He escrito este texto después de que una querida amiga me mostrara la foto de su hijita, foto de curso donde ella es más pequeña y sus piernas cortas le cuelgan desde su silla. Entonces uno se pregunta, si todos somos diferentes y entre ello sin duda los niños y niñas, si estamos de acuerdo en desarrollar prácticas inclusivas donde todos los niños y niñas se sientan bien, ¿revisamos los diferentes elementos que componen el currículo?
Un(a) educador(a) puede ser muy cálido, hacer adaptaciones curriculares, pero si invita a sentarse a una o un niño en una silla más grande ¿cómo se sentirá? Podríamos hacer la prueba y vivir un día la experiencia desde nuestros puestos de trabajo, comedores, la movilización colectiva, en fin ¿cómo nos sentiríamos?, seguro incómodos, inquietos, pero podemos decirlo, los niños y niñas son maravillosos y abusamos de su paciencia y su ser ingenuo.
Dado que la educación es un proceso humanizante debiera de potenciar dicha diversidad, sus características físicas, psicológicas, su historia de vida, las oportunidades de aprendizaje que ha tenido, las características de familia, de la localidad donde vive, de su cultura, u otras. Todo ello puede requerir planteamiento de objetivos de aprendizaje, estrategias didácticas, recursos, revisión y cambios en la infraestructura, mobiliario y formas de evaluar, entre otras acciones.
Si bien vivimos en un mundo diverso, esto no quiere decir que se debiera segmentar o subrayar dicha diversidad, sino reconocerla como un valor. Los centros educativos debieran ser concebidos como un lugar privilegiado para aprender el respeto a la diversidad. No obstante, muchas veces a través de un currículo oculto (aquello que no se ve), a veces el explícito (lo que se ha planificado y el real o lo que realmente de da y se observa) realzan las diferencias, destacando a los mejores, sus resultados académicos, eligiendo reinas de belleza…y otras cualidades que culturalmente han sido privilegiadas y acentuando las desigualdades. Pero esto no es tema de la escuela o educadores, es un tema de sociedad.
Nos preguntamos, ¿todos los niños y niñas deben aprender lo mismo?, ¿debemos trabajar para un currículo homogéneo y la uniformidad en las personas?, ¿cuál es el límite entre lo común y lo diferente?, ¿cómo estamos asumiendo la diversidad? Padres, educadores, adultos cuidadores, sociedad. ¿Cómo se vería una sala de clases con sillas de diferente tamaño o entrar al metro y encontrarse con asientos más bajos?
Dejamos abiertas estas preguntas invitándolos a cada uno y cada una a reflexionar y aportar desde sus espacios para que nunca más los niños y niñas se sientan como esa hermosa niña con sus pies colgando desde una silla que el adulto le ofreció para sentarse.