podría suceder que en esta manipulación, alguno de estos priones normales se transformara en prión infectante, los que ingresarían, como se ha comprobado en animales, vía digestiva materna, se alojaría una cantidad de tiempo en el sistema linfático sin presentar síntomas, de uno a dos años, y después se desplazaría hacia el cerebro materno, produciendo enfermedades neurológicas degenerativas como la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, por ejemplo, la que puede presentarse después de 20 a 30 años. Es una posibilidad que debe meditarse para no correr este riesgo innecesario”, remarcó Bosco.
Por último, la placenta contiene gran cantidad de hormonas, como los estrógenos, que podrían producir tromboembolismos en la madre; y a la vez, como es un buen filtro, no deja pasar metales pesados como plomo y arsénico, los que se pueden acumular, produciendo posteriormente intoxicaciones en la mujer y/o el niño por vía de la ingesta materna o la lactancia, añadió Bosco.
Respecto a si existe algún beneficio derivado de su ingesta, la doctora aseguró que no hay ninguno científicamente comprobado en humanos, existiendo solamente estudios en ratas que tienen relación con disminución del dolor postparto en la madre, la depresión y el sangramiento.Sin embargo estos estudios no serían extrapolables a los seres humanos ya que la placenta tendría una estructura diferente.
"El único estudio en humanos, y lo cito en mi paper, es que hicieron cápsulas de placenta, bien hechas y en buenas condiciones de higiene, para ver si el fierro que acumulaba pudiera haber ayudado a la madre a superar la anemia con la que podría haber quedado luego del parto. Se hicieron dos grupos, uno al que le dieron estas cápsulas y otro que le dieron placebo, y no se encontraron diferencias significativas en cuanto a niveles de hemoglobina, hematocritos y fierro", concluyó la Dra. Bosco.
Debido a ello, la doctora Bosco relevó la importancia de no seguir modas de salud que aparezcan en las redes sociales sin que tengan una base científica comprobada y publicada en revistas científicas nacionales o internacionales con comité editorial, e hizo hincapié en que la opinión vertida en este artículo no cuestiona otras costumbres ancestrales relacionadas a esta materia, sino que sólo la placentofagia.