Entre el 20 y el 25 de enero se desarrollará la Escuela de Temporada 2020. Esta oportunidad, y continuando el trabajo con niños, niñas y adolescentes desarrollado en la versión 2019, este grupo etario será protagonista de los seis días de actividades que se desarrollarán en La Pintana (lunes 20), Recoleta (martes 21); Independencia (miércoles 22), Peñalolén (jueves 23), Renca (viernes 24) y San Antonio (sábado 25).
Pero no será cualquier tipo de participación. En esta oportunidad serán parte de un taller con niños, niñas y adolescentes, basado en las metodologías del manual “Cuidado y participación: Promoviendo cabildos y asambleas para niños, niñas y adolescentes”, desarrollado por el Programa de Estudios Interdisciplinarios sobre la Infancia de la Facultad de Ciencias Sociales, material que se encuentra disponible para descarga gratuita.
Sobre la pregunta de por qué es importante la participación de los niños, niñas y adolescentes, el manual plantea que las asambleas y cabildos también son una experiencia de aprendizaje con otros, y como advierte el profesor Camilo Morales, también es una forma de cuidarlos.
Promotores de cambio, versus personas a proteger son las perspectivas que están en disputa respecto a cómo concebir la infancia, con una fuerte tendencia a esta última, aplicada bajo la perspectiva de lo que se denomina “adultocentrismo”. “El discurso oficial ve a los niños como un sujeto pasivo, que depende del adulto, que debiese estar haciendo otras cosas diferentes que participar de la vida social o la vida pública”, explicó el experto.
Hay una trayectoria hacia un cambio en la mirada de la infancia en los últimos años previo al estallido social. ¿Cómo esto dialoga con lo sucedido y desatado en el país post 18 de octubre?
Históricamente, los temas de infancia han estado reducidos específicamente a la protección de niños y niñas que han sido vulnerados en sus derechos y eso se circunscribe al Servicio Nacional de Menores (SENAME). La instancia ha sido tema en la medida que se ha visibilizando que las organizaciones que tienen que cuidar y proteger a los niños en realidad los vulneran y los vulneran sistemáticamente, y eso lo dice el último informe de Naciones Unidas que hizo una visita el 2018.
Ese foco tiene que ver con mirar a los niños desde la cara de la protección, es decir, como objetos de protección, siempre desde una mirada muy vinculada a lo que se llama el enfoque tutelar, que es básicamente que la infancia, los niños, niñas y adolescentes, son objetos que se protegen del contexto social y del contexto político. La otra cara, tiene que ver con la que menos le gusta al discurso oficial, que es la cara de la infancia como actor social y productor de cambio. Uno podría mirar la historia, y ahí tenemos antecedentes como que en los últimos 15 años han sido los estudiantes, los adolescentes, quienes han impulsado transformaciones sociales en este país.
Creo que el adultocentrismo tiene que ver con eso, con no tomarse en serio la capacidad de agencia transformadora que tienen los niños y los jóvenes. O sea, nos interesan los niños en la medida que respondan a ciertas ideas, a ciertas representaciones que tenemos los adultos de infancia.
Cuando tienes un escenario de crisis, que es transversal, que no puedes esconderlo, es super interesante porque remueve el espacio público y allí también participan los niños. Y no solamente participan respecto a como apareció un poco al principio respecto de cómo los contenemos, cómo lo protegemos, cómo los mantenemos nuevamente al margen de la violencia, de la política, sino que más bien los niños son sujetos políticos porque participan activamente, en su cotidianidad, de conversaciones, de discusiones.
Suena bien la participación de niños, niñas y adolescentes en las discusiones, pero, ¿cuál es la radicalidad o importancia política que hay en ese despliegue?
Creo que tiene varios niveles. Uno tiene que ver con la relación más cotidiana de que cuando se los incluye en las discusiones o los temas del acontecer nacional, en el fondo lo que se está haciendo es suponerlos como sujetos y como ciudadanos, y que por lo tanto las cosas que suceden a su alrededor les afectan y a ellos les importan.
La participación tiene varios beneficios. Uno tiene que ver, por ejemplo, con potenciar sujetos que puedan desarrollar personalidad crítica, capacidad de preguntarse cosas, de cuestionar el status quo de cómo funcionan las cosas, las dinámicas de poder. Con instancias como los cabildos lo que se hace justamente es desarrollar sujetos más comprometidos, más conectados con los procesos.
A la larga, la participación te permite construir sociedades mucho más empáticas y conectadas con la vivencia del otro, porque participar es en el fondo tener espacios donde puedo dialogar, pensar, compartir y también poner a prueba la tolerancia, el respeto, que sin esos espacios de encuentro, es mucho más difícil que se desarrollen. Y ahí es donde creo que a los adultos en general nos baja cierto temor de que los niños se reúnan, conversen entre ellos, tengan ciertos espacios de mayor autonomía.
La guía plantea en sus páginas que “permitir que los niños, niñas y adolescentes se involucren en decisiones que les afectan, es un reconocimiento inherente de la dignidad humana”. ¿Qué quiere decir esa frase?
Tiene que ver con salir de la idea de que los niños son ciudadanos de segunda categoría. Esa es un poco la idea que se instala en estos discursos adultocéntricos que ubican al niño en un lugar de dependencia, de pasividad, como que pudiésemos mantenerlos en cierta cuarentena en términos de lo que sucede en su entorno.
Cuando permitimos y generamos espacios reales de participación, estamos estableciendo un reconocimiento del niño como un ciudadano, que si bien efectivamente tiene diferencias con un adulto, en dignidad tiene el mismo valor. Que no son un adulto en desarrollo, sino que los niños ya son sujetos políticos desde que nacen e inciden y se ven afectados a la vez por la cultura, por la sociedad, por la vida política, tiene que ver con eso.
Hasta ahora, en las experiencias que han tenido en la ejecución de este manual y desde el programa, ¿cuáles son las principales inquietudes que han emergido desde los niños, niñas y adolescentes?
Con las metodologías que nosotros proponemos son dos grandes preguntas las que nos interesa abordar: una es cómo están viviendo en el aquí y en el ahora los niños lo que está pasando; y segundo, qué es lo que ellos proponen, sueñan, quieren para su comunidad y para su país.
Es bien bonito porque no solamente hay una preocupación o afectación respecto de lo que les ha sucedido a ellos -no sé, les cambió la rutina, dejaron de ir a clases, sus papás llegan más temprano-, sino que en el fondo lo interesante es que en esas preocupaciones aparecen los otros, una pregunta por cómo lo pasa su mamá, cómo lo están pasando los abuelos, cómo lo están pasando los compañeros. O sea, un apronte que aparece puesto afuera, en la comunidad.
Evidentemente los más chiquititos están mucho más pendientes de su entorno más próximo, y los más grandes -claro- tienen otras herramientas que les permiten también abstraer más. Ahí aparecen cosas a más nivel país e institucional.
En la segunda pregunta, que tiene que ver con lo que quieren, también aparecen dos cosas que se repiten harto: una que es lo que traen los más grandes que es reconocer la necesidad de tener ciertos derechos garantizados: vivienda, educación, salud; y lo más importante de nuevo, que remite al tema de la comunidad, es que aparece la dimensión respecto de que a ellos les gustaría un país o una comunidad que se tratara de otra forma, que se tratara con más empatía, más cuidado, más respeto, como finalmente apelando –esto no lo dicen ellos, es más mi interpretación-, a un trato más humano. Esto es bien interesante porque es justo donde los adultos, y sobre todo las instituciones de los adultos, hemos hecho agua, que es instalar una vida deshumanizada.
¿Qué formas de trabajo podemos encontrar en un cabildo con la participación de niños, niñas y adolescentes?
Nosotros confiamos en la capacidad de los niños de poder interesarse y conectarse con estas temáticas. Ahí el rol del adulto es cómo yo facilito y genero un clima de confianza que habilite que los niños sientan que lo que están haciendo es importante, entonces que en la medida que se confíe y se les tome en serio, en el sentido de que es importante, yo creo que las cosas salen bastante bien.
Proponemos metodologías desde los 4 años, y según avanza el tramo etario vamos utilizando metodologías mucho más complejas. Por ejemplo, a los más chiquititos se les invita a dibujar con consignas sencillas, por ejemplo, cómo les gustaría que fuera su barrio, su comunidad más cercana, o cómo les gustaría que fuera su país. Ahí el rol del adulto es ir preguntándoles y ayudándoles a pensar y a que ellos puedan plasmar de la manera más espontánea lo que consideran que es importante que esté, y eso puede ser una persona, puede ser un objeto, una mascota, un lugar, una idea.
Creo que lo interesante de los cabildos -y eso es algo que me quedó muy marcado de un adolescente que participó- fue que ahí encontraron un espacio seguro, y un espacio para poder hablar, porque en otros lugares no tenía eso. Ahí hay una dimensión que hay que atender sobre cuánto estamos escuchando los adultos a los niños y a los adolescentes.
Esta crisis tiene que ser una oportunidad para cuestionarnos visiones ideologías dominantes de cómo se representa y se entiende la infancia.
¿Y la infancia en la Constitución?
Es importante pensar en el lugar de los niños en la constitución. Ya que no van a votar y no van a ser delegados, hay que considerar primero que los niños no están reconocidos en la constitución en tanto sujetos de derecho. El único reconocimiento que hay hoy día es en relación dependencia a sus papás, a propósito del tema de la educación. Entonces, un reconocimiento constitucional justamente lo que instala es una nueva manera de entender una nueva relación que establece el Estado y la sociedad con la infancia, por eso es tan importante no sólo que los niños aparezcan representados en la constitución, sino que en el proceso constituyente. Es importante una vez después del plebiscito, que los cabildos sean un insumo para que a la hora de redactar un artículo, porque no creo que vaya a ser más que eso, se pueda de alguna forma recoger y representar lo que los niños quieren que se les reconozca en definitiva.
Por eso es tan importante el trabajo no solamente de seguir haciendo cabildos, sino que también de hacer una sistematización de eso que es en lo que nosotros estamos ahora, generando una propuesta metodológica y que después eso pueda ser traducido a un lenguaje constitucional.